Segunda parada: Egipto

Entre el caos y la miseria, los turistas admiran templos y pirámides. Este país asiático tiene un gran patrimonio histórico, cultural y arqueológico que sorprende a los turistas. Para disfrutar del pasado, hay que atravesar un presente angustiante.

Cuando pensamos en Egipto, inmediatamente se hacen presentes las pirámides, la esfinge, Tutankamón, el desierto, el Nilo, templos, mercados. Todo tiene dimensiones extraordinarias; la pobreza, también. “Es terrible el nivel de pobreza, de necesidad, el caos, la falta de educación. Lo que se ve, es la lucha continua por la supervivencia”, resaltó Marcelo Magne, que ya nos hizo pasear por Túnez (ver edición anterior).

Si bien el profesor de Historia fue visitando lugares turísticos, su mirada no dejó escapar los aspectos sociales. “En cada templo, en cada mezquita, hay cientos, cientos de personas de toda edad intentando vender algo”.

En aquel país, los sectores populares no tienen como prioridad que sus niños vayan a la escuela: “Uno ve chiquitos de 5, 6 años que intentan vender un señalador, por ejemplo. Y un chico de 12, con el mismo señalador, empuja y maltrata al anterior para ganarse el lugar y vender él. Pero después viene un tipo de 20 y corre al de 12. Y después viene un anciano y se pelea con el anterior. Y viene la policía, con armas en la mano, y los corre a todos”, contó Marcelo Magne y sintetizó: “Los chicos no dan tregua. Imploran para que uno les compre. Están descalzos, tirados en la calle”.

El Nilo, con su historia de miles de años, atrae a todos los turistas y allí la realidad también es brutal. “Remontando el Nilo, los barcos llegan a un lugar donde hay exclusas. Ahí se ponen en fila, se acumulan 10, 12 barcos muy grandes, de 4 pisos, y después van pasando de a uno. En esa espera, aparecen unas canoas, con unas 3 personas, de día, de noche, yo los vi a las 2 de la mañana. Se meten con las canoas entre los barcos que están maniobrando y uno de los hombres, parado en la canoa, grita ‘ola, ola’. Los turistas se asoman por las cubiertas y ese hombre parado en la canoa arroja a la cubierta una bolsa con ropa, manteles, para que le tiren unos euros. Y los barcos arrancan y las canoas pasan a dos metros del barco. Es terrible la desesperación por ganarse el mango”.

Los niños también trabajan en el agua: “Para ir a los pueblos nubios, en el Nilo, se toman unas lanchas chiquitas. Y también aparecen unos chicos que andan en unas tablas como de surf y usan dos tablitas como manoplas. Se cuelgan de la lancha y empiezan a cantar para que uno les dé una moneda. Muchas veces, al intentar agarrarse de la lancha, se caen, se levantan y vuelven a intentarlo. Es terrible”. Los pueblos nubios son muy pintorescos, construidos en altura, se los recorre en unos carritos tirados por motos. Los conductores de las motos son niños.

El 90% del territorio egipcio es desierto; la mayoría de su población (más de 100 millones) se concentra alrededor del Nilo, única fuente de agua dulce. En El Cairo, capital del país, viven 20 millones de personas: “La basura, la mugre, es impactante.

Los semáforos, en la zona céntrica, son contados con los dedos de una mano, ergo, el tránsito es más que un caos. Por la ciudad transitan motos de todo tipo, tuc tuc (motos con carrocería), vehículos de todo tipo, inclusive caballos. Lo único que se escucha son gritos y bocinas. Y la gente camina en medio de todo eso, esquivando autos y los autos esquivando personas. Cruzar una calle es una aventura”. En las autopistas el panorama no es mejor: “Las combis, que funcionan como colectivos, paran en la autopista. La gente camina por la autopista. Es todo caótico”.

En El Cairo conviven modernos edificios y “calles de tierra, llenas de basura. La ciudad es marrón porque el viento levanta la arena del desierto y se deposita sobre los frentes de los edificios”. Como la ciudad está construida sobre la ribera del Nilo, algunos aprovechan su fertilidad: “En el centro, entre las casas, hay plantaciones y eso es lo más lindo porque el resto son casas mal cuidadas, de pobreza impactante”. Por supuesto, no faltan los bares, que no despachan alcohol y “están, todo el día, llenos de hombres y no hay una sola mujer”. Para acercarse a la situación de las mujeres, recomendamos la película El Cairo, 678 de Mohamed Diab.

A pesar de que El Cairo está a unos 700 kilómetros de la Franja de Gaza, nuestro entrevistado no vio allí ningún tipo de manifestación a favor de los palestinos, “ni siquiera un afiche”. Aunque el gobierno abrió un cordón sanitario para atender a quienes llegan empujados por el conflicto armado, “al común de la gente, en las calles, no se la ve identificada con el pueblo palestino”. ¿Será la pobreza extrema? Quien está desesperado por sobrevivir y maltrata a un niño para arrancarle unos miserables céntimos, ¿puede desarrollar empatía por los otros pobres del mundo? Para acercarse al caos de la realidad egipcia, recomendamos ver Clash, de Mohamed Diab.

Por Mónica Carinchi

Foto: En primer plano las pequeñas embarcaciones que llegan a los pueblos Nubios

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