La desmesura del dolor

Oswaldo Guayasamín. Es considerado uno de los más grandes pintores del siglo 20. El artista ecuatoriano dejó a su pueblo una gran colección de arte precolombino, de arte colonial y su propia obra que se puede apreciar en la Capilla del Hombre. Realizó retratos de muchos políticos y artistas famosos, entre ellos Mercedes Sosa y Atahualpa Yupanqui.

 

        Para uno de los tantos murales que realizó, Oswaldo Guayasamín escribió: “un mundo por nacer bajo tus huellas”. La capacidad metafórica de esta frase conmueve cuando se relaciona con la vida de un niño que fue el mayor de 10 hermanos, hijo de padre indio y madre mestiza, que comenzó a trabajar a los 5 años, que fue expulsado varias veces de la escuela primaria, pero que logró transformar el dolor y la vergüenza de ser indio en las más impactantes imágenes de la pintura ecuatoriana del siglo 20. Un mundo visceral y sufrientemente bello nació de su imaginación y sus pinceles.

        Para envidia de muchos blanquitos, el indio-pintor Oswaldo Guayasamín logró fama y riqueza y donó todo a su país, creando la Fundación Guayasamín y la Capilla del Hombre, un museo que se visita como un templo sagrado.

 

La expresión de América

        En marzo de 1999, Oswaldo Guayasamín, el pintor de Iberoamérica, murió en Baltimore, a donde había llegado para hacerse una operación ocular.

        Su pasión por dibujar se inició tempranamente: con lápices pobres hizo caricaturas de sus maestros, lo que le valió la expulsión del colegio; en fardos de azúcar, que su madre guardaba para él, hizo paisajes que vendió por pocos pesos en la Plaza de la Independencia de Quito.

        Contra la voluntad de su padre, un apesadumbrado taxista, Oswaldo ingresó, con 12 años, a la escuela de bellas artes. Un desgraciado acontecimiento interrumpió su felicidad de estudiante: durante un levantamiento obrero, conocido como “la guerra de los 4 días”, una bala perdida provocó la muerte de uno de sus amigos. Esta injusticia lo hizo sentir la ausencia de dios y lo convirtió en ateo.

        Ríos de sangre, que luego pintara como símbolo de las dictaduras latinoamericanas, atravesaron su vida desde pequeño. Su primera muestra en una sala particular de Quito generó un escándalo y al mismo tiempo atrajo la atención de Nelson Rockefeller que aprobó su obra comprando 5 cuadros.

        Después de esto, además de muestras en Estados Unidos y otros países, vino un viaje de 2 años por América: de México a Patagonia, la realidad le entregó miseria. Estando en Bolivia, salía una noche de un restaurante cuando vio a unos niños subidos a un árbol cantando como pájaros; les preguntó por qué hacían eso y le respondieron que de día, los pájaros cantan, pero de noche, no, entonces cantaban ellos porque era una manera de pedir limosna a la gente que salía del restaurante.

        Bocetos de ese viaje dieron origen a su primera colección, denominada El camino del llanto o Huacayñán, más de 100 obras que reflejan “de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad la más inmensa miseria. Pueblos de barro negro en tierra negra, con niños embarrados de lodo negro. Hombre y mujeres con rostros y piel quemada por el frío, donde las lágrimas estaban congeladas por siglos, hasta no saber si eran de sal o de piedra. Música de zampoñas y rondadores que describen la inmensa soledad sin tiempo, sin dioses, sin sol, sin maíz, solamente el barro y el viento”.

        Después de reflejar la pobreza y sufrimiento de cinco siglos de los pueblos sudamericanos, Guayasamín inició su segunda colección, “Los días de la ira”, donde plasma los horrores de las guerras, dictaduras, genocidios, en este caso no sólo de América. Elaborado sobre grises y negros, “Arrasamiento” fue hecha para conmemorar a las víctimas de la guerra de Vietnam; son tres mujeres que expresan miedo y resignación ante el bombardeo. “Homenaje a Nicaragua”, elaborada en rojo como símbolo de dolor y violencia, fue realizada por todas las víctimas de la dictadura de somoza. “Lágrimas de sangre”, única obra de la Capilla del Hombre que fue pintada en el exterior, fue el homenaje de Guayasamín ante la muerte de Salvador Allende, Pablo Neruda y Víctor Jara.

        La última de sus colecciones es “Mientras vivo, siempre te recuerdo” o “La edad de la ternura”, dedicada especialmente a su madre, que murió muy joven, y a todas las madres del mundo.

        Las obras de Guayasamín se inscriben en un expresionismo figurativo que, según el propio autor, proviene de los grabados en piedra de Sechín que es “el expresionismo más antiguo y vital de la creación plástica” que le ha servido de camino. Insistiendo en el aspecto figurativo de su arte, sostuvo que los pintores de América del Sur no podían hacer arte abstracto porque “el hombre y la naturaleza tienen un poder tan extraordinario que el artista no puede sustraerse a esta fuerza”.

        Debido a la muerte de Guayasamín, dos de las obras que se exponen en la Capilla del Hombre han quedado inconclusas: “Rostros de América”, compuesto por 9 cuadros de los 20 que había previsto; y “Potosí”, mural que se encuentra en la cúpula y representa a los hombres que trabajaron y murieron en las minas del famoso cerro boliviano para extraer la plata que los españoles le robaron a las entrañas de América.

        Guayasamín no creía en la muerte, la metaforizaba como la caída a tierra de un grano de la mazorca de maíz, que da origen a otra planta; por eso dijo “mantengan encendida una luz que siempre voy a volver”.

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