Jardín Botánico Bonaerense. En lo que fue parte de la estancia que Benito Villanueva tenía en Ing. Maschwitz, se está armando un reservorio para la vida silvestre regional. En el mismo espacio funciona el Centro de Educación Agraria n° 25. Para información sobre los cursos, llamar al 15-5183-1923 o ceabotanico@yahoo.com.ar
El interés por las plantas acompaña a la humanidad desde sus orígenes y la creación de jardines botánicos es una de sus manifestaciones. De meramente ornamentales, estos jardines pasaron luego a ser espacios de conservación y estudio.
La ciudad de Buenos Aires tiene su jardín botánico desde finales del siglo 19, pero la provincia de Buenos Aires – con tanto patrimonio natural para preservar – carecía de uno propio hasta que Alberto Fernández de Rosa – actor, amante de las plantas y vecino de Ingeniero Maschwitz – y su amigo Fernando Cerolini – periodista – iniciaron acciones para la creación del Jardín Botánico Bonaerense.
En septiembre de 2007, el Gobierno Nacional destinó 40 hectáreas, remanentes de la estancia de Benito Villanueva en Maschwitz, para la creación de dicha institución y, en 2010, se constituyó el Centro de Educación Agraria 25 con sede en el mismo predio, uniéndose, nuevamente, dos objetivos capitales: proteger y educar.
Por ahora, pocas visitas
“Las 40 hectáreas eran casi un potrero, salvo el jardín que rodea el casco de la antigua estancia, que no pertenece al Centro”, explicó Alberto Fernández de Rosa, director del CEA 25.
El antiguo casco funciona como sede del CBC que la UBA dicta en Maschwitz. El resto del predio va construyendo su nuevo perfil.
Básicamente se respetó “lo que ya estaba; el botánico se va extendiendo por etapas que duran aproximadamente dos años, ahora tenemos una hectárea lista”. El circuito ya armado rodea las aulas donde el CEA da cursos abiertos a la comunidad: lombricultura, producción de conservas, plantas ornamentales, huerta orgánica. Para las prácticas de ésta última se ha dedicado una hectárea: “Esta tierra es muy arenosa, pensamos que podía ir para la vid, pero no para la verdura, sin embargo se da todo bárbaro”.
Los senderos preexistentes conducen por paisajes agrestes, siendo uno de ellos un bosque de talas que, por estar en vías de extinción, Alberto – Paco para los amigos – está especialmente interesado en preservar. El caminar del visitante es acompañado por una gama de verdes y la sorpresiva aparición de hermosas aves: “Un día nos encontramos con la pava del monte, que está en peligro de extinción, pensamos que era una casualidad, pero no, la seguimos viendo”. La íntima relación entre flora y fauna silvestres ha convocado a profesionales de Aves Argentinas que han realizado un relevamiento ornitológico del lugar.
Por el momento, las visitas al botánico deben ser pautadas con anticipación, ya que no cuentan con personal para recibir público espontáneo; aún así, colegios, centros de jubilados y otras instituciones pasan por allí con frecuencia con el objetivo de realizar actividades educativas o, simplemente, disfrutar de un día al aire libre.
El CEA tiene convenios con el INTA; con la Universidad de Luján, institución con la que hicieron un curso sobre manipulación de alimentos que “seguramente se reiterará”; con la Universidad de General San Martín, que tiene la carrera de Ecología Urbana. Por otro lado, todos los cursos que se imparten en el CEA son gratuitos y tienen como único requisito ser mayor de 18 años.
Sobre la calle Mendoza – una arteria multivisitada por los cultores de lo orgánico – se encuentra un antiguo puesto de la estancia que se está restaurando con el objetivo de convertirse en la sede definitiva del CEA; por allí, además, será el ingreso público al Jardín Botánico Bonaerense, un aporte estratégico a la conservación de la biodiversidad del nordeste de nuestra provincia.
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