Clásicos y modernos

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Marcelo Gaggino y Norberto Piurano hablan sobre sus obras. Los artistas plásticos acaban de exponer, en Casa de las Artes Tacuarí, pinturas basadas en obras célebres. Distintas formaciones y diferentes búsquedas en dos artistas tigrenses.

 

Algunos pintores han dejado una impronta tan trascendental en la historia del arte, que una y otra vez se vuelve sobre ellos, ya sea para homenajearlos o para versionarlos.

Los artistas tigrenses, Marcelo Gaggino y Norberto Piurano, también han puesto su cuota a esta larga lista de tributos.

Por su lado, Gaggino contó: “Tengo una serie de pinturas basadas en obras paradigmáticas del arte universal: Leonardo, Miguel Ángel, Munch, Velázquez. Para mí estos pintores no necesitan un homenaje, lo que hago es tomar su obra y darle un toque actual”.

Piurano aseguró: “Admiro mucho la obra y personalidad de Vang Gogh y recordando que Carlos Alonso lo había homenajeado, se me ocurrió hacer lo mismo. Después surgió homenajear a otros maestros que fueron mis referentes mientras estudiaba, Picasso, Frida Kahlo, Andy Warhol”. En relación al autor de “La noche estrellada”, Norberto reversiona colores y manchas, aunque en algunos casos pinta “de manera bastante fiel a su estilo post-impresionista”. También en la obra de Picasso modifica las tonalidades con que trabajó el genio español. Fundamentalmente, en la pintura de Norberto Piurano se destaca el trabajo sobre el color, por eso la variación de los originales famosos se da sobre esa materia.

En cuanto a Marcelo Gaggino, la obra que destaca es su versión de la Gioconda: “Quise traerla al siglo 21, por eso introduzco la tecnología a través del título en inglés que traducido quiere decir que la Gioconda no soporta a Black Berry; el vómito es de un color Black Berry y para que no queden dudas de que no es un vómito visceral, puse una tecla Black Berry en esa catarata violeta”. Y aprovechó para explicar que en sus pinturas “el chorro o la gota gruesa de pintura que baja perpendicular a la base del cuadro representa la negligencia con que el artista callejero deja de pintar porque el propietario de la pared lo descubrió. Esto lo uso para indicar el grado de libertad, frescura y diversión de mi obra, porque las últimas las estoy haciendo para divertir a la gente”.

 

Placer por exhibir

Norberto Piurano hizo toda la formación en Bellas Artes, incluso siendo chico tomó clases de dibujo y pintura en la Biblioteca Sarmiento, “recuerdo que íbamos a dibujar al Paseo Victorica”. Quizás por esto, en la actualidad fotografía lugares del Delta y luego los pasa a la tela: “La naturaleza me motiva mucho, los animales, las flores y los paisajes”, todo en un estilo realista, en formatos pequeños de 20×20 así como en 1×1,50, “insisto en que cada pintura pide su forma”, explicó.

Hace también escultura: “Trabajo con alambre, cemento, trapos, rollos de cocina, papel higiénico. Hago una estructura de alambre y la voy cubriendo con papel y cemento y cuando veo la forma insinuada, empiezo a trabajar con el cemento de secado rápido, después policromo con acrílico”.

Por estos meses se encuentra armando una muestra que hará en 2012 en el Centro Cultural Recoleta, pero antes se lo podrá ver en la galería del TBC Espacio Cultural, ya que él mismo dijo: “A esta altura de mi vida, pinto por el placer de pintar y exhibir”.

 

Regocijar al público

En el caso de Marcelo Gaggino nos encontramos con un autodidacta, que recién unos pocos años atrás comenzó a tomar clases de dibujo y pintura. Aún así, desde pequeño se destacó en el manejo del lápiz: “En 5°, 6° y 7° grado participé en concursos para el día de la primavera donde se convocaba a todos los colegios primarios del Partido de Tigre” y todos los años salió premiado.

Como la pasión empuja, en su juventud siguió rodeado de papeles y lápices, pero nunca llegaba la oportunidad de tomar clases o comprar buenos libros, hasta que un día el agua fue su fortuna: “Por los años 80 hubo unas inundaciones bárbaras por el barrio de Belgrano, en la Capital. Los negocios tenían que vender la mercadería mojada muy barata, entonces fui a las librerías y encontré esos libros de arte que uno no se puede comprar fácilmente, pero que, mojados, valían chirolas. Comprando esos libros me informé mucho, aprendí técnicas, cosas sobre la vida de los artistas, por ejemplo que en malos momentos económicos pintaban con la borra de los vinos que se tomaban y chorreadas de café. Eso fue un disparador para experimentar y lo hice con la lógica de no herir la visual”.

Efectivamente, su Gioconda no es enigmática, sino alegre y burlona: “Busco que la gente sonría al ver mi obra, porque me parece que ir a una muestra de arte es un gran momento, entonces no quiero que el público se quede pasmado con cosas agobiantes”.

Aún a “El grito” de Munch, Marcelo se atrevió a reversionarlo, quitándole su aspecto más oscuro y melancólico.

Cuando está en su taller, seguramente a Gaggino lo ronda aquel niño que participaba cándidamente en certámenes escolares y quizás ese mismo duendecito lo hace decir: “Yo pinto para regocijarme y divertirme”.

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