Daniel Altamirano, el hombre del juego natural

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De caddie a golfista profesional

Uno de los principales jugadores del país, 7° en el ranking nacional. Entrenó con Cabrera y Ballestero. Su sueño: ganar el Abierto Argentino.

Observar una cancha de golf con la vegetación reflejándose en el lago, el manto verde extendiéndose sin fin, el canto de las aves rompiendo el elegante silencio, configura un paisaje idílico, que hace pensar que el golfista es un deportista privilegiado. Sin embargo, Daniel Altamirano – uno de los principales golfistas del país – confiesa que “el golfista, si es profesional, no disfruta de la naturaleza porque vamos tan metidos en el juego que no vemos el paisaje, sólo se ve la pelotita y el objetivo”.

El objetivo de este entrerriano, que se radicó en Tigre hace ya muchos años, es contundente: “mi objetivo es entrar a un Tour americano o europeo. Los mejores jugadores están en Europa y Estados Unidos, entonces ahí, uno se puede probar”. Para este año ya tiene arreglado ir a Colombia y Panamá y probablemente cruce una vez más el Atlántico porque “el año pasado fue muy bueno, quedé 7°” y ahora hay que seguir escalando.

Sin dudas, desde que se inició en el golf ha visto – y le ha pegado – muy bien a la pelotita; su recorrido así lo indica: en sus comienzos lo vio jugar José González (profesor de Ángel Cabrera) y lo llevó a Córdoba, donde practicó con el mismísimo Cabrera, “a quien admiro como golfista y como persona, me ayudó muchísimo en mis inicios”, recuerda Daniel; en España entrenó con Severiano Ballesteros, “una leyenda del golf español”. Y como si esos nombres no fueran suficientes, en sus comienzos lo vio jugar Roberto De Vicenzo en el Club Hacoaj, “vino a hacer una clínica, me hizo tirar unas pelotas, me corrigió unas cositas y me dijo ‘seguí entrenando porque vas a tener un gran futuro’, 6 años después fui a jugar a su campo, jugué bien y en un momento estábamos cuatro jugadores sentados, él se acercó a mí y me dijo ‘vos te acordás lo que yo te había dicho?’, eso no lo voy a olvidar nunca”, expresa Daniel y en sus ojos brilla el orgullo de haber sido señalado por una gloria del deporte nacional.

Daniel destaca el carácter individualista del golf y al mismo tiempo una característica exclusiva: no se juega contra un rival, sino contra la cancha, “el objetivo es siempre ganarle a la cancha”. Este deporte exige concentración y capacidad para controlar la presión que ejerce el público que “muchas veces está a 10 metros, hay que ser muy preciso en el tiro porque se le puede pegar a la gente”, agrega con una sonrisa y a continuación se define: “yo soy muy tranquilo, mi juego es muy natural”.

Para ser un buen golfista, hay que estar preparado para el frío y también para la lluvia ya que es necesario entrenar todos los días durante muchas horas; la presencia del caddie facilita el entrenamiento pues “es él el que lleva el paraguas”, dice el hombre que, como otros destacados profesionales, comenzó llevando la bolsa de otros jugadores. Además un profesional necesita estar acompañado por un psicólogo que “ayuda a pensar en positivo”, por un preparador físico y un profesor de golf “que observa cada detalle”.

El golf está directamente relacionado con la nobleza escocesa (parece ser que la famosa María Estuardo lo practicaba), después pasó a ser patrimonio de la clase más adinerada y hoy “se popularizó en el mundo entero porque existen muchos campos de práctica municipales”, explica Daniel Altamirano, que desde hace algunos años apadrina una escuela de golf para niños con capacidades diferentes.

Actualmente, es él quien busca empresas que lo apadrinen ya que “la publicidad es un recurso importantísimo para el golfista profesional”, y allí lo dejamos, con un palo de golf entre las manos y un sueño en el corazón: ganar el Abierto Argentino.

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