Regresar a la apicultura natural

Miel, productos derivados y una propuesta didáctica. Llegados a Benavídez en el año 2000, Adriana y Ricardo iniciaron una vida en contacto con la naturaleza. Empezaron con la huerta orgánica, continuaron con la apicultura y finalmente crearon Apihuerto, un emprendimiento que le pone valor agregado a la producción de miel.

Desde hace 60 millones de años, las abejas pueblan nuestro planeta. La coevolución de estos polinizadores y las plantas con flores le llevó a la naturaleza un tiempo inaprehensible al hombre, que -desde hace unos 7 mil años – inició la recolección de miel.

Las abejas no sólo nos benefician con sus productos (miel, polen, cera, propóleo, jalea real), constituyen también una gigantesca mano de obra a nivel mundial, ya que polinizan el 90% de las plantas existentes; contribuyen directamente al mantenimiento y regeneración de los ecosistemas; son pilares de la biodiversidad y bioindicadores de la salud de los ecosistemas que habitan.

Pero, mientras la mano de la naturaleza es muy lenta en sus procesos, la garra de los hombres es muy rápida en la destrucción: pesticidas, transgénicos, monocultivos están acabando con las abejas. Por eso muchas voces se levantan, muchos estudiosos comienzan a alertar sobre el peligro de su desaparición y muchos apicultores retoman el camino de la apicultura natural.

Acompañar a la abeja

“Nosotros tenemos pocas colmenas, las trabajamos de manera natural y le ponemos valor agregado”, explicó Ricardo Morillas, quien – junto con Adriana Ameri – lleva adelante el emprendimiento Apihuerto.

Estos vecinos de Benavídez llegaron a esa zona en el 2000; como a muchos argentinos, la crisis los llevó por caminos de innovación: “Empezamos procurándonos alimento, por eso lo primero fue una huerta. Paralelamente, comenzamos a estudiar apicultura”, contó Adriana.

Así surgieron las colmenas, que tuvieron que trasladar a Escobar porque “crecieron los barrios privados”. Este fenómeno, que por un lado perjudica, tiene también su aspecto beneficioso: “El campo dejó de ser natural por los pesticidas, los transgénicos, por eso hay más apicultura urbana, porque en estas urbanizaciones hay más flores, más insectos”.

Ricardo está convencido de que “el apicultor acompaña a la abeja, porque ellas solas pueden hacer sus procesos, como lo vienen haciendo hace miles de años”; y señaló algunos errores: por un lado, introducción de abejas de otros países, que “produjeron enfermedades que se tienen que curar con antibióticos que las debilitan y por lo tanto producen menos miel”; por otro, “algunos extraen toda la miel del panal, entonces, en el invierno, deben alimentar a las abejas con azúcar, con jarabe de maíz, es decir cosas artificiales. Esto las debilita, se producen enfermedades, hay que curarlas con remedios y se debilitan aún más”. Por este motivo “ahora se está volviendo a la apicultura natural”, lo cual implica, entre otras cosas, “usar sólo el excedente que produce la abeja porque producen mucho más de lo que necesitan para alimentarse”.

Miel argentina

“Argentina es uno de los mejores y mayores productores de miel en el mundo. El 85% de nuestra producción se exporta, pero sin valor agregado. Se envasa en otros países, también se usa para mezclarla con miel de menor calidad”, contó Ricardo, que sí le agrega valor a su producción. “Hacemos shampú con miel y romero, velas, jabones, cremas”, comentó Adriana.

La miel del Delta “es muy buscada por el catay, permanece más tiempo líquida y es un poco más oscura. Sobre todo, lo importante es que en el Delta hay una floración variada”.

Un dato importante para determinar la calidad de la miel es el contenido de agua: “En el panal, la miel está envasada al vacío, las abejas le dejan la humedad justa para que no fermente. El problema se da si absorbe humedad, pero bien cerrada, puede durar años”.

Otro aspecto a tener en cuenta es la cristalización: “Cuando se cosecha, la miel es líquida, pero con el tiempo se pone sólida y, si no se pone sólida, no es miel pura”, aclaró el experto. Por eso, ante la duda, es mejor comprar miel sólida.

Propuesta didáctica

Otro valor agregado de Apihuerto son los talleres de apicultura. “Como soy docente”, dijo Adriana, “me interesó transmitir a los chicos la vida de las abejas”.

Elaboraron propuestas diferenciadas: con los más chiquitos hacen dramatizaciones; a los mayores, les dan herramientas para desarrollar un emprendimiento. Además, dejan material para que “las maestras sigan trabajando”.

En 2011 dieron talleres en Tandil y Córdoba; para este año están armando proyectos para escuelas rurales y de islas: “Es ideal que aprendan apicultura como salida laboral”, opinó Ricardo. Además, Adriana agregó que también abordan “la huerta y plantas medicinales y aromáticas, que cada vez se difunden más”.

Algunas de las cosas que enseñan a los niños es que la miel tiene muchas propiedades medicinales, incluso “hay gente que cura con la abeja misma, hace picar en el lugar donde está el problema”; también que “las abejas sacan el propóleo de una resina que hay en los árboles, lo colocan en cada celda porque lo utilizan como antibiótico y desinfectante”; además, que “las abejas viven entre 3 y 4 meses y la reina, 5 años, porque come jalea real, su alimento exclusivo”.

Muchos otros datos pueden aportar los creadores de Apihuerto, pero uno de ellos es fundamental: “A partir de una necesidad surgió un estilo de vida con el que estamos muy contentos”.

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