A 100 años de Ley Sáenz Peña

, Historia

Aniversario. El 10 de diciembre de 1912 se sancionaba la ley que posibilitó la reforma electoral que puso fin al voto “cantado” y facultativo que permitía el fraude electoral y restringía la participación a un pequeño sector de la población. La lucha por la ampliación de la participación política y la imposibilidad de seguir sosteniendo un sistema electoral injusto generaron las condiciones para este histórico avance en el proceso democrático.

A principios del siglo XX nuestro país era gobernado por la oligarquía, un sector de élite de la sociedad vinculado a la propiedad de grandes concentraciones de tierra y al modelo agroexportador. En esta etapa existía un sistema electoral restringido en el que votaba sólo una parte de la población y en condiciones de poca transparencia que hacían poco confiable el resultado. Asimismo los sectores populares y las clases medias en ascenso, tradicionalmente excluidos de la participación política, comienzan a adquirir mayor visibilidad en los asuntos públicos. La conciencia de la población por la ampliación de la ciudadanía generó movimientos que luchaban por la vigencia de los derechos políticos, como la revolución de 1890 encabezada por la Unión Cívica del que surgirá luego la Unión Cívica Radical. Por otro lado, se producen distintas manifestaciones y revueltas del sector obrero en reclamo por mejores condiciones laborales y de vida.

Ante el crecimiento de una sociedad más compleja y heterogénea, el sistema oligárquico, excluyente y elitista, se ve obligado a realizar una apertura teniendo que ceder espacios de poder a las demandas de las nuevas clases que ya no aceptaban un lugar de sumisión al poder gobernante. La represión del Estado hacia la clase obrera, que fue el método empleado para acallar los reclamos legítimos, ya no era una herramienta eficaz por el alto costo político y social.

En estas circunstancias, en la oligarquía comienza a aflorar el pensamiento liberal y llega a plantearse insostenible el divorcio entre progreso y democracia. De esta manera, se abre una brecha en la estructura conservadora y las demandas existentes para perfeccionar el sistema electoral son tomadas en consideración. Es así que Roque Sáenz Peña llega a la presidencia en 1910 y se dispone a satisfacer esa exigencia de cuya justicia nadie dudaba.

Antes de 1912, el sistema electoral se regía por diversas leyes que establecían el “voto cantado” y facultativo. El primer aspecto permitía que las clases dominantes o los poderosos de cada lugar presionaran a los votantes para votar a determinado candidato y el segundo permitía que sólo una parte de la población tuviera la facultad de votar. Estas condiciones facilitaban el fraude electoral y, por lo tanto, la perpetuación en el poder de los mismos actores de siempre. Además había circunscripciones uninominales en la que se dividía el territorio nacional en tantos distritos de acuerdo a la cantidad de diputados a elegir y se podía votar a un solo candidato. La regla era la de la mayoría y las minorías no tenían representación.

La reforma electoral de Sáenz Peña lo que va a hacer es establecer el sufragio universal y el voto secreto y obligatorio, y aplicaba el sistema de “la lista incompleta”, por lo cual en distritos plurinominales el elector podía elegir sólo por los dos tercios de los cargos. La lista que lograba el mayor número de votos se adjudicaba los dos tercios de los cargos y el resto iba a la segunda fuerza en cantidad de votos. De esta manera la segunda minoría pasó a tener representación en los cargos.

En el discurso por la sanción de la Ley 8.871, Sáenz Peña decía: “En este momento decisivo y único vamos jugando el presente y el porvenir de las instituciones; hemos llegado a una etapa en la que el camino se bifurca con rumbos definitivos. O habremos de declararnos incapaces de mejorar el régimen democrático que radica todo entero en el sufragio, o hacemos otra Argentina, resolviendo el problema de nuestros días, a despecho de intereses transitorios que hoy significarían la arbitrariedad sin término ni futura solución”[1].

La oligarquía se estaba condenando con la sanción del voto secreto y obligatorio, pero nadie se pudo oponer y quedó incorporada al sistema político argentino implicando un avance del sistema democrático. Esta reforma electoral permitió que la oligarquía perdiera posiciones y que Hipólito Yrigoyen llegara a la Presidencia de la Nación en 1916.

 

1 Romero, José Luis, “Las ideas políticas en Argentina”, Fondo de Cultura Económica, 2da. Edición, Buenos Aires, 2008. Pág. 208



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