“Mi inclinación fue desde chica y mi papá nunca lo aceptó”

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La historia de vida de Ángela Rodríguez

Además de ser la primera travesti que se casó en el país, Ángela tiene una historia de incomprensión familiar y logros personales. Es conversadora y risueña y está segura de que todas las travestis pueden tener una vida como la suya.

Después de muchísimos debates, discusiones y comentarios mal intencionados, el 15 de julio pasado el Congreso de la Nación aprobó la ley de matrimonio igualitario. “Pasé mis buenos fríos en las marchas por la ley, el día que la estaban tratando en el Congreso hacía un frío bárbaro, pero no me vine”, dijo con alegría Ángela, la primera travesti que, haciendo uso de la ley, se casó el 26 de agosto en el Registro Civil de Tigre Centro.

Con esta ley, Argentina se convirtió en el primer país de América Latina y el noveno en el mundo en reconocer el matrimonio civil entre personas del mismo sexo.

Terminar con el mal trato

“Cuando yo era chica, me agarraba las polleras y zapatos de mi mamá para ir a jugar con mis amigas. Siempre estaba metida con las chicas, pintándome, jugando con las muñecas. Yo, de chiquita, nunca fui a jugar a la pelota o a las bolitas. Mi inclinación fue desde chica y mi papá nunca lo aceptó”, explicó Ángela.

La incomprensión llegó a los golpes: “Estaba muy cansada de que mi papá me pegara. Él nunca me aceptó, siempre me quiso ver muerta. Primero me pegaba a mí, después se la agarró con mi mamá. Entonces decidí venirme para acá, sin conocer nada porque nunca había salido de Bahía Blanca”.

Fue así que, a los 17 años, Ángela puso un pie en la gran ciudad. Recién llegada, “con un poco de platita”, Ángela se instaló en un hotel de Avenida de Mayo. Al principio conseguir trabajo no fue fácil, por eso había que tomar lo que viniera: “Trabajé en el mercado de Abasto, limpiando los puestos. Con lo que me pagaban los puesteros, yo pagaba la pensión y con la fruta y verdura que me daban, la señora de la pensión me hacía la comida”. Pero vivir en la Capital es caro, por eso, cuando la plata ya no alcanzaba, Ángela se vino para Tigre: “Primero viví en la 202 y Panamericana y al tiempo me vine para Los Tábanos. El terreno me lo prestaron, después, cuando lo conocí a Carlos, él me lo compró” y se notó el orgullo en la voz de Ángela, mientras hacía un gesto con su cabeza, tratando de abarcar con su mirada el amplio comedor diario de su hogar.

La necesidad de poner distancia entre ella y su padre no la hizo olvidar a su mamá: “Al año me la traje con una mentira. Le dije que estaba muy enferma. Vino, pero se quería volver para cuidarme una casita que yo tenía en Bahía Blanca. Entonces le dije que no me importaba nada de allá. Logré que mi mamá se quedara y vivió conmigo hasta que se murió. Fue una gran tristeza. Por suerte al año lo conocí a Carlos”.

En Bahía Blanca quedó una familia con la cual no volvió a tener contacto: “Tengo una hermana por parte de madre que nunca me aceptó. Cuando me enteré de la muerte de mi papá, sentí como si fuera un extraño”.

Trabajo y lucha social

Las malas experiencias familiares no impidieron que Ángela forjara un carácter alegre y entrador: “A mí me aceptan en todas partes, será porque soy muy conversadora”.

Como trabajadora de una empresa privada de limpieza transitó por distintos escenarios: Hospital y geriátrico de Vicente López, ATC. “Cuando me quisieron llevar a trabajar a Avellaneda, como no me convenía, me puse a trabajar por mi cuenta”. Ahora trabaja en cuatro casas y dos oficinas y está muy contenta porque todos confían en ella, lo que no le pasa a todas las travestis porque “la gente tiene prejuicios”.

Por este motivo, Ángela forma parte de la Liga y Unión de la Comunidad Homosexual Argentina (LUCHA). “La idea es que todas las chicas puedan salir de la prostitución y tener un trabajo digno, porque las travestis se prostituyen porque no les dan trabajo. Nosotras podemos limpiar casas, trabajar en hospitales. Todo lo que yo logré, quiero que lo logren mis compañeras”. Y resaltó: “Existen prejuicios sobre todo en los grandes, por eso hay que enseñarle a la gente grande, porque todo empieza por ellos. Si ellos comprenden, después van a educar a sus hijos”.

Un objetivo prioritario de LUCHA es el cambio de identidad, “el día que me casé, la jueza se disculpó por nombrarme con el nombre de hombre que figura en mi documento”, recordó Ángela. Su documento de identidad la ha colocado en situaciones incómodas: en una oportunidad estuvo internada y en primera instancia la colocaron en una sala de hombres, “¿te imaginás? yo en camisón entre los hombres”, dijo Ángela muy risueña. Cuando tuvo que hacerse el prenupcial, también surgió el tema: “estaba haciendo la fila y me nombraron como hombre. Eso no puede ser, yo quiero que me digan Ángela”. Como suele suceder, la sociedad acepta las diferencias y transformaciones mucho antes que las instituciones: “Hoy tuve una sorpresa. Fui a un negocio en San Isidro. Mostré el documento y la empleada me preguntó ‘¿a vos cómo te dicen?’, yo le dije Ángela, ‘entonces te anoto Ángela aunque tu documento diga Ángel’”. Y por supuesto, se largaron a conversar.

Otro tema que también abordará la ONG es la adopción, “yo creo que va a servir para nosotros y también para los heterosexuales, porque ellos están muchos años esperando a un niño, siendo que hay tantos chicos tirados en la calle”. Ángela contó su experiencia: “Antes de conocerlo a Carlos, yo crié a un chico. Me lo dio el padre, que era un hombre que vivía en una villa y no lo podía cuidar. Yo al nene lo tenía siempre conmigo, cuando iba a bailar con una amiga travesti, lo llevaba. Yo bailaba dos o tres piezas, volvía y entonces iba ella, porque al nene no lo dejaba nunca solo. Él estuvo conmigo 5 años, todos se admiraban de lo bien que yo lo tenía, pero me lo sacó un cura que dijo que yo no era una persona apta para tener una criatura. El barrio me apoyó porque veían que yo lo cuidaba mucho. Sufrí mucho por ese chico”.

El tiempo pasó, ahora Ángela está legalmente casada con Carlos. Los dos tienen ganas de adoptar un niño. Seguramente, esta lucha encontrará a Ángela nuevamente frente al Congreso de la Nación.

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