Arribo Prematuro. Lactancia y nutrición

Acompañamiento con perseverancia y convicción. El libro de Valeria Velardi reúne experiencias y anécdotas de un proceso que se inició con la llegada prematura de su hija Lucía y el aprendizaje que significó no renunciar a la lactancia materna. Cómo cerrar una etapa para seguir el crecimiento. Editorial Almaluz.

        Cuántas veces la vida nos sorprende como la sorprendió a Valeria Velardi que transitó su embarazo 10 puntos y, en la semana 30, fue a control y por hipertensión la dejaron internada. Finalmente, su niña nació en la semana 32 de gestación con una cesárea de emergencia.

        Con un poco más de un kilo, la bebé nació perfecta, aunque debió permanecer internada durante 20 días. Dada la llegada prematura, Valeria no tenía leche y esto ocasionó un camino de amoroso aprendizaje que quedó plasmado en el libro Arribo Prematuro. Lactancia y nutrición.

Aprendizajes

        En esos 20 días de acompañamiento a la bebé, el hospital se transformó en una escuela tanto para Valeria como para su esposo, Héctor.

        Con amorosa constancia, ella aprendió a estimular la glándula mamaria para extraer sólo un poquito de leche, pero aun así, no se bajoneaba. Y esto es lo importante: “Tener la perseverancia de seguir”.

        Cuando la bebé tuvo el alta, se inició otra etapa de aprendizaje: estar los tres solos en el hogar.

        Unos días después de estar en el departamento, “la beba lloraba y lloraba” y su mamá se preguntaba si tendría hambre porque su leche era poca. Ahí estaban, ella con la teta y Héctor con la mamadera, para satisfacer el hambre de la niña que iba creciendo muy bien y a succionar cada vez mejor.

        Tenían todos los miedos de todos los primerizos: ¿por qué llora?, ¡tiene fiebre!, ¡cuándo se pasará esto! Para no sucumbir ante estas inquietudes, siempre recurrieron al acompañamiento médico, que fue fundamental: “Si aumentaba la mamadera, corría el peligro de que dejara la teta. La recomendación médica fue que aumentara la leche de fórmula de a poco, hasta que ella sola la dejó porque quería leche de teta solamente”.

        Durante los primeros 5 meses, Valeria se dedicó al cuidado exclusivo de la pequeña y luego fue incorporando actividades personales “cuando, por 3 horas, Lucía ya no necesitaba tomar teta”.

        Las abuelas fueron colaborando en la justa medida y Héctor jamás pataleó por cambiar pañales o calentar mamaderas.

        A los 2 años llegó el momento de iniciar el jardín de infantes y “¡Lucía tomaba teta hasta 5 veces por día!”. Fue entonces cuando comenzó ese momento de tensión interior: despedirse de esa etapa de tanto contacto.

        El destete de la mañana y la tarde no fue complicado porque el jardín resultó muy estimulante para Lucía. Pero la noche se hacía difícil para las dos. “Este libro nace con un poema. La manera de darle un cierre a ese último período de lactancia fue escribir el poema y comprometerme”, resaltó la autora del libro.

        Compartir el poema fue significativo para otras mujeres que la alentaron a escribir su experiencia y Vale se dijo que el libro podría “acompañar a las familias que tienen un bebé que nació prematuro”.

        Y el libro ya está viviendo su propia existencia, por Argentina y toda Latinoamérica, porque logra, con sencillez y ternura, ahuyentar inquietudes y convocar el mágico encuentro de crecer junto con otro.

Por Mónica Carinchi

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