“El Tigre Hotel, punto de reunión de la buena sociedad”

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Historia del Partido de Tigre – Parte XLIII

La temporada de verano, las fiestas y el glamour, la pintoresca travesía desde Retiro al Hotel en tren y en tranvía tirado por caballos, y un triste final que nos privó de un valioso patrimonio arquitectónico.

La temporada estival en el Tigre Hotel empezaba en el mes de noviembre con un gran baile. Asimismo, los días jueves, sábados y domingos había “dinner-danzant”, cena y baile, que se caracterizaba por su magnitud y glamour. La elite porteña y las familias locales como los Marabotto, Ochoa, Schiappappietra, Wilson, Rocha, Vivanco, Gandulfo, Martínez, Cazón y otras, eran parte del público asiduo.

Santiago Calzadilla, en su libro “Las beldades de mi tiempo”[1], describía a las reuniones que se realizaban en el Hotel con las siguientes palabras: “…Una pléyade numerosa de juveniles rostros, con toillettes de matizados colores, que brotaban rozagantes como en campo de dalias y glicinas, apareció en las reuniones del Tigre Hotel, en la noche del último domingo…”.

Una nota del diario La Nación de 1891 decía: “En las noches del sábado y el domingo, el salón de fiesta del Tigre Hotel fue punto de reunión de la buena sociedad que veranea en los pueblos del norte. La hermosa sala, erigida al borde del río, presentaba un golpe de vista encantador. El carácter de estas fiestas de verano, excluyendo a las grandes toilettes permite, sin embargo todos los atavíos compatibles con las pocas exigencias de la vida en villegiature (vacaciones)…”[2].

El fin de año se festejaba con una gran cena. A la medianoche se saludaba con silbidos de sirena, bocinas de las embarcaciones, estruendos, bombas y fuegos de pirotecnia montados en la costa y sobre balsas en el río frente al Hotel.

 

Una travesía para llegar al Hotel

Desde la Estación de Retiro salía una máquina de vapor que tardaba alrededor de una hora y media para llegar a la Estación de Tigre. Allí estaba esperando un tranvía tirado por caballos que recorría el trayecto por la calle Buenos Aires (actual Libertador General San Martín) y Liniers pasando por las quintas de Cobo, Alcorta, Gramajo, Astengo, Oliveira César, Calzadilla, García Lawson, y otras. Circulaba sobre un terraplén que se había construido con tierra traída con zorras desde General Pacheco.

Eran famosos los cocheros de los tranvías por su gusto musical al tocar la corneta que anunciaba a los vecinos la llegada del tranvía. Si un pasajero se retrasaba, se lo esperaba mientras los caballos hacían sonar un collar de cascabeles que tenían colgado en el cuello. Con el paso del tiempo, se reemplazó el tranvía por un ómnibus tirado por una yunta de caballos. Este era conocido como “el ómnibus de la gallega” porque su dueña era una señora española de nombre Antonia Soto, que era una comerciante de la zona.

En 1920, aparecieron los transportes a nafta. Aún así, el Tigre Club como el Tigre Hotel siguieron contando con un servicio de lanchas que salían de la Estación Fluvial, en las cercanías de la Estación de Tigre hasta el muelle del Hotel.

 

Fin del Hotel

La Primera Guerra Mundial tuvo un fuerte impacto en la frecuencia de huéspedes al Hotel, sin embargo al finalizar la contienda, la situación se normalizó y volvió a su ritmo habitual. Más tarde, la crisis del 30 volvió a golpear al Hotel pero se pudo sobrellevar, y para 1934 las reuniones sociales ya habían recuperado su esplendor. Sin embargo, con el paso de los años el arrastre de dificultades económicas y la mala administración llevó al Tigre Hotel a un punto de no retorno. Se intentó realizar un remate judicial pero finalmente se suspendió. Entonces, los acreedores decidieron demoler el Tigre Hotel en 1940 y se remataron todas sus pertenencias: muebles, tapices, boiseries, mármoles, vajillas, espejos, arañas, etc. Algunas familias de Tigre y un recreo del Delta adquirieron parte del patrimonio del Hotel.

Si bien hubo un incendio en un galpón del patio posterior, el final del Tigre Hotel no fue producto de este siniestro como comúnmente se cree.

Por el Tigre Hotel pasaron numerosas personalidades reconocidas de la época entre artistas, políticos y escritores tales como el Príncipe Humberto de Saboya, el Príncipe Eduardo de Gales, Caruso, Lily Pons, Lola Mora, Leopoldo Lugones, Alfonsina Storni y otros. El poeta Rubén Darío escribió el poema “Divagación” en su estadía en el  Hotel.

 

Fragmento del poema “Divagación”, del libro Prosas profanas y otros poemas (1896)

Ámame así, fatal cosmopolita,
universal, inmensa, única, sola
y todas; misteriosa y erudita:
ámame mar y nube, espuma y ola.
Sé mi reina de Saba, mi tesoro;
descansa en mis palacios solitarios.
Duerme. Yo encenderé los incensarios.
Y junto a mi unicornio cuerno de oro,
tendrán rosas y miel tus dromedarios.

 

Fuentes:

– Zenequelli, Lilia, “El Tigre Hotel y Tigre Club”, Museo de la Reconquista, Municipalidad de Tigre, Buenos Aires, 1987.

– Ruiz Moreno, Silvina, “Tigre y las verdes Islas del Delta”, Camalote, Buenos Aires, 2004.

 

[1] Calzadilla, Santiago, Las beldades de mi tiempo, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1982. Calzadilla fue militar de profesión, y se desempeñó a su vez como colaborador en distintos diarios. En 1856, mandó a construir una lujosa casa veraniega ubicada en Tigre, llamada “la Quinta Calzadilla”. En el libro “Las beldades de mi tiempo”, publicado en 1891, en un tono gracioso, Calzadilla retrata el estilo de vida de la elite porteña, en particular las tertulias y otros eventos sociales.

2 Citado en Ruiz Moreno, Silvina, “Tigre y las verdes Islas del Delta”, Camalote, Buenos Aires, 2004. Pág. 108.




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