Come rico, sano y soberano

Pequeños agricultores de la costa ecuatoriana llegan con sus productos a Guayaquil. Después de haberse independizado de la Cámara de Agricultores, los pequeños productores de la costa ecuatoriana fueron transformándose en agricultores orgánicos. Actualmente comercializan sus productos de manera directa a precios justos.

 

        La búsqueda de formas de comercialización directa, es decir evitando intermediarios, recorre toda América Latina. En Guayaquil, una de las ciudades más importantes de Ecuador, gracias a la iniciativa conjunta de la Fundación In Terris, la institución educativa Balandra Cruz del Sur y la Federación de Centros Agrícolas y Organizaciones Campesinas del Litoral (FECAOL), los guayaquileños disfrutan una vez al mes de la feria orgánica Bonaterra.

        La FECOAL está compuesta por 60 productores, que tienen parcelas que no superan la hectárea. Algunos fueron convirtiendo sus prácticas tradicionales a la producción orgánica; otros ya producían orgánicamente, pero lo hacían sólo para su sustento, pues no tenían dónde vender. “Al que caía en manos de intermediarios, prácticamente le robaban porque le compraban a precios muy bajos. Nosotros logramos que esos productos vengan acá y sean vendidos a precios justos”, explicó Efrén Román Bajaña, presidente de la Federación.

        “Decidimos llegar con nuestros productos directamente al consumidor y no ha sido fácil”. Una de las dificultades es la distancia entre las fincas – cercanas a la región costera – y Guayaquil, pero el trabajo asociativo permitió que la mayor parte de los integrantes de la Federación estén presentes.

        Bajo el lema “come rico, sano y soberano”, a la feria llegan típicos productos de la costa: arroz, tomate, tamarindo, porotos, maní, guabas, mango y también “cebolla, que no se producía en esta zona, pero nosotros lo logramos y de muy buena calidad”, manifestó con orgullo Efrén, explicando que la cebolla fue, hasta hace poco, un producto exclusivo de la sierra. Además tienen lácteos, “yogur, quesillo y requesón que, en comparación con otros negocios, aquí se venden más baratos”, remarcó el presidente de la Federación.

        El mismo Efrén es productor de arroz orgánico: “Hacer arroz orgánico es difícil, pero no imposible. Es necesario rotar los cultivos y enriquecer la tierra. Antes nosotros quemábamos la cáscara del arroz, ahora ya no lo hacemos, porque las regamos en el suelo, las dejamos unos 3 meses y después las mezclamos con tierra. Esto es un gran abono que dura unos 3 años. Además el arroz necesita mucho nitrógeno y nosotros tenemos plantas que son fijadoras de nitrógeno, como el guachapelí y el chalú. Usamos sus hojas en una preparación y en pocos meses obtenemos bioles orgánicos”.

        Para mejorar la presentación de sus productos, compartir experiencias y relacionarse entre sí, ya que a veces el trabajo no deja tiempo para el intercambio social, la feria descansa durante un mes y sus integrantes participan de seminarios y talleres que se imparten en las quintas. Allí concurren también los consumidores, especialmente padres, alumnos y profesores de la escuela Balandra Cruz del Sur. Asimismo, para seguir mejorando el trabajo rural, 5 jóvenes han ido a estudiar a Brasil, a la universidad del Movimiento de Campesinos sin Tierra: “Volverán a Ecuador con un título de Tecnólogos en Agroecología”.

        Hasta hace poco tiempo, estos agricultores dependían de la Cámara de Agricultura y de esa forma estaban ligados a sus intereses. Pero “pudimos romper esa relación y demostrarle al gobierno que los pequeños agricultores podemos salir adelante sin intermediarios, porque la Cámara, para nosotros, fue un intermediario que acaparaba todos los beneficios que dan las fundaciones o el mismo gobierno”. 

        Con autogestión, capacitación y cooperativismo, estos hombres y mujeres han iniciado un camino de transformación necesario, tanto para productores como para consumidores.

 

Balandra Cruz del Sur es una institución educativa que lleva adelante un programa de ecoeficiencia. Desde el jardín de infantes hasta el secundario, buscan “día a día actuar ecológicamente  y en esto está todo el personal involucrado, los alumnos y también las familias balandra”, explicó María Belén Cajas, quien tiene a su cargo la gestión de dicho programa. En el colegio, los estudiantes hacen prácticas en  una huerta orgánica, reciclan residuos sólidos urbanos, colaboran en la feria Bonaterra. El colegio está adherido al movimiento internacional “lunes sin carne”: “Tratamos de que los padres se den cuenta de que la alimentación es algo fundamental en la vida de sus hijos. A veces, por comodidad, les dan papas fritas y coca cola, pero la comida es parte de la cultura del amor, entonces hay que preguntarse si lo que uno come realmente nutre y hace bien. Además, nosotros tenemos en cuenta el impacto que nuestra alimentación provoca en el planeta y la producción de carne genera una gran cantidad de gases de efecto invernadero”. Los alumnos y también sus familias son “cada vez más concientes de que cada uno de nosotros generamos efectos sobre el ambiente y, si no nos ocupamos ya de esto, las futuras generaciones van a sufrir”.

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