Algunos quieren vivir en la isla para alejarse del bullicio; otros, como David Klauser, la eligen por búsquedas más comprometidas: “Quería que la contaminación me toque. Yo tenía un hermoso taller en San Fernando y todos los días lavaba los pinceles y me preguntaba hacia dónde iba el agua. Cuando uno vive en el Delta, está pensando qué tira al agua, está conciente de lo que hace con la basura. Separamos lo orgánico y lo enterramos”.
Y justamente su producción artística se ha desarrollado, en el último tiempo, alrededor del arte reciclaje: “Hace un año empecé fuerte con la madera, el hierro. La basura me parece desagradable, otra cosa es la chatarra que es otro tipo de basura, más selecta, más industrial”.
Además de los desechos contundentes, le atraen los carteles callejeros: “Me encantan los collage que se forman, un afiche encima del otro, la gente pasa y los arranca y yo también los arranco y los uso para hacer collage. Para mí es importantísimo ese registro de superposición. Cada tanto logro que me regalen uno nuevo y lo intervengo directamente. Esto con el papel. Con la tridimensión pasa lo mismo, se van encontrando cosas que van pidiendo ensamblarse”.
Tanto la calle como el río lo proveen de materiales: “La ribera es un basural. Después de una marea, suele haber muy buena basura, hay lugares donde quedan cosas colgadas de los árboles, montones de herramientas que fabrican los isleños con técnicas inventadas. Desde que estoy en la isla, aprendí que lo que no está hecho es porque a nadie se le ocurrió. Todos, en la isla, buscan una forma de arreglar algo sin ir hasta la ferretería. Las casas son hechas con palos de luz de recambio, que sacaron porque ya se pudrieron de abajo. Mi casa son 18 palos de luz y 5 durmientes. Uno se da el lujo de ser arquitecto. Todo se resignifica, ahí”.
A los basurales con herramientas
En septiembre del 2010, David participó de un programa de arte-reciclaje organizado por el Municipio de Salsipuedes (Córdoba). “En un lugar que se llama El Parque, que estaba bastante venido abajo, vieron la posibilidad de hacer un centro cultural y sala de exposición. Como yo tengo un proyecto para trabajar en basurales, me contrataron. El Municipio me dio una camioneta, herramientas, el lugar para trabajar. Al principio, la gente que anda con la chatarra no me miraba bien, después terminaron copándose, me decían ‘esto lo podés poner acá, esto puede ser una mosca’. Me parece muy bueno que un Municipio vea esto como una forma de pensar qué hacemos con nuestros desechos”.
Desde su hacer de artista plástico, David tiene una búsqueda que avanza hacia lo social: “Con mi proyecto de basurales voy a recorrer el país, conociendo otras políticas ambientales, culturales, educativas, porque un basural puede ser un descontrol o, por ejemplo, Villa Giardino (Córdoba), que tiene pasto, está sectorizado y hay cooperativas que trabajan organizadamente”.
Para llevar adelante su proyecto, está gestionando esponsors: “Mandé mails a varias automotrices porque quiero un auto que funciona a panel solar, a hidrógeno -sé que BMW lo tiene-, también podría ser eléctrico o a biodiesel. A YPF le pedí que me subsidie el combustible; a Renault Minuto que me arreglen el auto en la ruta. También pido un generador eléctrico para poder soldar en el medio del desierto”.
Terminado marzo, David piensa partir. “Ahora voy a ir en mi auto, con mis propias herramientas, que son como una extensión de mi mano”. Y la lista lo transforma en un artista-operario: “Motosierra, taladro, amoladora, soldadora. Llevo herramientas para hacer, si es necesario, un centro cultural”.
Además de esponsor, David buscó padrinos: “Al proyecto pedí que lo apadrinen los tres municipios que me vieron crecer: San Isidro, San Fernando, Tigre”. Y contundente como sus herramientas, dijo: “Aunque todavía no tenemos un espacio aquí, yo sé que somos los que lo merecemos, porque somos los que estamos actuando. En Tigre hay un grupo de artistas comprometidos, que todos los días nos cuestionamos qué vamos a hacer, cómo, con quiénes”.
Obviamente, el museo estrella de Tigre, el MAT, surgió en la conversación: “Estamos esperando que en el MAT se abra una sala para artistas tigrenses. Hace falta una política cultural para que allí haya un espacio para nosotros y también para que haya una ley de mecenazgo porque muchas empresas aportarían, no a nosotros directamente, pero sí a una entidad como el MAT”.
Entre esponsor y mecenazgo, se le preguntó al artista qué información tenía sobre el Fondo Municipal de las Artes y su respuesta fue terminante: “No sabía que existe”.
Entre el under y las galerías
Desde el Rompani, David sale con su obra para exponerla en una cantidad “surtidísima” de lugares.
“Hace unos 10 años expuse en el MAMBA (Museo de Arte Moderno de Buenos Aires). Me pareció el lugar más increíble del mundo porque estaba en su punto justo entre blanco y venido abajo. Era una fábrica, muy espaciosa. Si me dan a elegir, esos son los lugares que más me gustan”.
Pero él sabe que “la que legitima la obra es la galería de arte” y en este ámbito trabaja con Mercedes Pinto, Javier Baliña, Andrea Griffin.
También ha expuesto en Casapuente, de Sebastián Boado; en La Nave Kadmon; en los jardines del CD de Tigre, en el marco del Primer Festival de Cine Ambiental.
A principios de marzo, se lo podrá ver en Sabe la Tierra, un mercado orgánico que se instala los sábados en la estación San Fernando del Tren de la Costa. Después de esto, se subirá a su auto cargado de herramientas para poner en práctica una máxima de Alejandro Jodorowsky: “Lo que doy, me lo doy; lo que no doy, me lo quito”.
Usted, lector, ¿se perderá la próxima muestra de David Klauser?
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