Las callecitas de Tigre…

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Muchos visitantes llegan a Tigre en tren. Si al salir de la estación, alguno siente la tentación de atravesar la galería, rápidamente se arrepentirá, pues se verá envuelto en un desagradable olor a orín (humano). “¡Qué sucios!”, pensará el visitante. Tiene razón. ¿Quién es el responsable de la limpieza de ese sector? ¿TBA? ¿El Municipio? El olor es contundente, aunque parece ser selectivo porque no llega a la nariz de los funcionarios (ferroviarios o municipales).

Después, el visitante podrá elegir caminar a lo largo de la calle Enciso. Si lo hace sobre la mano que corresponde a la vía del tren, podrá hacerlo con tranquilidad ya que la vereda está en condiciones, aunque lo acompañará un alambrado caído en trechos, que funciona como contenedor de la basura que se acumula a ambos lados del mismo. En ese tramo se encontrará con una plaza, justo en la esquina de Montes de Oca, en la cual observa pozos prolijamente realizados, “¿tendrán alguna finalidad, más allá de provocar un esguince?”, se dice el visitante, mientras busca un cesto que le resulta difícil encontrar.

Si continúa por la misma mano hasta la calle Paso, allí donde Enciso choca con Dardo Rocha, se topará con la Plazoleta Patricias Argentinas de juegos infantiles. “¡Pobres niños!”, exclamará el visitante, “en lugar de arena hay tierra mezclada con mugre, los bancos son de cemento, ¿juegos?”.

Un poco decepcionado, puede seguir caminando por Rocha hasta Canal. Por esas cuadras tendrá que empezar a dar saltitos ya que las veredas dejan de ser amigables. Al llegar a la Escuela N° 1 sentirá una gran desilusión, tanto mirando la vereda como del otro lado de las rejas. “¡Que Sarmiento no resucite!”, pensará, al ver el monolito con su nombre. No se atreverá a doblar la esquina hacia el Jardín 906 porque no quiere seguir siendo testigo de la desidia.

Para volver a la estación, no se atreva a caminar por la vereda impar de Enciso debido a que la desprolijidad de las mismas – en buena parte del trayecto – le hace temer concluir su visita en un traumatólogo.

El visitante se pregunta por qué los vecinos no proceden al arreglo y embellecimiento (ya que tienen canteritos) de sus veredas. Y si los vecinos no lo hacen, por qué no interviene el Municipio, podría sugerir, dar incentivos a quienes mantengan en condiciones sus veredas o emprender el arreglo y después pasar factura.

¿Qué hará el visitante? ¿Se atreverá a avanzar sobre las otras calles rumbo al puerto? Por el momento, prefiere detenerse a tomar un café para recuperar aliento y emprender la próxima aventura.

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