La tradicional bicicletería Zanier rodeada de un barrio que fue cambiando

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Segunda generación de bicicleteros. Entre bicicletas y herramientas, los hermanos Zanier y don Oreste recordaron una historia que comenzó en 1944, cuando éste último llegó de Córdoba con su hermana mayor. Trabajó en una fábrica de cubiertos que estaba en la calle Rocha y, para aumentar la economía familiar, decidió poner una bicicletería que atendía en su tiempo libre. Con el tiempo se transformó en una empresa familiar, que ahora atienden los hijos.

 

Llegados de Italia, los Zanier se radicaron en Cruz Alta, Córdoba. Allí nació, en 1925, Oreste, quien, a los 8 años, ya estaba trabajando en el campo.

Como a sus progenitores, a Oreste también le llegaron las ganas de viajar y, así, con una hermana mayor y su cuñado, en 1944, se instaló en Victorica 38, al lado del Club Hispano, en uno de los tantos conventillos que había por aquel entonces, no sólo frente al río, sino también en las calles que cortan el paseo. Por aquella época, donde hoy está la zona más pituca de Tigre, convivían los baldíos, los conventillos y las casas señoriales.

En 1949, Oreste, junto con su compañero de trabajo Hugo Rimasa (los dos trabajaban en una fábrica de cubiertos) decidieron abrir una bicicletería dada la cantidad de gente que usaba este medio de transporte. Se iniciaron con un pequeño local en la calle Navarro; allí estuvieron hasta 1958 cuando se disolvió la sociedad. En ese año, Oreste abrió otra bicicletería sobre la calle Madero y en 1965 se trasladó a la vuelta, sobre Hilarión de la Quintana, donde está actualmente.

 

Poner la red y jugar

Desde la bicicletería Zanier se ve el techo de la escuela 6, donde cursaron los tres hijos de Oreste. Luego, Daniel y Marcelo, que ahora acompañan a su padre en el negocio familiar, fueron a la Técnica de Tigre que por aquel entonces era la n° 1; el mayor fue a la Técnica de San Fernando y luego se recibió de ingeniero.

La bicicletería está frente a una placita, la Pichi Huinca, que antes era bastante más chiquita. “La agrandaron porque al lado había un terreno de la Municipalidad que usaban los Canterino, ahí tenían quinta y caballos”, contó Daniel y agregó que los caballos de don Mingo fueron Falucho y Carlitos.

Hablando de caballos, surgió el recuerdo del botellero, el lechero, que pasaba a las 6 de la mañana, el panadero que “no pesaba el pan, él decía que 10 flautitas eran un kilo”. ¿Si las flautitas eran chicas?, no importaba, eran un kilo igual.

El barrio era tan tranquilo que los chicos jugaban en la calle, no sólo a la pelota, también a la paleta. “Poníamos la red de una vereda a otra, por acá pasaban dos autos por día”.

Antes de que los hermanos nacieran, en el Luján, a la altura de Tacuarí, estaba el Tecuara, barco presidencial. “Perón iba siempre con Eva, estaba casi todos los domingos. La gente lo saludaba. Hace poco mi tío me contó que un día fueron a saludarlos y Eva les regaló una pelota. No tenían custodia ni nada”.

Así era la vida, apacible, casas bajas, mucho sol, una costa agreste, vecinos que trabajaban en los astilleros, en los aserraderos e, incluso, una vecina condesa: Paulette Bergeron. “Mi mamá le cosía a la condesa; vivía en un terreno inmenso que estaba en Tedín, Maipú y Liniers. La casa estaba en el medio”.

Según Daniel, por la década del 50, las calles ya estaban asfaltadas y las atravesaban el 60, el 721 y el 225 que “iba por José C. Paz para Rincón”. Se acordó, entonces, del almacén de Ubieto, que estaba en José C. Paz y Aristóbulo del Valle. “Todos iban a comprar ahí porque tenía de todo: tripa para hacer chorizo, alpargatas. Se llamaba Ubieto, el primer almacén de Rincón. Era del tío del que fue intendente”.

Todas las cosas cambiaron. A los conventillos los reemplazaron los edificios; las bicicletas de trabajo fueron reemplazadas por las de paseo y las reparaciones, que antes eran muchas, también cambiaron: “Antes se reparaba más, se cromaban todos los tornillitos. Ahora es más barato poner algo nuevo que mandarlo a cromar”.

La bicicletería Zanier sigue teniendo clientes de toda la vida y algunos, aunque ya no viven en el barrio, pasan a saludar. Una buena ocasión será el 3 de agosto, ya que don Oreste cumplirá 93 años; o el mes de diciembre cuando festejarán los 70 años de la tradicional bicicletería.

 

Foto: Don Oreste Zanier con sus hijos Marcelo y Daniel

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