En abril de 1923, la embarcación fue botada en el estuario del río Elba, en Hamburgo, Alemania, y así fue puesta a prueba hasta internarse en el Mar del Norte. Llevaba en su proa simplemente el nombre “San Fernando”. El gobierno alemán le había asignado mucha importancia a la construcción de este barco porque se trataba de la primera producción naval de exportación realizada luego de la Primera Guerra Mundial (1).
Para asegurar la calidad del barco se realizaron pruebas muy estrictas con la supervisión de peritos oficiales y fueron invitados agregados del consulado argentino. Participó de la delegación argentina, el capitán de navío, el Ing. Julio Guillermet, que más tarde sería nombrado jefe de su área en el Arsenal Naval de Buenos Aires.
Luego de una larga navegación oceánica, el buque llegó finalmente al Canal de San Fernando, el 13 de septiembre de 1923, y allí fue bautizado con el nombre “Ciudad de San Fernando”. Su llegada fue recibida con algarabía y emoción por los barcos presentes en el puerto, al compás de las sirenas y pitos, mientras el público lo saludaba con aplausos a medida que ingresaba por el Canal.
El célebre “El Talita” – una lancha a vapor que fuera obsequiada al Presidente Domingo Sarmiento y que éste incorporó a la Armada Nacional como bien del Estado -, le rindió honores y escoltó al buque desde el frente de San Isidro, por el canal costero, hasta su llegada a San Fernando. “El Talita” lucía reluciente porque había sido reparado y le habían cambiado su máquina a vapor por un motor diesel.
Entre los asistentes para darle la bienvenida a la nueva embarcación se encontraba el Intendente de San Fernando, Juan Urcola. La llegada del “Ciudad de San Fernando” produjo un fuerte impacto público en la zona porque se trataba de un modelo de la más alta ingeniería naval del momento, que llegaba para incorporarse a una empresa de navegación de pasajeros en las Islas del Delta.
Fuente:
– Luciano, Darío, “Navegación Isleña 1900-1967”, Instituto de Estudios Históricos de San Fernando de Buena Vista, Buenos Aires, 1999.
(1) Por el Tratado de Versalles (1919) que puso fin a la Primera Guerra Mundial, se dispuso que Alemania aceptara todas las responsabilidades por haber causado la guerra. Debía desarmarse, realizar importantes concesiones territoriales y pagar importantes indemnizaciones económicas a los estados vencedores.
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