Emociones transformadas en pintura

Mariana Zúñiga, la pintora de la isla. Sonidos, texturas, palabras, se transforman en colores refulgentes en la obra de Mariana Zúñiga. La intuición se adueña de sus pinceles y van apareciendo figuras envueltas en un clima de ensoñación. Para ver su obra Facebook Mariana Zúñiga

 

En sus cuadros van apareciendo sensaciones que se plasman en imágenes: lo que le provoca una marea, un día de lluvia o el sonido del agua que acompaña sus días. “Lo que veo desde mi taller cuando estoy pintando, se mete en mi obra, no como una figura, sino como una emoción… que luego se transformará en figura”, dice Mariana Zúñiga, una joven artista plástica que encontró su lugar en el mundo: la isla.

“Siempre viví cerca del río, lo amo. Mi padre es entrerriano, por eso elegí la isla. Tener una calle de agua me parecía lo mejor del mundo”.

Peces, aves, canoas, isleños, la isleñidad toda aparece en la obra de Mariana, atravesada por una nota distintiva: el estallido del color. “Tengo una fascinación especial con el color, de toda mi vida. Las palabras, los sonidos, los gustos tienen para mí un color. Juego mucho con esto, por eso la pintura es lo que más me atrae”.

Su obra es básicamente figurativa, pero para llegar a ella parte de manchas y, luego, “la figura va apareciendo”. Quizás por esto, un efecto de ensoñación se desprende de cada uno de sus cuadros.

 

El lenguaje sensible

Su proceso formativo transitó por lo académico y por talleres de famosos; finalmente eligió “la búsqueda personal, un camino de autoconocimiento”.

Después de aprender lo instituido, Mariana rompió con eso: “Mi objetivo es ir sacándome estructuras y capas para ser más permeable, para trabajar más el lenguaje de lo sensible, de lo puro. Si llego a pintar con la pureza que pinta un niño, me doy por satisfecha”.

Mariana busca despegarse del objeto, igual que su admirado Kandinsky: “Él, al principio, pintaba figurativo y un día entró a su estudio, vio un cuadro dado vuelta y lo fascinó; así empezó a pintar más abstracto. Yo empiezo a manchar y voy girando la obra para ver por dónde seguir. Van saliendo figuras, no las rechazo. Algún día llegaré a abstraer más y aparecerán mal dibujadas. Esta es mi búsqueda”.

Es así que sus formas y colores no son arbitrarias asociaciones, sino que parten de su experiencia interior, por esto sus cuadros mueven profundas emociones.

En la exploración de materiales y técnicas, pasó por la escultura, el grabado, la cerámica, pero siempre – confiesa – vuelve a la pintura.

Como le gusta lo artesanal y, además, el objeto libro la fascina, se inició en la encuadernación: “Esto es contrario a la pintura porque hay que trabajar con orden, respetar los pasos”. Por supuesto, cada una de las libretas, álbumes o libros que realiza son absolutamente originales. “Me gusta el juego entre texto e imagen. En algunos cuadros tridimensionales construyo historias y les agrego el cuadernito, colgando”.

Además de producir constantemente, Mariana dicta talleres, en San Isidro y también en la isla, en su taller de adobe, “un lugar súperinspirador”, nos asegura, tentándonos a seguirla por los caminos del color, del agua, de la madre tierra, en síntesis, de la poesía.

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