De vergel a tierra arrasada

Con bajante, sequía y fuegos catastróficos, debaten un proyecto inmobiliario. Falta de controles sobre productores ganaderos. Especulación inmobiliaria sobre el humedal. Estados provinciales que descuidan el patrimonio colectivo. Profesionales con escasos recursos para actuar. Isleños que se mantienen en su territorio y resguardan como pueden su espacio vital.

        La cuenca del Paraná, que atraviesa la Argentina, alberga una riqueza conformada por sus tierras aluvionales, sus ríos, su diversidad vegetal y animal, también por sus inundaciones, que aportan nutrientes de variado tipo. En esta región, además, se asienta gran parte de la población argentina, beneficiada por el pulmón verde que conforman las islas del delta paranaense.

        Esta extensa región de humedales, que debería ser protegida y utilizada con inteligencia para desarrollar actividades productivas, para la actual generación y también las posteriores, se transformó en un campo de tensiones: usurpadores de toda calaña se quieren apoderar del lugar para explotarlo con la lógica del mercado capitalista. Y para esto no dudan en ejecutar mecanismos de destrucción ecológica; uno de ellos son los incendios provocados en un momento de sequía extraordinaria por la bajante histórica del río Paraná.

        Desde fines del año pasado había indicios suficientes e información técnica para prevenir los incendios catastróficos que, ahora, parece que sólo detendrán las lluvias.

        Ernesto Massa es ingeniero agrónomo, especializado en ganadería de islas. Justamente por esto se vio obligado a estudiar sobre fuegos, ya que una práctica tradicional de la ganadería – no sólo en las islas – es la quema de pastizales para obtener, rápidamente, el rebrote.

        “En el delta medio hay mucha tierra fiscal y su uso por parte del Estado podría ser ejemplificador”, dijo Ernesto, para luego informar: “Por ahora, el Estado o prohíbe o multa el fuego, pero tendría que tener una activa participación para solucionar de manera más inteligente el problema. Entre Ríos tiene mucha tierra pública y durante mucho tiempo la arrendó por muy poco dinero, pero los arrendatarios subarrendaban y ellos sí ganaban mucho dinero”.

        El agrónomo también informó que “hay mucha gente con mucho conocimiento para que en el Delta se produzca de manera sustentable, sólo hay que sentarla y ponerla a trabajar”. Obviamente, hacen falta recursos, no se puede estar pidiendo prestada una lancha.

Además, un proyecto inmobiliario

        Las islas que están frente a la costa de Rosario pertenecen al departamento de Victoria, Entre Ríos; son 270 mil hectáreas y más de la mitad es tierra fiscal.

        Nelson Yapura vive en El Espinillo, un paraje isleño frente a Rosario. Es testigo de un proceso que se viene desarrollando desde fines de los 90: el avance ganadero sobre las islas. “La mayoría son hacendados de Santa Fe que prefirieron poner ahí soja y llevar las vacas a la isla”. Por supuesto, no se andan con chiquitas: meten 15 o 20 mil cabezas, entre ellos la empresa Baggio o Paladini (el de los fiambres).

        Como Yapura no anda sólo por la costa, puede agregar otra causal de los incendios: “Hay gente que arrendó 3, 4, 7 mil hectáreas, empezaron a cerrar los arroyos naturales, a meter bomba y secar las lagunas para tener más campo para la hacienda. Desde el 2005 venimos informando sobre el desastre que hacen los que tienen hacienda en las islas. Y esos no son isleños nativos porque los nativos jamás cerraron un arroyo y jamás metieron bombas para secar lagunas que tienen 30 o 40 hectáreas, porque el isleño no tiene ese dinero ni para comprar una bomba para su rancho”.

        Muchos pobladores han abandonado las islas y esto es muy peligroso, porque son los que realmente saben producir sin dañar el ecosistema. Mientras, los que se mantienen en el territorio, también deben enfrentarse contra los desarrolladores inmobiliarios: “Han traído especialistas para testear terrenos para hacer edificios y guarderías náuticas. Nosotros hemos hecho denuncias porque hacer acá guarderías produciría un impacto muy negativo”. En Victoria, a los pies del puente, ya construyeron barrios privados porque “ahí hay electricidad, agua corriente y cada vez avanzan más hacia las islas”.

        Los primeros días de agosto se dio a conocer que el Concejo Deliberante de Victoria trataría un pedido de excepción para un proyecto inmobiliario de 60 lotes de 3000 metros cuadrados cada uno sobre la costa que da a Ganadero Baigorria. El dueño del predio es un conocido ganadero rosarino, Esteban Hernández; defendió su proyecto asegurando que es sustentable y que le había hecho las modificaciones pedidas por el Concejo Deliberante, ya que lo había presentado 3 años atrás! Justo salió a luz en un momento de gran sensibilidad.

        ¿Qué harán los concejales? Responden en su mayoría al intendente, quien tiene una estrecha relación con la Sociedad Rural de Victoria.

        Obviamente, no sólo los isleños, también muchos rosarinos están en contra del proyecto, aunque sea muy sustentable.

Aparecen víboras

        Hace 15 días surgió un foco en islas de Baradero, a 500 metros de la casa de Norberto Cáceres, un isleño que persiste allí porque está seguro que es el mejor lugar para su familia.

        “La isla de mi casa se quemó completa. Este fuego ha hecho desastre. Además, a nosotros nos trae el problema de ratas, víboras. Hoy, en casa, matamos tres yarará”.

        También Norberto sabe que hay gente que quema cuando hay sequía y una vez que sale el rebrote “aprovechan y echan ganado”. Esta es una forma muy barata de producir carne de exportación, porque las vaquitas que se alimentan a pastizal no van al plato de doña Rosa.

        Uno de los trabajos de Norberto es llevar gente a pescar, por lo cual tiene olfato para las inversiones turísticas: “En Baradero, hay gente que está alambrando sobre la costa, porque no hay tanta plata para irse lejos a vacacionar y se vienen para estos lados. Entonces muchos le vieron la pata a la sota”. Surgen así las usurpaciones de tierras y como “los isleños son personas humildes que no quieren tener problemas, terminan yéndose”.

        Anteriormente, la prefectura tampoco colaboraba con los isleños, ya que los paraba por cualquier nimiedad; ahora se están entendiendo un poco más. Con quienes todavía no logran relacionarse, es con los funcionarios nacionales a quienes quisieran acompañar por su recorrido en las islas. “Yo les hubiera podido decir a dónde se inició el fuego y no es tan difícil sacar conclusiones. Pero no vienen, parece que para ellos no es importante, pero para nosotros sí, porque el fuego se está llevando todo lo que nos sirve para vivir”.

Por Mónica Carinchi

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