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La hinchada, nuevo protagonista del espectáculo futbolístico. Deporte, política, territorialidad. Análisis y propuestas del sociólogo Pablo Alabarces para reducir la violencia en el fútbol.

 

        A fines de febrero, fuera del estadio del Club Tigre, conocidos barras de este equipo protagonizaron un episodio policial.

        Las cámaras de control (llamadas por la mayoría de “seguridad”), justo ese día, no sirvieron para controlar nada: estaban fuera de servicio. Se habla de la relación de esos “hinchas” con políticos de la zona, uno de los hilos que traman la violencia en el fútbol.

        Para resolver este problema, el sociólogo Pablo Alabarces sostuvo: “Primero hace falta voluntad de la AFA, que queda claro que no la tiene. La AFA está tapizada de cómplices, con Grondona a la cabeza. Todas las condiciones de agravamiento de la violencia se producen bajo el reinado de Grondona. La complicidad casi obscena de los dirigentes con los barras ocurre durante la gestión Grondona y el poder político no le va en zaga. El periodismo, que no se da cuenta de la violencia verbal que practica cotidianamente; los jugadores; la sociedad civil, si entendemos a las hinchadas como elementos de la sociedad civil, participan de la lógica aguantadora”.

        ¿Cómo se desarma esto? – “Con 10 años de laburo. Y los primeros resultados se ven a los 5 años, pero esto choca con la imposibilidad argentina de producir políticas que duren más de 5 minutos”.

 

Empoderar a las hinchadas

        El investigador del Conicet propone, como parte de la solución, que las hinchadas dejen de ser objeto de intervención policial para convertirse en sujeto de control de sus propias acciones.

        “Si reconocemos a los hinchas como organismos de la sociedad civil y los sentamos en una mesa con la policía, con dirigentes, con autoridades políticas, entonces puede comenzar el diálogo. Tenemos la experiencia colombiana, están haciendo esto y les está dando buen resultado, bajaron la cantidad de incidentes. Esto es lo que proponemos acá, pero la policía gana dinero con la violencia, factura con el adicional de servicio. En definitiva, la violencia es un buen negocio”. Y como si esta afirmación no fuese suficiente, lanzó otra más inquietante aún: “La violencia beneficia a más gente de la que perjudica, los únicos perjudicados son las víctimas y los deudos”.

        Aunque trabaja por el cambio social, como conocedor de los bueyes con que ara, Alabarces aseguró: “Todo es solucionable, pero exige decisiones y esfuerzos que estoy absolutamente convencido de que nadie está dispuesto a tomar”.

        La sociedad civil ¿podrá hacer algo? – “Hace falta una huelga de hinchas. Todos los hinchas diciendo ‘no vamos más a la cancha, no compramos más el Olé, no prendemos más la tele. Huelga general hasta que nos devuelvan el fútbol’.Hace falta que los hinchas se puedan sentar a una mesa donde puedan decir ‘no queremos árbitros vendidos, no queremos dirigentes corruptos, no queremos periodistas mentirosos”.

        Por supuesto, surgió la experiencia inglesa: “En Inglaterra hay una federación de hinchas, o sea un organismo de la sociedad civil con representantes de todos los clubes. Funciona como un órgano de poder. Se sientan todos y discuten, por ejemplo, los precios de las entradas”.

        El investigador se encargó de aclarar que el empoderamiento de las hinchadas no es una carta de vía libre: “Esto convierte al hincha en usufructuario de sus derechos y también en responsable de sus deberes. Darles poder no significa decirles ‘maten tranquilos, muchachos, no pasa nada’. Es reconocer que ellos son los actores del espectáculo y saben mucho más que algunos giles”.

 

Un club para cada intendente

        Si bien la relación entre política y deporte tiene larga data, Alabarces aseguró que es un mito que el éxito deportivo asegure el éxito político, “no hay un solo ejemplo en la historia del deporte universal”.

        Lo que sí existe es una relación entre deporte y territorio: “Casi no hay intendente en Argentina que no tenga relación con el club de fútbol de su zona. Gobernadores de provincia han sido presidentes de clubes; el presidente de Uruguay, Julio Sanguinetti, fue presidente de Peñarol. Es decir que es un fenómeno básicamente local, salvo en el caso de Boca, con la aparición de Macri, un tipo que nunca había pisado La Boca. Su relación con el equipo es una situación de visibilidad porque todo lo que el fútbol toca, lo vuelve visible. Macri tocó a Boca y de golpe lo conoció el país, pero no gana la jefatura de gobierno porque Boca gana la Libertadores, en realidad, él llega a la jefatura de gobierno después de que Boca había perdido la Libertadores”.

        Es decir que Sergio Massa, haciéndose hincha de Tigre, recupera una tradición, “sabiendo que esto le granjea popularidad y aceptación. Pero esto no funciona mágicamente, porque hay que dar con personas indicadas. Tigre la pegó con ciertas personas que le permitieron construir campañas sólidas, no irse al descenso, jugar la copa Libertadores”. O sea que el actual intendente de Tigre llegó al lugar justo en el momento adecuado, porque “la crisis de los equipos grandes, que tienen deudas monstruosas, crisis institucionales, fracasos, les permitió a los (clubes) chicos equiparar distancias deportivas. Así, Tigre recuperó el orgullo barrial y como, además, tiene la ventaja de que en su territorio no hay otro club, esto le permitió condensar libido”.

        Tanta libido se condensó que las calles aledañas al club se vieron violentadas por enfrentamientos fratricidas, porque los hinchas cambiaron el amor al equipo por la lógica del mercado: comprar y vender (se) al mejor postor. Si lo hacen los jugadores, los técnicos, los árbitros, los representantes, los dirigentes, los políticos… ¿por qué no ellos?

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