Primera cosecha de brotes

Verduras frescas para la Base Militar Vicecomodoro Gustavo Marambio. En un trabajo conjunto de la Universidad Nacional de la Patagonia Austral, el Inta de Santa Cruz y el Comando Conjunto Antártico se logró desarrollar un módulo hidropónico que proveerá de verdura fresca, durante todo el año, a la dotación de la Base Marambio. “Estamos muy contentos por este logro”, dijo el ingeniero agrónomo Jorge Birgi.

        A 3600 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires se encuentra la Base Marambio, una estación científica y militar permanente, considerada la puerta de entrada de la logística argentina a la Antártida. Su dotación varía entre 60 y 100 personas, según la época del año, dependiendo para su abastecimiento de las condiciones climáticas que, cuando se complican, impiden que el Hércules aterrice en esas tierras. Por esto las verduras frescas solían ausentarse en período invernal, pero desde ahora habrá hortalizas recién cosechadas en los platos de esa Base gracias a la instalación de un sistema hidropónico.

        La historia comenzó en 2015 cuando el ingeniero agrónomo Jorge Birgi recibió una consulta sobre el tema. Para el 2017 ya tuvo un modelo terminado. Para ajustar el diseño viajó 3 años seguidos a Marambio, pero llegó la pandemia, por lo cual recién este 2022 el sistema se instaló y el 4 de junio ya tuvieron la primera cosecha.

        En el proyecto participaron la Universidad Nacional de la Patagonia Austral, el Inta de San Cruz y el Comando Conjunto Antártico.

Primera cosecha

        A las 4 de la tarde del domingo 5 de junio, en Tigre el cielo estaba cubierto y un par de horas después comenzó el atardecer. En la Antártida, donde se encontraba nuestro entrevistado, ya estaba oscureciendo. “Hoy estuvo nublado, ahora se ven algunas nubes nacaradas. Ya se termina el día”, dijo Jorge Birgi, que no podía asegurar cuál era la temperatura exterior, aunque aventuró: “Debe haber unos -15° de sensación térmica. No hay mucho viento y eso es lo importante porque así uno puede andar tranquilo por afuera. En cambio, cuando hay mucho viento, se levanta nieve y entonces la sensación térmica baja mucho y ya se dejan de hacer actividades al aire libre”.

        Los equipos térmicos que usan son muy resistentes al frío, sin embargo “cuando se ven los números (temperatura), asustan”, aseguró Birgi quien vive en Río Gallegos así que está acostumbrado al frío y al viento.

        Obviamente, el clima es muy adverso para la vegetación, de hecho, sólo hay líquenes “imperceptibles, adheridos a las rocas”. Por otro lado, el Tratado Antártico no permite producir en suelo, en consecuencia, la única posibilidad es la hidroponia. “En este caso, el sustrato es una espumita fenólica que sostiene la semilla que, a su vez, es sostenida por una canastilla. Cuando la planta crece, las raíces van por dentro del cajón y cuando ya está lista para el consumo, se corta la parte de arriba y se vuelve a poner otra semilla en otra espumita y así cada 45 días”.

        Por ahora cultivan lechuga, rúcula y perejil. “Cada planta que nosotros ponemos acá tiene su correlato con ensayos que hacemos en los laboratorios de la Estación Experimental del Inta en Santa Cruz. Seleccionamos plantas que tienen baja resistencia al frío y así tendremos información de cómo se comportan estas especies en este módulo”, explicó el ingeniero agrónomo Jorge Birgi.

        El módulo hidropónico ofrece dos posibilidades de cultivo: microgreens, una especie de brotes con más hojas y un sabor más pronunciado, “con una alta rotación, en 12 días ya se pueden estar cosechando, ya sacamos los primeros para la cena del sábado”, contó Birgi. Por otro lado, están las plantas de hoja comunes que tienen un período de 40 días, “así que no vamos a estar para esa cosecha”, se lamentó el entrevistado, pero, con satisfacción, dijo: “En 15 días lograron un tamaño bastante importante, ya se podrían comer, pero es preferible dejar que sigan creciendo y así tener un mejor producto”.

        Las semillas utilizadas están certificadas por SENASA; además, en la Estación Experimental hacen su propio análisis y tienen su propio protocolo para las semillas que van a Marambio. “Se estudia la presencia de hongos o bacterias antes de enviarlas para acá. La semilla viene en una caja grande, plástica, de alto impacto, dentro de un cajón también de alto impacto, precintada y adentro del cajón hay plástico de burbujas. Y cada especie viene envasada en un frasco de doble fondo con tapa plástica hermética, entonces, si por algún motivo, se rompen las dos cajas y se golpea el frasco, se puede romper por afuera, pero no se va a volcar la semilla”.

        Todas las medidas de seguridad son para no contaminar el ambiente antártico.

Nutrición orgánica y emocional

        Para implementar el módulo hidropónico se utilizó un contenedor de 6×2 que ya estaba en Marambio. “Es una caja de metal que está confinada, entran sólo los responsables. Está adicionada a la Base y, si surge un problema, tenemos la posibilidad de acotarlo ahí”, explicó Birgi.

        Las normas de seguridad son muy estrictas e, incluso, el equipo que llevó adelante el proyecto se encargó de ampliarlas para preservar “tanto a los operarios como al ambiente antártico”.

        El módulo tiene sensor de humo, de llamas y “todo se conecta con telemetría, avisando instantáneamente cuando pasa algo. A cada cosa que pudiera ser un problema le pusimos varias instancias de seguridad para que no genere ningún problema en el ambiente”.

        El módulo hidropónico está en funcionamiento y produciendo, ahora sólo queda hacerle el mantenimiento correspondiente. El ingeniero Birgi está capacitando a quien quedará a su cargo. Una vez que él vuelva al continente, las dotaciones futuras se van a capacitar en el Inta y en la Universidad de la Patagonia Austral.

        Mientras, en la Base Marambio, que es como una pequeña ciudad, cada uno sigue con sus tareas: trabajan 8 horas y cuando terminan, realizan la actividad que más les gusta: leer, jugar a las cartas, tomar mate, mirar la tele, jugar con jueguitos. “La Base depende de todos y cada uno depende de los demás. Cada uno tiene su rol y nosotros cultivamos vegetales, un servicio más para la Base, que luego hará gente que tiene otro oficio acá”.

        El módulo hidropónico apunta a mejorar la calidad nutricional de la comida de hombres y mujeres que realizan trabajos en el continente blanco; tiene también un aspecto psicológico porque, probablemente, los haga sentir más cerca de la verdulería de su barrio o de la comida hogareña que, quizás, algunas noches recuerden con nostalgia.

Por Mónica Carinchi

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