Tierra Sin Mal

Una red de organizaciones isleñas funcionando coordinadamente para el buen vivir. A partir de la utopía de los guaraníes, hombres y mujeres se organizan para defender el humedal y vivir dignamente. La red abarca Buenos Aires y Entre Ríos y continúa extendiéndose por el Paraná. Mesas de trabajo con diferentes organismos estatales y consolidación de proyectos en un año de trabajo.

        Todo isleño está atento a los dos proyectos básicos de destrucción del Delta del Paraná: agronegocio y negocios inmobiliarios.

        El primero no afecta directamente a la primera sección del delta; en tanto el segundo, se extiende sobre los humedales continentales y también deltaicos con proyectos faraónicos como colony park o con la ocupación hormiga de pseudoambientalistas que ponen carteles de propiedad privada sobre juncales o abren canales con retroexcavadoras en las zonas de formación de islas.

        “Los dos proyectos van en contra del isleño y del humedal. Y Tierra Sin Mal tiene un objetivo opuesto: vivir dignamente en armonía con el humedal”, explicó Andrés Asiain, un economista que se mudó a la primera sección hace ya 5 años.

        Reforzar la economía isleña y organizar las múltiples energías que allí se despliegan es el objetivo de Tierra Sin Mal. “Los pobladores isleños tienen mucho empuje y nosotros nos proponemos fortalecer su desarrollo económico y consolidar espacios comunitarios de esparcimiento, de salud, culturales, deportivos”.

        Tierra Sin Mal es una red de cooperativas, ya están pensando en un proceso de industrialización.

        En su emprendimientos particulares, productores individuales y grupos de trabajo comunitario que cubre un amplio territorio: Tigre, San Fernando, Villa Paranacito, Zárate, Ramallo, Baradero, San Nicolás, San Pedro. Las organizaciones de pescadores van articulando entre sí, extendiendo la red.

        Posibilitar que las políticas públicas lleguen a las organizaciones, acompañar en materia administrativa y armar mesas de diálogo con distintas áreas del Estado, son algunas de las acciones de esta onege para que los habitantes históricos de la isla – y también los que llegaron recientemente – permanezcan en el territorio porque “ellos son los que saben cuidarlo y si se van, lo dejan liberado al negocio ganadero o inmobiliario”, aseguró Asiain.

En acción

        Desde siempre los pescadores son explotados por intermediarios que “aprovechan la ilegalidad a la que los somete la ausencia de una ley provincial de pesca fluvial, entonces les compran el pescado a $30 el kilo y ellos lo venden en las pescaderías a $500”.

        Un primer paso para terminar con esta estafa es Pescado para Todos, una propuesta para la primera sección que ya vende 250 kilos de pescado por semana a $150 el kilo. “Entre pescadores, vendedores, consumidores hay unas 130 familias involucradas. Antes, no comían pescado de río, pero ahora lo tienen barato, entonces pueden acceder a un alimento económico”.

        Durante la pandemia todo se complicó, pero Tierra Sin Mal logró permisos de pesca y acuerdos con prefectura para que no molestaran a los pescadores artesanales en ningún punto del país; ahora están gestionando una cámara de frío, una lancha acopiadora y una camioneta para distribuir por zona norte. Para el futuro primer año de existencia organizaron grupos de trabajo comunitario para arreglar la única plaza de la isla, dar apoyo escolar, distribuir alimentos, reparar plantas potabilizadoras de agua.

        En relación al apoyo escolar, Asiain comentó que “es importante para romper desigualdades sociales que se profundizaron durante la pandemia que afectó a las familias con menor capacidad de conexión o que no pudieron acompañar a los chicos en los estudios”. Un grupo de mujeres lo lleva adelante, además de estar trabajando en la futura Casa de la Mujer desde donde coordinarán temas de género.

        Iniciaron el rescate de potabilizadores que el Inta colocó en lugares donde no prosperaron; con recursos propios están comprando las piezas que se rompieron para reubicarlos. En cuanto al servicio de agua que actualmente presta Aysa, el economista destacó que “en lugar de gastar tanta plata en combustible y alquiler de chata, podrían poner a cada isleño un sistema para recoger agua de lluvia. La experiencia ya existe y es exitosa”.

        La contaminación del agua es siempre una preocupación y siendo los motores a dos tiempos una de sus causas, Asiain planteó que “debería armarse un plan canje por motores de 4 tiempos” y recordó que en muchos países los motores de dos tiempos están prohibidos.

La utopía es acá y ahora

        Otro aspecto fundamental para que la economía crezca, es el espacio de comercialización, por lo cual están poniendo su mirada en el Puerto de Frutos. “Sería un gesto muy importante que los isleños vuelvan a tener allí un lugar destacado”, dijo el entrevistado, ya que el Puerto de Frutos fue creado justamente para los productores isleños. “Hay una gran falencia a nivel municipal. Hicieron avances mínimos con locales muy chiquitos y marginales”.

        Mientras que los locales se expanden, los isleños siguen excluidos, por eso Asiain insistió: “Es una necesidad de la isla porque se ha repoblado y han surgido proyectos de vida. Entonces, ahora que queremos levantarla, el Puerto es una herramienta indispensable para lograrlo. Y la política municipal tendría que apuntalar los proyectos isleños”.

        Evaluando la relación con el continente, la conclusión es que “tiran la contaminación a través del Reconquista, llenan los ríos de lanchas de paseo que no gastan un mango en la isla, las casas de alquiler directamente se pagan en Buenos Aries y la gente llega con la comida. Entonces usan la isla como lugar de paseo y esparcimiento y no dejan nada para los isleños, salvo la basura y la contaminación. Este tipo de uso por parte del continente hace que el isleño diga ‘quiero la independencia’, porque lo que nos dan, es un desastre”.

        El entrevistado consideró que lo único bueno que ofrece el Estado municipal es el sistema de salud, “después, las escuelas son provinciales, la prefectura es nacional. O sea que la presencia municipal se da sólo en los centros de salud, el resto de lo que tendría que hacer -dragado, cuidado de caminos vecinales, puentes, muelles- es un desastre. ¿En qué pierde el isleño si declara la independencia?”.

        Otro tema de tensión permanente es la propiedad de la tierra. “Hay mucho papel trucho y particulares entongados con catastro que después arreglan con inmobiliarias y escribanías. La regulación dominial tiene fuerte impronta municipal y es un desastre”.

        Muchos son los isleños que estiman que no hay políticas municipales activas para la isla porque el caudal de votos es poco. ¿Los ciudadanos estarán reducidos a un voto?

        Mientras, nativos y recién llegados empezaron a tejer una red de reciprocidades y apoyo mutuo que construye fuerza y organización porque “la utopía ya no hay que buscarla migrando, sino organizándose y construyéndola”.

Por Mónica Carinchi

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