“Pasaron 4700 personas por la ESMA, y en los años en los que estuve secuestrado, habrán pasado 3000”

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Terrorismo de Estado. Ricardo Coquet, conocido como “Ñeco”, es un vecino de las Islas del Delta que fue secuestrado en 1977 por un Grupo de Tareas de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) en la que estuvo detenido casi dos años. En esta primera parte de la entrevista, Ñeco, que prefiere que lo llamen “testigo de la ESMA” y no “sobreviviente”, describe las distintas áreas de este lugar emblemático de los años de la represión. Justamente su testimonio y el de otros compañeros que lograron sobrevivir han permitido reconstruir la forma en que funcionó este Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio. También detalla cómo era el mecanismo de “los traslados” que culminaba en los vuelos de la muerte. Continúa el próximo mes.

 

        ¿Cuándo comenzaste a militar? – “Empecé a militar a los 16 años en el Frente de Izquierda Popular, en Capital, en el local de Tacuarí 131. Tuve una formación marxista y, a los 19 años, pasé a militar en la Facultad de Medicina y empecé a trabajar con la Juventud Peronista (JUP). Era directamente “monto” (montonero). Cuando se puso pesado en la Facultad me fui a trabajar al frente de laburo que era JTP (Juventud Trabajadora Peronista) Zona Norte. Trabajé en San Martín y después me “chuparon” (lo secuestraron)”.

        ¿Cómo te secuestraron? – “Tenía 24 años. Fue el 10 de marzo de 1977. Me secuestró una patota de la ESMA. Habían caído muchos amigos, muchos compañeros, estaban cayendo como moscas. Sacaban a los compañeros, y un compañero me marcó en la calle y me chuparon. Estaba con un primo que me había ido a llevar ropa, y andaba a las corridas ese día… Salía de un negocio y al subir al auto en Medrano y Lezica, había un semi remolque esperando en el semáforo, y detrás, veo hombres con armas que se acercan y rodean el auto nuestro. A mi primo lo redujeron, y yo me puse a pelear. Trataban de agarrarme. Me pegaron una trompada y me pusieron unas esposas. Ahí yo saqué una pastilla de cianuro y se las mostré, y los tipos me encajaron unas pichicatas en el cuello, en la espalda y en la pierna. Era un vomitivo y antídoto contra el cianuro. Me encapucharon y me tiraron al piso de un Falcon. Estuve (secuestrado) desde el 10 de marzo del 77 hasta el 3 de diciembre del 78, en total 22 meses”.

        ¿Qué pasó a partir de que te chuparon? – “Te chupaban y te llevaban al sótano, la tortura era en la capucha, y después te tenían un tiempito, y venía “el traslado” que era la muerte. No te mataban al toque. Te dejaban un par de meses. La maniobra era que cuando uno caía, te mostraban al que vos creías que estaba muerto. Cuando caí me mostraron al “Nancho” (Pedro Ignacio Ojeda Quintana, era sobrino de Jorge Rafael Videla) que era un gran amigo mío que vivía conmigo en ese momento. Yo caí un día después que él, y él estaba vivo. “¿Vos crees que acá matamos a todos?”, me dijo el Tigre Acosta (1). Trajeron a Gabi Arrostito, yo no la conocía de la militancia, la conocí ahí en la ESMA. Era una genia, y después lo trajeron al “Nancho” para mostrármelo porque trataban de confundirte y te metían en la capucha”.

        ¿Qué era “la capucha”? – “La capucha era un trapo negro que te ponían en la cabeza y te apretaba con un hilo, y también era el nombre del lugar que estaba en el altillo. Estaba el sótano, la planta baja en donde tenían todo para los operativos y la parte de la oficina. Ahí estaban los “Jorge” (la administración del grupo de tareas), y estaba el Dorado que era un gran salón donde tenían todas las armas para salir de toque cuando tenían que ir a chupar a alguien. En el primer y segundo piso estaban los oficiales. En el primero, estaba el grupo permanente y en el segundo piso, los que rotaban. En el último piso, había un techito, y en un ala estaba el lugar llamado “la capucha”, y en la otra ala, estaba el pañol en donde tenían todo lo que se afanaban de las casas (de los secuestrados). Después sacaron todo lo que se afanaban de las casas y construyeron la pecera, que eran oficinas”.

        ¿Cómo sucedió que te pusieran a trabajar ahí mismo? – “Nosotros pasamos a sobrevivir cuando ellos, según las capacidades o lo que les faltaba, nos bajaban a laburar. A mí me bajaron a Diagramación. Al principio, me hacían hacer unos cartelitos con la gente que iban chupando. Agarraban una hoja que decía “Zona Norte” y tenían una diagramación de las personas que eran y que no eran, y a medida que iban chupando, me hacían llenar eso para ir destruyendo la estructura. Todo el tiempo chupaban gente, todos pasaban por ahí. Yo dormí dos años en la capucha, pero a mí me hacían bajar a laburar todos los días. Cuando (Emilio) Massera se empezó a dedicar a la política, y armó el partido para la Democracia Social, sacaron el pañol y armaron oficinas. Sabíamos que Massera era un cadáver político, pero nos daba ese oxígeno de vida, y tan mal no estuvo porque ahora somos testigos”.

        ¿Cómo decidían quién vivía y quién no vivía? – “Lo decidían de acuerdo a su conveniencia, y también tenía que ver con muchas cosas… Hay compañeros que han puesto un caño a la Santísima Trinidad que costó seis palos verdes y no los mataron, y hay compañeros que iban con unos volantes y están desaparecidos. Es algo que tenía que ver con su locura, y con intereses hasta personales a quién bajaban o no a laburar…”.

        ¿Cuántos detenidos / desaparecidos pasaron durante el tiempo que vos estuviste? – “Pasaron 4700 personas por la ESMA, pero en los años en los que estuve secuestrado, que fueron los años más fuertes, habrán pasado 3000. Yo siempre estaba en el sótano que era el lugar donde torturaban. Estaba Diagramación, la Imprenta, Comunicación y Fotografía. Todo lo demás estaba arriba, y después subieron casi todo. Pero eso quedaba ahí, por lo cual pasaban muchas personas aunque estábamos tabicados con capuchas pero después se fue aflojando en el 78 cuando Massera decide ser presidente y arma toda esa estructura. La situación se fue aflojando, de hecho, los fines de semana, yo podía salir. ¡Mira qué loco! Me iba a Ramallo porque conocí a una chica, Ana María Soffiantini (conocida como “Rosita”), con quien tengo hijos. Sabían que no me podía escapar porque tenía mi compañera, mi familia. De hecho, hasta el 81 tuve libertad vigilada”.

 

Los traslados

        ¿Cómo eran “los traslados”? – “Me pasó algo tremendo con mi compañero, el “Nancho”. Un día hubo traslados a fines de abril, y el “Nancho” había tenido ropa mía porque había vivido en mi casa. Y cuando me chuparon yo había tratado de zafar, y me había cagado a piñas, me habían roto un diente. Estuvo pesado y me habían roto los pantalones, por eso estaba ese día con unos pantalones marinos, que eran peludos y calurosos. Entró el “Tigre” Acosta a Diagramación y le dijo al “Pedro” de Guardia, porque todos se llamaban “Pedros”, era como un grado. Le dijo: “lleve a este hombre al pañol y déle ropa digna”. Entonces, me llevaron al pañol. Era un jueves y los miércoles eran los traslados, y cuando voy al pañol encuentro la ropa de mi amigo, toda rota, los pantalones sanos pero la camisa rota… era como confirmarlo. Fue tremendo el impacto, ver la ropa, que era mi ropa… y pedí ir al baño, y estuve un montón de tiempo hasta que vino el guardia porque quedé como blanco. Ese día fue la confirmación de que el traslado era la muerte”.

        Cuando había traslados, ¿Uds. eran testigos de todo lo que sucedía? – “Cuando iba a haber traslados, el “Pedro” de guardia concentraba a toda la gente que estaba laburando en la capucha. El traslado significaba que te bajaban. Yo era el numero 896 – obviamente que es mi número de la suerte -. Si el tipo decía: “896”, te tenías que parar al lado de tu capucha, que era un salón enorme, y tenías dos aglomerados y un colchoncito de plástico asqueroso y una manta naval que le habían arrancado el escudito, pero que nosotros sabíamos que era naval. Si el tipo te nombraba, te tenías que poner al lado de tu cucha, como estabas… con capucha. Te parabas y bajaban 20, 30, 40 personas cada miércoles. Iban a la enfermería y les decían que iban a ser trasladados a un campo de recuperación en el Sur y les daban una inyección de pentotal (2). Ellos le decían “pento naval” con la excusa de que en el viaje no hicieran quilombo. Lo que hacían era dormirlos con pentotal, los desnudaban ahí en la ESMA y los sacaban por una puertita de ese sótano y los cargaban en camionetas con un toldo, medianamente dormidos y de ahí a Aeroparque, y de ahí a los aviones y de ahí al río” (ver recuadro “Los vuelos de la muerte”).

        Durante esos dos años, ¿cada miércoles viviste esa situación? – “Sí, eso pasaba cada miércoles. Una vez me llamaron (por el número)… ¡Mirá el grado de perversión de estos tipos! Yo estaba loco… me puse en la fila, y cuando estaba bajando me crucé con unas compañeras. Me acuerdo que una de ellas me tomó de las manos como despidiéndose. Me habían llamado al sótano, y cuando bajo, me dice “Selva” (3) (era el apodo de Héctor Febres), que era uno de los represores, que me había mandado a llamar porque había un compañero que se llamaba Mazzuco, que era hijo de militar, y que me quería ver. Resulta que cuando lo habían chupado, como no había nadie que lo conociera, y yo estaba ahí en Diagramación, el “Tigre” Acosta me había llevado para que lo vea. Y al flaco lo vi en bolas, tirado en ese camastro, donde  torturaban… Es fuerte ver a un compañero en ese momento tan difícil. Entonces cuando lo estaban por trasladar, el flaco le dijo a Febres, “quiero darle un abrazo al compañero Ñeco”. Y el tipo me hizo bajar para eso… ¡Mira el grado de perversión!”.

        ¿Todos los militares participaban de los traslados? – “Massera hacía participar en los traslados a todos los oficiales de la Armada para que hubiera un espíritu de cuerpo silencioso, y sumaba a los que no habían participado en el chupe de gente. Había grupos rotativos para que “todos pusieran los dedos”, como decía Massera. Había un grupo estable y un grupo rotativo, y a éstos los hacía salir a cazar y matar gente, y a los que no podía, los hacía participar de los traslados”.

 

([1]) Jorge Eduardo Acosta, era Capitán de Corbeta y era el Jefe del Grupo de Tareas 3.3.2 de la Escuela de Mecánica de la Armada.

(2) Es un anestésico

(3) Mientras cumplía con prisión preventiva por la Megacausa ESMA, justo antes del juicio oral, Héctor Febres apareció muerto por envenenamiento con cianuro en la Prefectura Zona Delta, en Tigre, el 14 de diciembre de 2007.

 

“Los vuelos de la muerte”

        Los vuelos de la muerte eran una práctica sistemática realizada para deshacerse de los cuerpos de los miles de detenidos – desaparecidos de la ESMA. Hay una causa que tiene como imputados a pilotos que habrían comandado los aviones y tripulantes considerados como «partícipes necesarios» de esta práctica criminal durante la última dictadura. Entre las víctimas de los «vuelos de la muerte» se encuentran integrantes de Madres de Plaza de Mayo como es el caso de la miembro fundadora Azucena Villaflor, como también el de las monjas francesas Leonie Duquet y Alice Domon, quienes formaban parte del grupo de mujeres que se reunía en la Iglesia de la Santa Cruz para buscar a sus seres queridos desaparecidos, cuyos restos fueron identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense.

 

Creación del Espacio Memoria y Derechos Humanos en el predio donde funcionó la ESMA

        La ESMA, ubicada sobre la Av. del Libertador en el norte de la Ciudad de Buenos Aires, fue uno de los mayores Centros Clandestinos de Detención, Tortura y Exterminio del país que funcionó entre 1976 y 1983. Una de las particularidades de este centro fue el funcionamiento de una sala clandestina de maternidad, donde nacieron al menos 34 bebés de detenidas – desaparecidas, que fueron posteriormente apropiados.

        Desde el edificio del Casino de Oficiales y con el sostén y la cobertura del resto de las instalaciones, el Grupo de Tareas 3.3.2 (GT3.3.2), creado en 1976 por el entonces almirante Emilio Massera, ejecutó una acción terrorista que cumplió un rol determinante en la desarticulación de organizaciones populares y la captura y desaparición forzada de alrededor de 5.000 personas.

        Aunque las instalaciones de la ESMA fueron utilizadas fundamentalmente por el GT3.3.2, éste las puso a disposición de distintas fuerzas represivas afines: comandos de la Aeronáutica y de la Prefectura Naval Argentina, el Servicio de Inteligencia Naval y otros grupos las usaron como sitio de tortura y desaparición de sus prisioneros ilegales.

        La recuperación del predio de la ESMA fue asumida como política de Estado a partir de 2003, en el marco de la lucha de los organismos de derechos humanos de la Argentina por la memoria, la verdad y la justicia. El 24 de marzo de 2004, al cumplirse el 28° aniversario del golpe, el Gobierno Nacional anunció la creación del Espacio Memoria y DDHH (ex ESMA). Luego de efectivizada la desocupación por parte de las Fuerzas Armadas, el 20 de noviembre de 2007 la Nación y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires firmaron el convenio de creación del Ente Público Interjurisdiccional Espacio para la Memoria y para la Promoción y Defensa de los Derechos Humanos que tiene a su cargo la administración del predio.

        El Espacio Memoria y Derechos Humanos (ex ESMA) se propone como un ámbito de homenaje a las víctimas y de condena a los crímenes de lesa humanidad cometidos durante el terrorismo de Estado. Se plantea, además, como un ámbito de referencia nacional e internacional de políticas públicas de memoria, de promoción de valores democráticos y de defensa de los derechos humanos. Es un lugar de intercambio cultural y de debate social sobre el terrorismo de Estado y la experiencia genocida; un espacio de reflexión sobre el pasado reciente. Las visitas guiadas al predio, los congresos, los programas educativos, las actividades culturales y la producción de contenidos son algunas de las herramientas que utiliza para cumplir con ese objetivo.

http://www.espaciomemoria.ar

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