Puso una cámara fotográfica en las manos de su hijo “como quien entrega el destino en una posta”

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Historia del Partido de Tigre – Parte C

Vittorio Matregano, de origen milanés, desarrolló en las Islas del Delta una comuna basada en un sistema de colectivización del trabajo, durante las primeras décadas del siglo XX. Además de sus utopías, Vittorio trajo a estas pampas su pasión por la fotografía, que lo acompañó en el transcurrir de su emprendimiento. Transmitió a su hijo Piero el amor por el arte iconográfico y éste fue conocido más tarde – injustamente – como “el pornógrafo más famoso de la zona” en medio de una gran polémica. Olímpico Matregano, nieto de Vittorio e hijo de Piero, con el Delta de escenario, relata una historia familiar apasionante, pintada de ilusiones y de ciertas excentricidades no siempre comprendidas ni aceptadas por la cultura de una época. Continúa en la próxima edición.

 

De acuerdo al relato de Olímpico Matregano, su abuelo Vittorio desembarcó en Uruguay en 1.890 proveniente de Italia junto a su esposa embarazada y dos hermanas menores, y se instalaron en Montevideo. Vittorio traía consigo una considerable fortuna, producto de patentes y descubrimientos vinculados a la fotografía, actividad de la cual era un pionero. De espíritu inquieto y cargado de ilusiones, Vittorio tenía un propósito secreto que quería cumplir y que lo desvelaba desde joven.

Luego de realizar algunos viajes al Delta del Paraná, Vittorio decide abandonar a su familia en busca del sueño que lo inquietaba. Por ese entonces, su hijo Piero era un bebé recién nacido. Los ideales de Vittorio iban más allá del esquema tradicional de la familia. Se planteaba organizar una comuna agropecuaria, “integrada por decenas de familias isleñas que convertirían los pantanos en un paraíso” (1). Se proponía una comuna con distribución de los bienes, una educación socializada, una infraestructura sanitaria de avanzada y una red de transporte fluvial autónomo. Vittorio también soñaba con tener un registro fotográfico de su proyecto y “para eso tendría a mano su cámara cerca del esfuerzo, del trabajo y de las ilusiones de los comuneros del Delta” (2).

Vittorio vivió un tiempo en un hotel de San Fernando hasta que logró comprar una extensión de tierra importante en la Segunda Sección de Islas, compró un barco carguero que él mismo reparó y contrató jornaleros para emprender su anhelado proyecto. Con el paso del tiempo, aquello que parecía un delirio, fue tomando forma y cada paso fue quedando registrado en su cámara fotográfica.

Por aquel entonces, Vittorio conoce a un joven fotógrafo llamado Jean Pi, nacido en Ginebra, de familia catalana, que había viajado al país para supervisar una operación comercial. Se hicieron compañeros de oficio llevando adelante numerosas experiencias fotográficas en el Delta. Compartían un laboratorio, compraron máquinas y disfrutaban por el interés común en la fotografía.

Al cabo de unos años, el sueño de Vittorio se hizo realidad. Se construyeron casas, puentes, empalizadas y endicamientos con compuertas. Cientos de personas trabajaban la tierra, se organizaron huertas, se plantó mimbre y frutales, tenían colmenas y ganado. También “el Tano” Mastregano cumplió con su palabra y repartió las parcelas a las familias, además de llevar adelante la distribución de los frutos de la producción en una especie de sistema cooperativo de trabajo.

Cuando Piero tenía 20 años, decidió ir en busca de su padre a quien sólo conocía por fotos y tras un viaje un tanto accidentado desde Montevideo, arriba a las Islas del Delta. Piero quedó sorprendido por la comunidad que su padre había creado. Lo primero que hizo Vittorio después del saludo “fue poner una cámara fotográfica en las manos de su hijo, arrebatadamente, como quien entrega el destino en una posta. Luego, en confidencia, le reveló el origen de aquel emprendimiento isleño” (3).

Continúa el próximo mes.

 

Fuente: Cófreces, Javier & Muñoz, Alberto, “Tigre”, Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2010.

 

(1) Cófreces, Javier & Muñoz, Alberto, “Tigre”, Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2010. Pág. 61.

(2) Ídem. Pág. 61.

(3) Ibídem. Pág. 64.

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