Prevenir es curar
El ataque cerebral (AC) o accidente cerebrovascular (ACV) es la segunda causa de muerte y la primera de discapacidad en adultos. En Argentina, cada 4 minutos una persona sufre un ataque cerebral. La mortalidad a 30 días varía entre un 20 y un 30%. De los cientos de miles de pacientes que sobreviven a un AC anualmente, alrededor del 30% requieren asistencia para las actividades de su vida cotidiana, el 20% necesitan ayuda para la deambulación y el 16% precisan cuidados en instituciones. Esto sin mencionar el gran impacto económico que significa por afectar muy frecuentemente a personas de mediana edad.
Hay diversos factores de riesgo de sufrir un AC que se pueden clasificar en modificables y no modificables. Estos últimos incluyen la edad avanzada, el sexo masculino, la raza negra, una historia familiar de alteraciones cardiovasculares y la genética. Los factores que se pueden modificar con la ayuda del médico son la hipertensión arterial (HTA), los latidos cardíacos irregulares (arritmias), ataques isquémicos transitorios (AIT), un AC previo, la disminución en el calibre de la Arteria Carótida (estenosis carotídea), cardiopatías, placas de colesterol en la Aorta, diabetes mellitas (DBT), alteraciones de las grasas en sangre como el colesterol elevado, consumo de cigarrillos, ingesta excesiva de alcohol, la obesidad, el uso de anticonceptivos orales, la disminución del ácido fólico en sangre o el aumento de algunas sustancias como la homocisteína. Todo esto sumado a factores ambientales que contribuyen en gran medida al riesgo de sufrir un AC.
La incidencia de AC aumenta de forma importante con la edad avanzada, y a su vez, la edad avanzada es el factor de riesgo más potente para un AC. La incidencia se duplica cada año a partir de los 55 años.
Los hombres presentan AC isquémicos (por falta de irrigación en un área cerebral) con una tasa mayor que las mujeres a partir de los 75 años. Dado el aumento de la esperanza de vida, esto se correlaciona con un incremento de la incidencia en un futuro próximo.
La raza negra tiene una mayor tasa de AC debido a la mayor prevalencia DBT e HTA concomitante, en comparación a la raza blanca.
Si bien la herencia parece tener un papel menor en la patogenia del AC, se ha visto un riesgo más elevado en personas con historia familiar de AC en parientes de primer grado.
Algunas causas genéticas como la dislipoproteinemia hereditaria, predispone a acelerar el proceso aterosclerótico. Igual que otras varias patologías familiares sistémicas o cardiológicas que predisponen a una enfermedad vascular y por lo tanto a un AC, por afectación de las arterias cerebrales.
La HTA definida como una presión arterial igual o superior a 140-90 mmHg, predispone a un AC debido a que agrava la aterosclerosis y acelera la enfermedad cardíaca, aumentando el riesgo de AC de 3 a 4 veces. La reducción de la presión arterial en alrededor de 10mmHg se asocia a la reducción del 38% de la incidencia de AC.
La DBT aumenta el riesgo de enfermedad isquémica vascular cerebral de 2 a 4 veces. Además, la DBT aumenta la morbilidad y mortalidad luego de un AC. Los mecanismos implicados en la DBT pueden ser la aterosclerosis vascular cerebral, el embolismo cardíaco o anomalías en la fluidez de la sangre. Todo esto es independiente de la edad o la presión arterial, por lo que al asociar alguno de estos factores de riesgo también se añade un riesgo significativo de AC. Los valores elevados de insulina aumentan el riesgo de aterosclerosis, representando un factor patogénico en la enfermedad de pequeños vasos cerebrales.
Valores elevados de colesterol y LDL también están relacionados con la aterosclerosis. Las drogas que disminuyen el colesterol también reducen el riesgo cardiovascular y por lo tanto de un AC.
Arritmias cardíacas como la Fibrilación Auricular crónica está asociada a un riesgo global de AC aproximadamente de 5 a 6 veces mayor y a una mortalidad del doble, en comparación a pacientes sin esta afectación. Otra vez, la suma de otro factor de riesgo, aumenta aún más la probabilidad de sufrir un AC.
El consumo de cigarrillos es la principal causa evitable de muerte. Es el factor de riesgo más importante para la enfermedad cardíaca y el AC, aumentando el riesgo de este último 2 a 3 veces. Esto es debido a una disminución en la capacidad sanguínea para liberar oxígeno y a la predisposición de la obstrucción o espasmo arterial. Se precisan 5 años antes de observar una reducción en el riesgo de AC tras dejar de fumar. Cambiar a fumar pipa no es beneficioso.
En cuanto al consumo de alcohol, una ingesta baja de alcohol (1 copa diaria) en forma regular produce una disminución del riesgo, mientras que el consumo excesivo aumenta el riesgo total de AC, ya que precipita el embolismo cerebral de causa cardíaca y por otro lado aumenta el riesgo de sangrado cerebral.
La obesidad, especialmente la abdominal, es un factor de riesgo importante de enfermedad cardiovascular en hombres y mujeres de cualquier edad. Existe evidencia que el ejercicio regular aeróbico (caminar, correr, bicicleta, natación) disminuye la presión sanguínea, permite mayor utilización del azúcar en sangre y aumenta los niveles de colesterol HDL («colesterol bueno»).
Los ronquidos habituales aumentan el riesgo de AC, por asociarse en muchos casos a apneas del sueño con disminución del oxígeno en sangre, predisponiendo el mal funcionamiento neuronal.
Pacientes que sufrieron un AIT o un AC previo también tienen mayor riesgo de recidiva, especialmente, pero no exclusivamente, de forma precoz luego del primer evento de AC. El riesgo aumenta también con la presencia de demencia subyacente.
La Arteria Aorta es la localización más frecuente de la ateroesclerosis. Los ateromas o placas de colesterol que protruyen en la Aorta pueden ser causa de AIT o AC cuando no hay otra causa evidente. Placas gruesas de más de 4mm y móviles que pueden detectarse mediante el ecocardiograma tienen una asociación fuerte en el riesgo de isquemia cerebral.
Factores en sangre, como el aumento del hematocrito o de la hemoglobina y el aumento en la viscosidad sanguínea pueden ser indicadores de riesgo para sufrir un AC. Especialmente el aumento de la homocisteína, un aminoácido, se ha asociado a un riesgo aumentado de AC, ya que predispone a la oclusión de las arterias.
Los anticonceptivos orales con altas dosis de estrógenos, provocan alteraciones de la pared vascular y aumentan la viscosidad sanguínea. En algunos casos puede empeorar la HTA. Las mujeres que toman anticonceptivos orales tienen un riesgo estimado 9 veces mayor de accidente cerebrovascular por oclusión de arterias o venas cerebrales. El riesgo aumenta con el tratamiento prolongado, altas dosis de estrógenos, consumo de cigarrillos, diabetes concomitante, HTA y edad superior a los 35 años. Probablemente deberían evitarse en pacientes con HTA. En mujeres fumadores mayores de 35 años es aconsejable el uso de otro método anticonceptivo.
Al ser muchos de los factores de riesgo evitables, se debe tomar real conciencia que al ataque cerebral podemos evitarlo con el arma más efectiva: la PREVENCIÓN.
Por Dra. María Soledad Smechow
Neuróloga
Centro Médico del Sol
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