Organización y transparencia

Asociación Cooperadora para el Deporte Municipal de Tigre. Funciona desde principios de 2010. Realizan obras en los polideportivos con la recaudación de los bonos que pagan los usuarios. Hacen obras de infraestructura, pagan micros y personal administrativo.
El Municipio de Tigre tiene 15 polideportivos. Sus usuarios pagan un bono contribución de diferentes valores según la actividad que realicen. El total de lo recaudado cada mes pasa a conformar la caja de la Asociación Cooperadora para el Deporte Municipal de Tigre, una asociación sin fines de lucro cuya presidente es Silvia Watson, ex jugadora de voley y vecina de Pacheco “de toda la vida. Todo el mundo me conoce como la hija de, porque mi papá tiene una verdulería en Pacheco, así que para todos soy la hija de Jorge”.
Además es facilísimo reconocerla y recordarla porque es altísima, súper delgada, muy simpática y obsesionada por la transparencia de su gestión.

Comprar mejor y más barato
En su adolescencia, Silvia fue integrante de la selección nacional de voley. Un día se le rompieron los ligamentos internos de la rodilla izquierda y allí terminó su carrera. Pero el vínculo con el deporte continuó, por eso le insistió “a Massa para hacer algo en relación con el deporte y me eligió como presidente de la Asociación Cooperadora para el Deporte Municipal”.
A principios de 2010, Silvia comenzó a hacer “los papeles de cero porque la cooperadora anterior no tenía personería jurídica. El trámite salió en mayo de 2010 y ahí se hizo el traspaso de la cooperadora anterior a la nuestra. Antes estaba Juan Fernández Miranda, que actualmente trabaja en el Municipio. Él nos hizo el traspaso de algunas cosas que habían quedado, pero, como el manejo era totalmente diferente, no se pudo traspasar mucho. Como no tenían personería jurídica, era diferente”.
La actual institución tiene una misión específica: “Ayudar a mejorar los poli, tanto en su funcionamiento como en las instalaciones”. Para lograr esto, hicieron un cambio esencial: “Antes, cada poli manejaba sus ingresos, aunque había también una sola cooperadora, no estaba centralizada. En cambio, nosotros recibimos la recaudación de todos los poli y la distribuimos según las necesidades. Hay polis que son más grandes y recaudan más, por eso se pensó en centralizar, así el que tiene mucho colabora con el que tiene menos”. Evidentemente, al ser hija de un comerciante, Silvia ha aprendido que “comprando para 15 polis se consiguen mejores precios que si se compra para uno”.
Entre las cosas que tienen a su cargo, se encuentran: arreglos de termotanques, cañerías, bombas de agua, electricidad; pagan al personal administrativo y también los micros que trasladan a los niños. “Soy muy estricta con esto. Deben tener todo al día: permisos, registro, seguros. Si no tienen todo en regla, no pueden formar parte de nuestro listado de proveedores”.
Sus niveles de exigencia tienen su compensación: “Tratamos de pagar todo al día, así no tenemos deudas con ningún proveedor”, ya que Silvia sabe que “las cuentas claras conservan la amistad”.
La Cooperadora se ha encargado de realizar obras importantes: “Hicimos el poli de Ricardo Gutiérrez; arreglamos los vestuarios y las oficinas de La Paloma; el SUM de Ricardo Rojas, la parrilla de Troncos. Para este año tenemos previsto el SUM de Zanón”.
En un año y medio de actividad, el dinero de los bonos volvió a la comunidad: “Así como la plata entra, sale. En 2011 gastamos, sólo en obras, un millón de pesos. Mi marido, que es el secretario, dirige las compras de material y las obras. Buscamos calidad y precio”, reiteró Silvia, con la satisfacción en su rostro de la tarea bien cumplida.
“Siempre hay algo que se rompe. Si el gasto es muy pequeño, lo paga el poli con su caja chica, porque un porcentaje de los bonos queda allí, así, si se rompe una bombita de luz, la compran ellos directamente. Pero si el gasto supera un determinado monto, lo pagamos nosotros. Todo está bien organizado”. Y contó que también están ordenaditos los papeles: “Nuestra oficina está en el poli de Troncos. Cuando empezamos, íbamos deambulando por los distintos lugares que nos prestaban, necesitábamos tener un espacio propio porque tenemos las cajas con los bonos y cada poli llena una por mes y para la AFIP las tenemos que guardar por 5 años. También tenemos las facturas de lo que se paga. Además se necesita un lugar fijo para que vayan los proveedores.
Desde que fue nombrada para el cargo, Silvia puso todo el entusiasmo: “Yo no sabía nada de esto; hice un curso y mi amiga Roxana Lijo me ayudó con lo administrativo, así presentamos todo prolijo al contador. Trabajamos dos meses en mi casa, incluso armando cajas. Para mí es una gran responsabilidad pero me da mucha satisfacción todo lo que se puede hacer”.
Evidentemente fue un acierto nombrar a una joven que administra la institución con el sencillo criterio de la economía doméstica: sacar el mejor provecho de los pesitos que se tienen para no deberle nada a nadie.

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