Cultor de un fuerte liderazgo, Kirchner fue el Presidente de la recuperación económica y de la instauración de un modelo de poder concentrado que permitió concretar grandes avances, aprovechando también que los dioses eran propicios a la Argentina a partir del boom mundial de los alimentos.
Kirchner buscó transformar, a su manera, el país, dotando de mayor jerarquía a la Corte Suprema de Justicia y permitiendo reabrir las causas contra los represores durante la última dictadura militar, que habían sido cerradas por las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, mientras en lo económico profundizó el camino iniciado por Eduardo Duhalde, al promover la competitividad mediante un dólar alto y tratar de instaurar un «modelo productivo».
También logró reeditar, y en algún punto incluso apropiarse, del peronismo, y sorprendió al desistir de una reelección cantada en el 2007, dejando paso a su esposa, la actual presidenta Cristina Fernández, para concretar así un “matrimonio presidencial” que funcionó casi a la perfección.
Kirchner fue el primer dirigente justicialista que, muerto Perón, logró crear una corriente de peso en ese partido y desarrollar su propio “ismo”.
Así, el “kirchnerismo” es un espacio que parece haber llegado para quedarse en la Argentina, y sólo el tiempo dirá si finalmente se logra mantener a partir de lo que Cristina Fernández y la dirigencia de ese sector puedan concretar.
El fuerte liderazgo de Kirchner y las profundas transformaciones encaradas en la Argentina – algunas para bien y otras muy polémicas y hasta negativas – dejan un trago amargo. La sensación de que el patagónico puede haber dejado escapar la oportunidad de conducir a la Argentina a la República de la unidad nacional.
Al contrario, su prédica y convencimiento sobre la necesidad de jugar a todo o nada en cada mano que la política le presentaba, conlleva la paradoja de que, tras su prematura muerte a los 60 años, un país en crecimiento y con una democracia vigente desde hace casi 27 años, aparece dividido como en otras etapas complejas de su historia.
Haber aprovechado la oportunidad para hacer una gran convocatoria a la “unidad nacional”, parece entonces ser la gran asignatura pendiente que deja la vida trunca de Kirchner.
Ojalá los argentinos estemos a la altura de la circunstancias y, en este momento de luto nacional, podamos retomar la ruta de los consensos, del diálogo, de la no agresión, para profundizar la República y la democracia.
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