Una fábrica orgánica en el hogar

Alimentar a las lombrices para obtener compost. Restos de verduras y frutas, pasto, ramas, son material orgánico muy valioso. Para que el ciclo de la naturaleza no se quiebre, hay que aprender a recuperarlos. El emprendimiento de Sonia Cabrera es una propuesta para usar en espacios reducidos.

 

Qué hacer con la basura es un problema generalizado sobre el cual se buscan soluciones en el mundo entero. Fundamentalmente se apunta a la gestión de los residuos sólidos urbanos (plásticos, vidrios, cartones), esos que los recicladores urbanos reinsertan en el circuito productivo, por ahora – entre nosotros – de manera bastante informal. Pero generamos también residuos orgánicos que, al ser colocados en una bolsa de plástico y luego enterrados “no se terminan de descomponer y no vuelven a la tierra”, explicó Sonia Cabrera, bióloga y, actualmente, difusora del emprendimiento Fábrica Orgánica, una manera de hacerse cargo de los propios residuos allí donde se generan: el hogar.

 

La caja es un microuniverso

“Mucha gente agarra un balde o una maceta y empieza a tirar el desperdicio de verduras y frutas ahí, sin lombrices y sin la ventilación apropiada, entonces los resultados son bastante malos, porque se generan hongos, olores, líquidos que manchan”, dijo Sonia, que también pasó por esas experiencias.

Otras personas directamente entierran los restos en una maceta, pero “de esa manera no se genera compost, que, en realidad, es el producto de la descomposición de la materia orgánica comida por las lombrices”.

Para obtener un compost de buena calidad, que “huele a mantillo de bosque”, Sonia diseñó un recipiente: “Está hecho con plástico 100 x 100 reciclado. Es cerrado, por lo cual no tiene intercambio con el exterior, así que no genera olores. Allí se coloca material orgánico que será transformado por las lombrices californianas en compost que luego usaremos como abono. De esta manera se cierra el ciclo de la naturaleza y, además, no contaminamos”.

Efectivamente, las lombrices son unas trabajadoras muy beneficiosas para la naturaleza: comen lo que nosotros desechamos, transformando eso en abono que volvemos a utilizar para fertilizar nuestras plantas.

Para que el proceso sea efectivo y no haya excusas – por ejemplo, la falta de lugar – la compostera es pequeña y totalmente cerrada: “Ocupa el espacio de una mesita de luz. Se puede poner debajo de una escalera, en el lavadero, en el garage. No le debe dar el sol”.

La precaución del lugar libre de sol es porque puede levantar mucha temperatura y, entonces, las lombrices morirían. Debemos ser piadosos con los seres vivos! “La caja es un microuniverso, por eso también hay que tener cuidado con lo que se le pone”.

Las lombrices californianas comen mucho, pero no cualquier cosa: en la compostera se pueden colocar restos de vegetales, cáscara de huevo (triturada), borra de café, yerba, té, papel, aserrín, hojas, pasto (si es seco, mejor). En cuanto a la cantidad, la premisa es ser equilibrados, o sea que, si se nos pudrió un kilo de ciruelas, no se pueden poner todas juntas porque se produce un desequilibrio en el ph, hay que ir colocándolas de a poco.

“No hace falta incorporar todos los días comida, porque las lombrices comen varias veces lo mismo”. Incluso, dejar estacionada, afuera, la materia orgánica es beneficioso porque se va pudriendo gracias al trabajo de las bacterias y cuando se incorpora a la compostera ya está pulposa, lo cual facilita la digestión. Asimismo, teniendo en cuenta a estos animalitos, “la comida se coloca en una esquina, porque si el alimento no les gusta, se van a otro lado. Luego, los hongos y bacterias harán su trabajo y estará listo para que las lombrices coman”.

Si usted se pregunta por qué no se utilizan lombrices criollas, la respuesta es que “la tasa de reproducción de las californianas es mayor y además comen más”.

Para que el compost sea de buena calidad, en un momento hay que dejar de incorporar materia orgánica, así las lombrices siguen trabajando sobre lo mismo; por eso “la compostera está armada con dos cajas, si en una no se incorpora más, se sigue con la otra”.

Durante el proceso de compostaje se larga un lixiviado, “es un líquido que tiene muchas bacterias benignas. Sirve como líquido fertilizante. Hay que diluirlo y se usa para regar las plantas”. Si la compostera funciona a buen ritmo, se puede recoger cada 10 días.

Para saber si el compost ya está listo, hay que meter la mano y oler, “no tiene que tener olor y tampoco se reconoce nada de lo que se incorporó, ya está todo transformado”.

Sonia asegura que ésta es una buena experiencia para hacer con niños: “A ellos les gustan las lombrices y es bueno que estén en contacto con la naturaleza. Así como uno se toma un día para dedicarse a las plantas, también se puede tomar un día para la compostera y trabajar en familia”.

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