Volver a la rueca

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Lanas de oveja, llama y copos de algodón hilados por mujeres de Granadero Baigorria. Calidad artesanal y rentabilidad es lo que ha logrado un pequeño grupo de mujeres que forman parte de una cadena de valor textil artesanal. Integran la Red de Comercio Justo del Litoral.

 

La figura de una mujer hilando en rueca nos remonta a los cuentos de nuestra niñez. Sin embargo, esa actividad que creíamos perdida entre las páginas de un libro, en la actualidad ha recuperado su estatus, ya que las fibras hiladas a mano son un producto muy apreciado, tanto en Argentina como en el exterior.

Este retorno a lo artesanal permitió que mujeres de Granadero Baigorria, provincia de Santa Fe, conformaran el grupo de hilanderas Lalén. Estas trabajadoras no sólo se interesan por la textura de sus hilados, promueven también el comercio justo, el trabajo digno y el consumo responsable, formando parte de la Red de Comercio Justo del Litoral.

 

Cadena de valor textil

La materia prima que el grupo Lalén utiliza para hilar proviene de la provincia de Córdoba, ya que allí se encuentra la organización madre De Manos y de Palabras: “La fibra de llama viene de Río Cuarto y la  de oveja de Pampa de Oleán. Como definición política, lo que nosotras no producimos, se lo compramos a cooperativas. La mayoría de las hilanderas están en el Valle de Punillas. Nosotras, en Coronel Baigorria, somos 7 y en este momento tenemos algunas compañeras en proceso de aprendizaje”, explicó Liliana Soto, coordinadora del grupo Lalén.

En todo el proceso de hilado  -que realizan en rueca a pedal-  lo que lleva más tiempo es la limpieza de la fibra, pero este tema lo tienen resuelto: “Logramos que una empresa recuperada de Avellaneda (provincia de Buenos Aires) lave la fibra. Esto acorta el tiempo de nuestro trabajo, nos permite producir más cantidad y mejora la cadena de rentabilidad, porque si el vellón está sucio, se paga poco y las horas de trabajo que lleva hilar, nadie las paga. Además se generan puestos de trabajo, porque hay gente que limpia el vellón. Es decir que formamos parte de una cadena de valor textil artesanal”.

El lavado de las fibras es totalmente ecológico: “Se hace con mangueras con aire y vapor y se pasa por cardas, no se le pone cloro. El proceso es natural”.

Al hablar de precios, Liliana sostuvo: “Nuestra hora de trabajo no se puede comparar con la industrial porque se utilizan máquinas. Pero también somos realistas, tenemos precios acordes al consumidor porque, si no, corremos el riesgo de producir para una elite. Con respecto al mercado, tenemos precios similares, incluso hay hilados industriales que son más caros que los nuestros; otros hilados de mayor diseño pueden salir un poco más caros”. Por supuesto, aprovechan toda la materia prima ya que el desperdicio de las fibras lo utilizan para hacer fieltro.

Hilan, también, fibra de algodón que “lleva mucho tiempo porque es muy corta”, además, en este caso, aparecen otros componentes: “En este momento, la industria está pagando por cada kilo cosechado, 30 centavos y eso lleva el trabajo de toda una familia porque el volumen es muchísimo. Nosotras le compramos a una pequeña cooperativa y le estamos pagando $6,70 el kilo, con semilla y todo, sin ningún proceso. Cuando le explicamos a la gente que respetamos el trabajo de los cosechadores y el medio ambiente, entonces el comprador considera el valor que tiene lo que va a consumir”.

Poder contar la historia que hay detrás de cada producto permite que “la gente se pregunte qué compra, a quién le compra. Muchas de las remeras que uno se pone están sosteniendo el trabajo esclavo”, comentó Liliana Soto, que sabe hilar finito.

 

Foto: Una de las integrantes de Lalén

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