Para vivir mejor, más árboles

Hacia una planificación estratégica de los espacios verdes. Gases de efecto invernadero, exceso de cemento, contaminantes, ruidos, todo afecta la calidad de vida en las grandes ciudades. El arbolado puede mitigar estos efectos indeseados. Su manejo exige conocimientos y normativas apropiadas a las condiciones actuales.

        La concentración en la atmósfera de gases de efecto invernadero preocupa a la ciudadanía y a los gobiernos, dado que son los causantes del calentamiento global, tan peligroso para la continuidad de la vida tal como la conocemos. Si bien estos gases son varios, el que se encuentra en mayor proporción (60%) es el dióxido de carbono que se comenzó a emitir de manera desproporcionada a partir de la Revolución Industrial, con la utilización de combustibles fósiles (carbón, petróleo, gas).

        Los vehículos que atraviesan las ciudades de manera constante producen una gran cantidad de gases invernadero. El aire denso que envuelve las urbes resulta cada día más enfermante.

        La única forma natural de modificar esta situación es a través de las plantas: almacenan el carbono y devuelven el oxígeno a la atmósfera. Por este motivo, los árboles son esenciales para mejorar las condiciones de habitabilidad urbana. Conservar, mejorar y ampliar el arbolado urbano es obligación de la gestión municipal, que debe establecer una planificación estratégica de los espacios verdes.

Hojas de otoño

        Es conocido que el arbolado urbano disminuye la temperatura y el ruido ambiental; reduce la pérdida de agua de lluvia; retiene agentes contaminantes; absorbe la reverberación térmica de los materiales de construcción; aporta biodiversidad; posibilita la existencia de avifauna; hace mucho más amable el ambiente urbano. Estos beneficios, y muchos más, se los debemos a nuestros árboles y plantas en general, entonces ¿por qué se destruyen?, ¿por qué se los deja morir?, ¿por qué se los poda mortalmente?

        Sostener que se realizan podas masivas o extracciones de árboles porque los vecinos lo solicitan, no sólo es mentir, es también desconocer exigencias básicas para la gestión actual de la ciudad, además de favorecer un negocio redondo: poda excesiva e inadecuada, debilitamiento de la especie, muerte, extracción, reposición. Se paga por todo: poda, extracción, reposición. Como los árboles nuevos no se cuidan, morirán, entonces se extraen y se reponen y sigue el circuito sin fin. ¿Qué empresa poda? ¿A qué viveros se compran los árboles? ¿Se puso a pensar el contribuyente en este gasto inútil? ¿Cuántos árboles y/o palmeras vio morir en los últimos años?

        En cuanto a las palmeras, sus beneficios ambientales son menores que los brindados por los árboles, ya que la captación del carbono es menor y, como no son caducifolias, no completan el ciclo del carbono. ¿Por qué se plantan?

        En la ciudad deben estar presentes árboles de calidad y en cantidad; de manera sistemática se deben controlar para detectar, a tiempo, posibles problemas patológicos o de estabilidad. Además, se deben regar periódicamente. En Tigre centro es muy fácil llenar un camión cisterna con agua del río y regar todos nuestros árboles y espacios verdes que siempre están en condiciones deplorables. Las plazas deben tener pasto, pastizales, arbustos; actualmente son manchones de pasto seco rodeado de tierra estéril. Las plazas deben estar diseñadas con sectores de pasto corto para que la gente pueda sentarse y los niños jugar y otros sectores con plantas que conformen un espacio silvestre que permita la existencia de pequeños animales, entre ellos ranas que comen las larvas de mosquitos. En todos los espacios verdes se deben mantener las hojas de otoño, que retienen humedad y por lo tanto generan nueva vida.

        En una ciudad que tiene un aumento descontrolado de edificios, se deben plantar muchos árboles autóctonos, armar corredores biológicos, hacer planteras corridas, poner bebederos en plazas y veredas y, desde luego, contratar personal calificado para el mantenimiento del patrimonio arbóreo.

        Nuestros árboles son nuestro patrimonio, otorgan identidad y valor a la ciudad. Sauce criollo, ceibo, rama negra, aliso de río, curupí, anacahuita son árboles típicos de la zona rioplatense que deberían estar en todos nuestros espacios públicos. El Municipio debería tener un vivero propio donde cultivar estas especies y muchas más, no sólo para uso interno sino como espacio educativo para todas las escuelas de la zona.

        “La Comisión Europea utiliza el concepto de Infraestructura Verde Urbana”, informó el Ingeniero Agrónomo Claudio González, “y la definió como una red estratégicamente planificada de espacios naturales y seminaturales y otros elementos ambientales diseñados y gestionados para ofrecer una amplia gama de servicios ecosistémicos”. En esta definición se incluyen los espejos de agua, por lo cual en Europa se están restaurando humedales. El Agrónomo Claudio González trabajó en el diseño del Código de Infraestructura Verde Urbana de la Ciudad de Buenos Aires, que está esperando su tratamiento. “Un Código es una normativa técnica, administrado por una comisión específica. Establece qué se puede y qué no se puede hacer. Termina con los negociados, por ejemplo, de la poda”. Entendemos por qué se niegan a tratarlo.

        Vivir en una ciudad no nos debe condenar a convivir con una mísera representación de naturaleza, por el contrario, favorecer la integración de espacios naturales en el tejido urbano es una urgencia para la cual los funcionarios deben ponerse a estudiar. Los ciudadanos, por su parte, deben estar atentos porque vivir mejor es posible.

Por Mónica Carinchi

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