“Maradona nació para ser admirado, no para ser explicado”

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Un recuerdo para el mejor jugador del mundo. Cuando estaba saliendo de la lesión que lo mantuvo alejado de la cancha 3 meses, Diego le propuso a Fernando Signorini que fuera su entrenador. Aquí las declaraciones del hombre que acompañó al barrilete cósmico más de 4000 días.

        “Recuerdo el día, el momento. Fue el 28 de junio del 83, en el estadio Noa Camp del Barcelona. Fue la primera vez que hablé con él”. Así relató Fernando Signorini su primer encuentro con Diego Maradona, haciendo, inicialmente, un breve silencio que, seguro, lo remitió a aquel instante, inolvidable para cualquier mortal.

        Diego tenía 22 años, “un nene”, pero ya era un ídolo. Inmediatamente hubo entre ellos “muy buena química”, lo que hizo posible que pasaran juntos más de 4000 días y que Diego lo buscara en etapas difíciles de su vida.

        Cuando Maradona se vio obligado a retirarse de la cancha durante 3 meses por la brutal lesión que le produjo Goikoetxea, Fernando Signorini lo acompañó “como un amigo en la recuperación dinámica”. Y un día pasó lo inimaginable: “Me propuso ser su preparador personal, algo que hasta ese momento no existía para los jugadores de fútbol”.

        Signorini quedó shoqueado. Le pidió unos días para pensarlo y cuando lo volvió a ver, simplemente le dijo: “Comencemos y vayamos viendo”. Imaginamos la escena: sonrisa de satisfacción en la cara de ambos y un abrazo que selló el acuerdo. Pero Maradona quiso más y le dijo que al otro día pasara por la oficina de Jorge Cysterszpiler para firmar el contrato. “Yo con vos no voy a firmar nada. Vos me dijiste que hubo muchos amigos a los que les diste una mano y te terminaron haciendo un juicio. El día que no estés más de acuerdo, me lo decís y me voy sin reclamarte nada”, respondió Fernando Signorini, un hombre de bien.

Vivió como él quiso

        Signorini está absolutamente convencido de que Maradona era un privilegiado. Pero el jugador que se había destacado en Argentina, también sabía que, en Europa, “había otro nivel de competencia. Ahí tenía que ser el mejor toro del rodeo de los mejores”.

        No sólo demostró, también en Europa, ser el mejor, sino que hizo algo que, hasta ese momento, “no había ocurrido en toda la historia del Napoli, que no había ganado nada”. En efecto, el astro argentino le hizo ganar dos Scudettos, una Copa de Italia, una Supercopa y una Copa UEFA. “Además de producir en el Napoli un fenómeno socio-político y económico de características insospechadas”, subrayó el entrenador.

        Para los napolitanos, Diego fue -y es- un dios pagano. Lo amaron hasta el delirio y en todos lados le cantaban: “Oh, mama, mama, mama/ ¿sabes por qué me late el corazón?/ ho visto a Maradona/ y, mama, enamorado estoy”.

        Las jornadas de entrenamiento tuvieron sus tensiones porque Diego no siempre aceptaba las indicaciones del entrenador, pero el carácter y las firmas convicciones de Fernando hacían que se llevaran bien.

        Maradona fue un gran profesional. Cuando estaba cercano a grandes competencias, se dedicada a full a su entrenamiento. “Cuando él quería hacer las cosas de la mejor manera, no había nadie que lo pudiera hacer mejor. Pero cuando decidía hacerla mal, era difícil encontrar a alguien que la pudiera hacer peor”, dijo el hombre que compartió su intimidad, interesado en sacar del ídolo siempre lo mejor. “Cuando se está entrenando a un jugador y se lo quiere llevar a niveles de superación, hay que hacerlo ingresar en zona de dolor. Pero no sólo que ingrese, sino que permanezca para producir adaptaciones fisiológicas y también mentales. Ante eso, él reaccionaba insultándome y yo tenía que insultarlo todavía más fuerte. No podía andar diciéndole ‘ay, Dieguito, mi amor’. Pero siempre terminábamos con un abrazo y riéndonos”, así sintetizó Signorini los momentos más difíciles y también más productivos.

        Un jugador que se destacó de manera inigualable en el campo de fútbol, supo elegir a un entrenador de gran sensibilidad: “Los jugadores no son vasijas a las que hay que llenar, sino que son antorchas a las que hay que encender y después ayudarlas para que no provoquen un incendio voraz. Y Diego era muy proclive, sobre todo en sus declaraciones”.

        Signorini supo escuchar al mejor, comprenderlo y protegerlo, quizás de sí mismo. Lo admira, por eso puntualizó: “Hizo de su vida lo que él quiso. Tuvo un alto contenido dionisíaco en su personalidad. Él vivió como quiso”.

Por Mónica Carinchi

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