La importancia de preservar las plantas nativas

Feria de Intercambio de Semillas y Saberes. Quitándole un poquito de tiempo a la atención de su puesto, Víctor Blanco compartió, con este medio, sus conocimientos sobre las plantas nativas. Cerró la charla con una expresión que invita a la reflexión: “Es necesario tener tiempo para observar y aprender de la naturaleza”.

 

        Una vez más, el lunes 8 de octubre se hizo la Feria de Intercambio de Semillas, cerca de la estación fluvial. En esta oportunidad se pudo ver más gente preguntando, interesándose, intercambiando libremente semillas y saberes.

        “Cuando uno da una semilla, explica qué es, de dónde se sacó, si se heredó del viejo que también tenía huerta y así se mantiene la misma semilla. Esto para mí es lo más importante, el intercambio cultural que se da”, manifestó Víctor Blanco (35), que llegó desde Los Polvorines con sus plantas nativas.

        La feria es de intercambio, pero cuando alguien pasa y se detiene por curiosidad, pregunta, se interesa, entonces “como no tiene nada para intercambiar, les regalamos las plantas, les decimos que, por favor, las lleve y las propague”. Con este entusiasmo, Víctor va mostrando sus plantines, los libros con ilustraciones y también fotos tomadas por él, con la intención de realizar un registro de plantas nativas de esta región.

        “Cuando vemos una plantita nativa en una plazoleta, la sacamos, porque después va la municipalidad y corta todo, corta el pasto y también las plantas nativas. Y así, sin querer se va perdiendo la biodiversidad de esta zona”, explicó Víctor y agregó: “La gente que tiene jardín, va al vivero y allí sólo encuentra exóticas. Las compran y las plantan, sin saber que son exóticas. Todo esto pasa porque no hay educación sobre este tema, sobre la importancia de preservar las plantas nativas”.

        Esas plantas que algunos llaman “yuyitos” o “malezas”, esas que están tan desvalorizadas, esas que acompañaban la vida de los animales y los hombres y mujeres que habitaban estas tierras antes de la llegada del invasor europeo, esas son las plantitas que Víctor y su novia Cecilia recolectan, cultivan y regalan.

 

La combinación perfecta

        “Tener una huerta nos permite comer sano y estar en contacto con la naturaleza”, dijo Víctor, que hizo el curso de ProHuerta y ahora disfruta de sus verduras, sus gallinitas y sus árboles frutales.

        Las plantas nativas se asocian muy bien a la huerta: “Con la dichondra, una nativa que se ve mucho, hacemos un colchón y así mantenemos la humedad y nos ahorramos el trabajo que implica el riego. Además evita que crezcan hierbas. La dichondra tiene una raíz muy superficial, entonces no compite por los nutrientes de las hortalizas, cuyas raíces van por abajo. La combinación de nativas y huerta es perfecta”.

        Una planta que Víctor recomienda tener en casa es la vara dorada: “Con la flor se hace un aceite muy bueno para el reuma. Las florcitas se colocan en aceite de  girasol – el común de cocina – que se calienta y, antes de que hierva, se apaga, se deja enfriar, se filtra y está listo. Se aplica directamente sobre la zona de dolor”.

        Una de las más lindas flores nativas es la pasionaria omburucuya: “La fruta es muy rica y a las gallinas les gusta mucho, por eso la pusimos al lado del gallinero”. Y aclaró inmediatamente que los animalitos se comen las que están más bajitas, porque las otras, las comen ellos. “Sirve para atraer aves y abejorros. La flor de la pasionaria tiene una forma especial para que la polinicen los abejorros. Es una nativa que se ve mucho en los corredores de los ferrocarriles, donde crecen muchas nativas”.

        Las plantas autóctonas no requieren cuidados, excepto si están en macetas. “Están adaptadas al clima y al ambiente de la zona, por eso se van regulando solas, con los insectos y las aves. A lo sumo, habrá que podar alguna enredadera”.

        Víctor nos recordó que un jardín con nativas, es un jardín con mariposas: “Las mariposas se alimentan de la flor y también depositan sus huevos allí. Las larvas se comen las flores, pero nunca llegan a matarlas, capaz que queda un palito pelado, pero volverá a brotar. Es la cadena natural”.

        Desde hace tiempo, Víctor se dedica a fotografiar a la naturaleza: paisajes, plantas, pájaros. “En Buenos Aires hay más de 400 especies de aves, hay de invierno y de verano, por las migraciones”. Comentó que una de las que aún se reproduce bien es el hornero, porque “se adapta al avance del asfalto”.

        Por suerte, las reservas naturales de Vicente López y San Isidro y el Delta – reserva natural por excelencia – son espacios de preservación de la biodiversidad de una zona muy especial: “Esta es la región donde se mezcla la selva marginal – la más austral del mundo – con el pastizal bonaerense”.

        Muchos jóvenes como Víctor y Cecilia han decidido cambiar el asfalto y las rutinas oficinescas por trabajos que permitan tiempos más personales: “Trabajé durante muchos años en relación de dependencia. Cuando empecé con la huerta, tenía poco tiempo para dedicarle. Entonces aprendí el oficio de herrero y ahora trabajo en mi casa, cuido mi huerto, saco fotos, registro la naturaleza. Fue una decisión de vida. Hay tiempo para tomar unos mates en el jardín, mirar las mariposas, los pajaritos. Es necesario tener tiempo para eso, para observar y aprender de la naturaleza”.

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