10 años de trabajo en la Reserva de Biósfera

Segunda parte entrevista a María Isabel Tórtora y Miguel Otero. Construcción de conocimiento para garantizar una producción efectiva y sustentable. Intercambio entre pobladores, productores e investigadores. Desafíos que aún perduran.

        Cuando el Municipio de San Fernando, bajo la gestión de Osvaldo Amieiro, decidió resguardar su sector insular con la forma de Reserva de biósfera, tuvo como eje fundamental la conservación de la biodiversidad, el desarrollo socioeconómico y el mantenimiento de la cultura isleña. Durante 10 años se trabajó para ello con un Comité de Gestión integrado por pobladores, organizaciones locales, el Inta, universidades, científicos. Es el gobierno local el que tiene la responsabilidad sobre la Reserva de Biósfera y debe, por lo tanto, convocar periódicamente al Comité de Gestión. Al respecto, el arquitecto Miguel Otero expresó: “En el Comité de Gestión deben estar quienes tienen real compromiso y representatividad, es una especie de democracia representativa, así se constituyó en San Fernando”.

        Ana Inés Malvárez, Fabio Kalesnik, Patricia Kandús fueron investigadores muy comprometidos con la creación de la Reserva. De ellos los entrevistados dijeron: “Eran profesionales muy formados e ideológicamente muy correctos”. Los dos primeros han fallecido, Patricia Kandús sigue investigando sobre el tema.

        “Fabio (Kalesnik) estaba haciendo un estudio sobre lo que crece en el sotobosque para luego hacer un vivero de recuperación de especies originarias”, comentó María Isabel Tórtora. Y en relación a Inés Malvárez, recordó que en las reuniones con los productores “se agarraba la cabeza porque ella insistía que el delta es un mosaico de humedales y los productores decían ‘no vengan con esto del humedal porque acá es la pampa húmeda’. Pero en los intercambios unos fueron aprendiendo de otros a tal punto que, cuando se debatió la ley de humedales en 2020, los que salieron a defenderla fueron los productores”. Asimismo, en relación al manejo del agua, al principio Kalesnik y Kandús se opusieron, pero luego, escuchando a los productores, modificaron su mirada. “No se puede hacer un plan de manejo en el delta si no se habla del manejo del agua. Hay que ser muy cuidadoso, porque si hay compuertas, se deben abrir y cerrar porque si no se abren nunca, empieza a subir el salitre y eso estropea cualquier plantación”.

Los logros

        Durante 10 años trabajaron en manuales de buenas prácticas, sobre los cuales la arquitecta Tórtora señaló que “algunos productores los pusieron en práctica y sacaron ISO 14.000; todo éste era el camino para llegar al sello de denominación de origen”.

        Uno de los objetivos de los manuales fue indagar sobre otros cultivos para no quedar dependiendo de la celulosa. “Se buscó la producción de madera de calidad. También se hicieron convenios para el diseño aplicado a muebles. Como en el 2000 se fue todo al demonio, ya no quedaban artesanos de mimbre, tuvimos que traer artesanos chilenos, se recuperó la artesanía, buscamos mercados y se consiguió exportar”. En sus recuerdos fueron surgiendo anécdotas: “Se hicieron viveros para recuperar frutales y se logró una producción de ciruelas. Conseguimos contratos de exportación de cantidades y cuando fuimos a buscarlas, todos habían cultivado distinto tipo. Aunque eran cooperativas, la mentalidad isleña los llevó a distinguirse unos de otros. Así que también hubo que trabajar eso”.

        Se aprobaron los protocolos de actividad turística y “como en ese momento el Municipio no tenía dirección de turismo, se armó por la Reserva (de Biósfera) y Fabio Kalesnik empezó con la formación del personal”, informó Otero. Efectivamente, todavía es posible encontrar algún ejemplar de Reserva de Biósfera Delta del Paraná. Formación en educación para el ambiente y el desarrollo, de autoría de Fabio Kalesnik y Carina Kandel.

        Por una larga relación con el Ceamse iniciada en 1987, consiguieron que hiciera un programa especial para la recolección de residuos. “A los establecimientos turísticos se les exigía la separación en origen. El Ceamse retiraba de las escuelas y traía al continente. Ese material se vendía y el dinero era para las escuelas. Funcionó durante 10 años”.

        Instalaron estaciones meteorológicas donadas por Unesco, una en Carabelas y otra en el hospital del Paraná Miní.

        Se hizo un inventario forestal con fotografía multiespectral, lo que permitía la interpretación de la imagen. También se hizo el mapa del suelo que “es necesario para poder planificar”.

        Armaron la red de monitoreo de incendios: “En torres altas se pusieron cámaras de video. Había una persona que operaba y si veía una columna de humo, la ubicaba con orientación exacta y avisaba por radio. Algunas cámaras las pagó el Municipio y otras los particulares porque donde hay capital de trabajo, las empresas ponen plata”, remarcó Otero. Y en relación a pequeños productores y empresarios, reflexionó: “Toda la madera que se produce en el Delta, es madera implantada, no es bosque nativo. Se cultivan especialmente salicáceas para la producción de papel y el principal consumidor es Papel Prensa, es monopólico, pero es lo que hay. Lo que se debe hacer son políticas correctas para garantizar que la relación de intercambio sea justa y ése es el rol del Estado, porque el productor no puede pelear por sí mismo con un monstruo. Estos son los agujeros por la falta de continuidad que siempre hubo en la región”.

        Sobre el río Carabelas se creó el pueblo Nueva Esperanza donde concurren los caminos rurales. “Es un delta con camiones. La idea fue instalar allí aserraderos así se generaba trabajo, porque para repoblar la zona hace falta trabajo”, afirmó Tórtora.

        Toda la información elaborada sobre la Reserva de Biósfera estuvo a disposición del público de manera gratuita en la página del Municipio.

        Recordando el trabajo hecho, el ex funcionario Miguel Otero lamentó que “toda nueva administración tienda a olvidar lo que hizo la anterior, porque se pierde todo lo construido. Quizás nosotros seamos un poco responsables por no haber notificado sobre todo esto con más pasión”.

Por Mónica Carinchi

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