La magia del color

Las cerámicas de Desirée De Ridder. Con su mirada de artista, busca inmortalizar flora y fauna en peligro de extinción. Es así que de su  taller de San Isidro salen esculturas de guanacos en tamaño natural o animales poco conocidos entre los citadinos como el aguará guazú.

 

En Francia asistió a un escultor que trabaja con chatarra, “ahí me enganché con la tridimensión y ya no volví a la pintura”. También en Francia, entró a una galería, “importante, tenía obra de Giacometti”, vio una pieza en cerámica, muy cara. “Era la primera vez que encontraba, en una galería de arte, una obra de cerámica. En Europa es muy respetada la cerámica”. Volvió a Argentina a fines del 2003 y empezó a investigar y en el 2006 ya montó el taller.

De esta manera Desirée De Ridder se involucró con el apasionante mundo de la cerámica y, en su taller de San Isidro, trabaja sin parar, casi como una militante de la arcilla. “Las grandes ceramistas me dijeron que hacer cerámica tiene algo de masoquista. Yo digo que es de gente porfiada, es tan así que hay artistas que estudian química, por el tema de los esmaltes y la composición de las arcillas, porque se puede trabajar con arcilla del río o las puede componer uno”.

Si bien Desirée no estudia química, elabora sus propios esmaltes: “Acá no se tira nada, lo que va quedando de los esmaltes cuando se limpian pinceles, esponjas, recipientes, todo va a parar a contenedores donde se deja macerar y, por decantación, cae el esmalte y de esa mezcla salen colores maravillosos. Además tengo una cabina donde pinto con colores que tienen que salir perfectos y allí también se recupera el esmalte. Así van saliendo colores que no existen en el mercado. Las escalas que se logran, son maravillosas, debo tener, por ejemplo 100 verdes”.

Esta obtención de colores inusuales surgió de otra obstinación que tiene Desirée: el cuidado del ambiente. “Mi proyecto tiene solvencia porque yo hablo de nuestra flora y fauna en peligro de extinción. Lo vengo trabajando desde el primer día. El sentido es inmortalizarlos desde mi lugar de artista”.

Famosas son sus mulitas, oso hormiguero, llamas, guanacos, aguará guazú. Desirée trabaja con fotos, con libros. “Nunca voy al zoológico, ahí hay una energía muy negativa. En el Museo de Ciencias Naturales de La Plata puedo ver animales embalsamados, tampoco me gusta, pero lo veo como un legado histórico”. Sin hacer bocetos, se lanza a hacer la pieza. “La cerámica es un material muy noble, pero lleva mucho tiempo y hay que tener mucho cuidado, sobre todo con las piezas grandes, hay que hacerlas por partes, controlar los grosores, que no se sequen. No sabés lo que fue hacer el guanaco! Lo metimos en el horno entre tres! Hace poco se nos rompió una pieza y ¡a empezar de nuevo!”.

 

Arte y Diseño

Algunas de las piezas de Desirée De Ridder son utilitarias. “Siempre me interesó el diseño. Mis piezas están en el medio, son piezas únicas, pero hay también series que están emparentadas al diseño. En la galería La Guanaca Azul hicimos una muestra que se llamó “21 gramos esenciales”, en referencia al peso del alma, ahí quise que mis animales tuvieran luz para que la gente sepa que están vivos. Entonces algunas de las piezas funcionaban como lámparas. En otros casos les pongo plantas vivas, siempre con la resignificación del animal, una mulita con un cactus que es como si llevara su paisaje encima”.

Obviamente, esto amplía la posibilidad de venta. “Qué bueno que la gente se lleve una escultura a su casa y no un animal verdadero. Mi sueño es que toda esa gente que compra animales que están prohibidísimos, los reemplace por una escultura. Mi fantasía es que haya más esculturas en las casas y se dejen tranquilos los animales en su hábitat”.

Entre las piezas más emparentadas con el diseño se encuentran las jarras gallo y tucán. “Se hacen con una base y luego los detalles son todos originales; las crestas son distintas, los dibujos también. Están todas firmadas”.

El color de sus piezas es especialmente llamativo: “Yo horneo entre 1020 y 1040, lo elegí porque si la temperatura es mayor, el color va desapareciendo. Haber hecho la carrera de Bellas Artes hace que me lleve bien con los colores. Creo que éste es mi fuerte”.

Su inspiración en la naturaleza también la puso en un pedido muy especial: “Una prima se hizo una casa mexicana y me pidió los baños, la cocina, fuentes, también lámparas. Fue un proceso de dos años. Hice dos fuentes, las bachas de los baños son piezas únicas, también los azulejos. La casa salió en un montón de revistas, tuvo un éxito espectacular. Después volví a hacer algunas cosas, siempre por encargo, por ejemplo una chimenea con un paisaje selvático, en una casa minimalista, quedó muy lindo. Eran 300 piezas, todas numeradas”.

Actualmente está haciendo con un arquitecto unas lámparas muy contemporáneas, que se pueden ver en el MALBA. Está preparando una muestra para la galería Praxis y otra para el Jardín Botánico que organiza la Universidad del Salvador, con artistas dedicados al verde. Y, hasta el 11 de julio, se puede ver su obra en la galería Ambos Mundos (Chubut 855, San Isidro) que, de manera novedosa, presenta una muestra sólo de cerámica.

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