La artificiosidad invade la vida

Agronegocio y barrios privados compiten por tierras en la provincia de Buenos Aires. Tanto las islas del Delta como la pampa bonaerense son el campo de batalla de negocios que atentan contra la vida. Isleños, universitarios y campesinos defienden un estilo de vida sustentable. La actual política de tierras, la contaminación y las prolongadas inundaciones auguran un posible desabastecimiento alimenticio.

 

El paisaje era campo desierto porque las topadoras habían arrasado con todo. “Sólo había tierra y las dragas trabajando”. A esta desolación llegó la Lic. Norma Michi, venida desde la Universidad de Luján.

La tradicional selva del Delta tigrense estaba desaparecida: las dragas de colony park transformaron islas y arroyos con el objetivo de instalar un ambiente artificial que la empresa pretendía vender como “un proyecto urbanístico pensado primordialmente en el sustento de la diversidad biológica y el bienestar humano” (página de venta de la empresa). Actualmente en las islas devastadas no hay vida animal, las casas de los isleños que allí vivían fueron quemadas, uno de ellos murió de tristeza y otros enfermaron a partir de la invasión de esta empresa.

Con la intención de aportar su experiencia sobre educación popular, Norma se fue interiorizando sobre la vida isleña y, entre mate y mate, surgió la idea de hacer un libro “sobre la triste experiencia que estaban viviendo los isleños”. El resultado fue Isla Esperanza, un libro que sintetiza la vida y la lucha de un puñadito de hombres que un día se pararon y dijeron “no pasarán”.

 

Un monstruo a las puertas de la ciudad

Luján está a 70 km. de la Capital Federal; es un distrito muy grande donde se encuentra la Universidad Nacional de Luján (fundada en 1972), donde avanza el negocio inmobiliario que devasta los humedales y donde se instaló el agronegocio a full. “El agronegocio no es sólo la soja transgénica, es también el feedlot (engorde a corral de bovinos) y criaderos de pollos artificiales”. Toda esta monstruosidad está a las puertas de la ciudad de Buenos Aires.

“Agronegocio y barrios cerrados están compitiendo por tierras productivas. Los emprendimientos inmobiliarios transforman la geografía, elevan y cementan las tierras y así impiden que funcione el humedal de manera reguladora, por ejemplo, durante las inundaciones. Las tierras cercanas a la ciudad de Buenos Aires, con accesos fáciles, son un gran negocio inmobiliario. Ya no importa que éstas sean tierras productivas y éste es un problema muy serio porque el cinturón productivo se está alejando cada vez más y esto encarece y artificializa la producción”, aseguró Norma.

 

Comida, cada vez más lejos

Tradicionalmente, “Luján fue zona tambera, pero ‘gracias’ a La Serenísima, muchos tambos cerraron. En este momento se está desarrollando una experiencia hortícola muy interesante. La Unión de Trabajadores de la Tierra peleó por tierras y, en 2015, obtuvieron en concesión un viejo instituto de mujeres. Allí se están instalando familias que producen agroecológicamente”.

Una de las cuestiones básicas para lograr la soberanía alimentaria es el abastecimiento cercano; obviamente, también se debe tener en cuenta la calidad de lo que se produce.

“Es muy artificial lo que se está comiendo, por eso la experiencia de Luján es muy importante porque es producción agroecológica de verdura. Sin embargo el problema de la tierra es muy grande, porque los productores tienen poca tierra para trabajar. No hay políticas estatales para remediar esto, la concentración de la tierra aumenta. Todo se está haciendo más difícil que antes, porque la política de este gobierno es para los grandes empresarios”.

Esos grandes empresarios son, por ejemplo, Grobopocatel que “ni siquiera produce alimentos porque gran parte de la soja es para biodiesel”.

Las islas del Delta fueron un espacio productivo, ya no lo son; se está atentando contra el cordón hortícola La Plata – Berazategui – Florencia Varela; buena parte de la provincia de Buenos Aires está bajo el agua; las economías regionales están devastadas. ¿Qué vamos a comer dentro de un año? ¿A qué precios? ¿Tendremos que importar todo lo que comemos?

El partido de Tigre tiene 221 kilómetros cuadrados de islas, ni los tigrenses ni los porteños necesitan reductos artificiales para vivir; tanto unos como otros necesitan alimentos. Por esto, recuperar las islas como espacio productivo es un imperativo de muchos. Seguramente viejos isleños y jóvenes con espíritu neorruralista están dispuestos a entrelazar saberes para comenzar de nuevo.

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