“No es bueno apalear al cura”

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Historia del Partido de Tigre – Parte XCIII

Hace poco más de un siglo, un rumor sobre una de las autoridades de un pueblo como es el sacerdote era capaz de romper la parsimonia de un lugar en el que nunca pasaba nada. El cura José Riú a cargo de la parroquia de Las Conchas, sintió que su honor había sido mancillado y realizó una denuncia ante el Juez de Paz, acusando a tres vecinos por calumnias. Inmediatamente se abrieron las instrucciones y se realizaron los interrogatorios.

 

El 5 de junio de 1876, el sacerdote José Riú fue nombrado Cura y Vicario de la Parroquia del pago de Las Conchas. Días antes, el Arzobispo de Buenos Aires, monseñor Federico Aneiros le había comunicado al Juez de Paz de Las Conchas, Belisario Gandulfo, que por haber quedado vacante el curato por la renuncia de Manuel Ibarrol, sería nombrado José Riú, “esperando que tanto el señor Juez de Paz como la Corporación Municipal, le prestaran su cooperación para el desempeño de su Ministerio”.

La Iglesia Católica constituía un factor de poder y el sacerdote era una personalidad con prestigio y reconocimiento en un pueblo. ¿Y cómo era Las Conchas? Era un lugar tranquilo, muy diferente al pago convulsionado, con pobladores rebeldes y azotado por las inclemencias del clima como le tocó padecer al célebre cura San Ginés un siglo antes, que hubo que salir de allí para evitar “los males que le proporcionaba el puesto, con sus desmanes”.

Pero la tranquilidad pueblerina se podía quebrar por motivos mucho más insignificantes que una violenta inundación. Tal es el caso que se puede comprobar a través de un documento del archivo de la Parroquia de Tigre que quedó registrado con fecha 27 de mayo de 1879 – tres años después de haber asumido Riú – y que el recordado Prbo. Edel Torrielli sacara a la luz cuando justamente ocupaba el mismo cargo. “No es bueno apalear al cura”, decía Torrielli.

Resulta que el cura José Riú concurrió ante el Juez y Comisario, Belisario Gandulfo, “constituido en el partido” y declaró que José María Sagastume, Juan Bautista Ferrari y Tomas Trabuco habían manifestado públicamente que “al cura de este pueblo, el Coronel Don Liborio Muslera le ha dado una paliza”. Riú manifestó que se trataba de una calumnia. Suponemos por el énfasis de la denuncia que el cura estaría muy molesto, al haberse denigrado su dignidad como sacerdote y hombre. Tal es así que Riú les pidió a las autoridades “que se los haga comparecer a fin de averiguar quién es el autor de tales ofensas y aplicarles la pena a los que hayan hecho merecedores”. Un sacerdote tenía un nivel de autoridad como para transformar un pedido en una exigencia. Incluso el propio cura fue quien elaboró el cuestionario que se usó para interrogar a los acusados de calumniarlo.

El “Juez infrascripto proveyendo de conformidad manda a comparecer a los acusados para la indagatoria correspondiente”. El acta fue firmada por el cura, el Juez y dos testigos.

 

El interrogatorio. “Lo he oído en la calle… en la noche… en lo oscuro…”

El primero en declarar fue José María Sagastume quien manifestó tener 47 años, de nacionalidad italiano, casado, vecino, quintero y católico. Se le preguntó “Si era cierto que le había dicho a don Ruperto Albarellos que el señor Muslera le había dado una paliza al cura Riú”, ante lo cual respondió que: “Oyó espontáneamente en el Circulo Italiano que un señor le había dado una paliza al cura de Las Conchas y que había sido el señor Muslera”. Interrogado, nuevamente sobre la anterior pregunta, si se ratificaba, contestó: “Que sí, y que se debía saber que el hecho había ocurrido en casa del Sr. Muslera”. Firmaron los testigos Ángel García y Mauricio Giménez.

Más tarde, el 14 de junio de 1879, compareció el señor Enrique Fleimahn, también acusado por el cura de haberlo calumniado. El declarante dijo que tenía 45 años, que era soltero, alemán, del vecindario y quintero. Se le hizo un interrogatorio de acuerdo a las preguntas formuladas por el cura Riú. La primera pregunta decía: “Si es cierto que ha hablado de que el cura señor Riú ha sido apaleado por el Sr. Liborio Muslera”. La respuesta fue: “Que he dicho nada, ni me acuerdo haber hablado de eso”. La segunda pregunta decía: “Si ha oído o lo ha dicho motu propio, a la cual contestó: ´que lo ha oído al público pero no lo ha creído porque consideraba personas muy respetables tanto al Sr. Cura como a Muslera”. La tercera pregunta fue más puntual: “¿En qué parte y a qué personas lo ha oído decir?” La contestación fue una pieza poética con un toque de ironía: “Lo he oído en la calle… en la noche… en lo oscuro… ignoro quienes eran los que hablaban”.

El mismo día y por el mismo motivo, compareció Juan Gamboa a quien sobre el mismo cuestionario, se le preguntó: “Si es cierto que ha hablado de que el cura Riú… Muslera le pegó una paliza”. Gamboa respondió: “Yo no he dicho… pero lo he oído decir… pero no sabe  quién lo dijo”. La segunda pregunta fue: “Si él ha dicho esto a alguna otra persona”. Gamboa fue breve y conciso: “Se lo dije a Manuel Brid”. La tercera pregunta: “¿Cuál es el motivo por el cual le han dado una paliza al cura?” La respuesta fue precisa: “No sé”. Se ratificó y firmó. Previamente había manifestado que era argentino, soltero, jornalero, de 36 años, y vecino.

A partir de la acusación de Riú, declararon Sagastume, Ferrari y Troncoso y luego el alemán Fleimahn y Gamboa, pero de las respuestas dadas no se puede comprobar que haya existido tal paliza. Allí habrían terminado las actuaciones. En los archivos de la parroquia tampoco se encontraron otros documentos que avalaran que don Muslera le hubiera dado una paliza al cura Riú. Lo que sí es probable es que pudo haber existido algún conflicto entre el cura y Muslera, y que se hizo correr un rumor que prendió como pólvora alimentando el chisme y las habladurías de los vecinos de un pequeño pueblo en el que no pasarían grandes acontecimientos.

José Riú fue el trigésimo segundo cura de esa parroquia y permaneció hasta agosto de 1882.

 

Fuente:

– Torriell, Edel, “Historias Tigrenses”, Municipalidad de Tigre, Buenos Aires, 2001.

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