“Formamos buenos palistas y mejores personas”

Tiene desierto, caldén, salinas y también la Asociación Pampeana de Canotaje. En Santa Rosa, capital de La Pampa, se encuentra la Escuela Municipal de Canotaje, dirigida por Claudia Monteira. Entrenan en la laguna que está en el parque Don Tomás, a 10 cuadras del centro de la ciudad. Concurren niños, adolescentes y adultos y cada día hay más mujeres.

        La provincia de La Pampa es conocida por el caldén y las salinas, pero casi nadie sabe que existe la Asociación Pampeana de Canotaje, presidida en este momento por Claudia Monteira.

        Habiendo vivido siempre cerca del mar, cuando se mudó a Santa Rosa, capital de La Pampa, inmediatamente tomó contacto “con lo único que tenía un poquito de agua”, es decir la laguna que se encuentra a unas 10 cuadras del centro de la ciudad. Allí Claudia comenzó a tomar clases de canotaje en la Escuela Municipal de Canotaje de Santa Rosa, dirigida por el afamado entrenador Daniel Sierra. Con el tiempo, se convertiría en ayudante de Daniel y también en su compañera de vida.

        “Daniel me legó esta pasión”, expresa la entrevistada, que es la actual entrenadora de la Escuela Municipal porque Daniel partió a una regata eterna.

        Desde hace 20 años, Claudia Monteira dedica su vida al canotaje, ya que, cuando cierra con llave la puerta de la Escuela, sigue la actividad en su casa. “Tengo un trabajo que me encanta, disfruto estar con los niños y los adolescentes, acompañarlos en sus logros. A veces vuelve gente que dejó hace muchos años y nos abraza con mucho cariño y eso es un orgullo”.

        En todos esos años, la Escuela fue creciendo, en sus instalaciones, en embarcaciones y también en la incorporación de niñas que se acercan a este deporte. “A veces somos 12 en la clase y 9 son mujeres. Miro y pienso ‘eh, ¿qué pasó acá?’”. Claudia y sus alumnas son el ejemplo del ingreso de la mujer a un deporte en el cual históricamente predominaban los hombres.

Poca agua y mucho viento

        La Escuela de Canotaje se encuentra en el Parque Don Tomás; allí está la laguna de 1400 metros de diámetro y, enfrente, un cuenco lagunar, de 300 metros, que utilizan para la iniciación al deporte. La laguna, que se alimenta de lluvias, no tiene profundidad, Claudia la describe como “un plato playo que necesita dragado”. A veces deben caminar muchos metros, con el agua a los tobillos, para poder remar y, ya en los botes, la paleta se mete en el agua y arrastra barro que va cayendo en un dibujo simétrico que acompaña el movimiento de los palistas. Si a esto se le suma que no hay reparo para el viento y “cuando hay viento, hay viento”, es indudable que estos deportistas van templando su cuerpo y su espíritu.

        Los entrenamientos sólo se detienen si hay tormenta eléctrica, “si hay viento, frío, lluvia, helada, se sale igual. Con Daniel siempre decíamos que tenemos que formar buenos palistas… y mejores personas”. Por esto, Claudia cuenta con orgullo: “En este momento está trabajando un muchacho de 22 años que empezó a los 10 en la escuela. Era un chiquito rebelde, lo retábamos y hoy es mi mano derecha”.

        Entre juegos con los más chiquitos y un entrenamiento continuo y cada vez más riguroso para los que apuntan al selectivo, el compañerismo y la solidaridad se van fundiendo en el deporte. “Aunque estemos remando, entrenando o compitiendo, cada palista sabe que la prioridad es la vida del compañero o de la persona que está remando cerca y que no se conoce”.

        Los desafíos se inician desde el momento que se llega a la Escuela: “Tenemos niños y adolescentes con síndrome de Asperger que se van integrando cada vez más, yo estoy segura que les hace muy bien. Y hay casos como el de Fede, que llegó con 22 años y 155 kilos, él había remado de chico, pero después ya no pudo subir a un bote de competencia porque son angostitos. Daniel le dijo que, si bajaba 30 kilos, lo llevaba al campeonato argentino. Hoy Fede pesa 95 kilos, está en el selectivo, corrió la regata de Río Negro. Todo gracias a la constancia en el entrenamiento”.

        También están los momentos de esparcimiento, que disfrutan todos juntos, “de los 10 años a los 22”, juntándose los fines de semana a comer pizza y conversar y “las madres están tranquilas porque saben que los más grandes cuidan a los más chicos”. Y Claudia está orgullosa de “ese equipo tan diferente, porque a la hora de entrenar y divertirse son todos iguales”.

        Con gran satisfacción Claudia cuenta que en 2011 organizaron el Campeonato Argentino de Velocidad, “vinieron más de 500 palistas de todo el país, pusimos 110 boyas en la laguna”. Ahora tiene por delante dos objetivos, formar entrenadores para consolidar la escuela y seguir desarrollando el canotaje en la provincia. “Es difícil que la gente venga a La Pampa, por eso digo que tenemos que traerla por deporte y por cultura. Como estamos en el centro del país le queda a igual distancia al que vive en Misiones que al que está en Santa Cruz”.

        Es muy común ver a Claudia parada en la laguna mirando a lo lejos, no mira al infinito, mira a los jóvenes palistas que reman superando obstáculos climáticos y personales, como lo hizo ella y lo seguirá haciendo.

Por Mónica Carinchi

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