La política, los medios y la transformación de la representación política

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En los últimos tiempos hemos visto la aparición de nuevos actores en la arena política que vienen de otros campos ajenos a la misma. No sólo se presentan como candidatos sino que también obtienen un apoyo popular considerable en las urnas.

Miguel del Sel, en las elecciones a Gobernador de Santa Fe, es un ejemplo reciente. Estos nuevos personajes devenidos a la política generalmente no provienen del anonimato, son personas ya conocidas popularmente a través de los medios de comunicación. Es decir, con la trayectoria mediática tendrían prácticamente allanado el camino para ser candidatos. ¿Por qué sucede esto? ¿Cómo entender la aprobación popular hacia estos candidatos y en qué contexto se produce?

En los años 90´s, fuimos testigos de la mayor farandulización de la política de la mano de Menem y del show de la política en los medios. En aquel momento se observaba la situación como una estrategia oportunista más de un pragmático Presidente. Hoy, el fenómeno se ha extendido y se advierte que la política tiene una gran necesidad de los medios de comunicación, y que éstos tienen necesidad de asumir funciones políticas. La política encontraría en los medios un halo de legitimidad en un contexto de descrédito. En este sentido habría que preguntarse si son los medios los responsables de esta situación, o si por el contrario, la política necesita prestarse a los medios para ser espectacularizada, y de esa forma llegar a las masas, ya que no puede convocarla por otros medios como serían el entusiasmo, la militancia, la ideología, las propuestas.

De esta manera, la política termina adaptando sus formas y su discurso al formato audiovisual y en este juego, pierde su contenido y su capacidad de análisis y de transformación de la realidad. Sólo queda la fugacidad de los slogans, la superficialidad de la imagen, la emoción y el carisma del candidato. El discurso político y el tiempo para escuchar y analizar ya no tienen lugar en esta modalidad. Parte de la sociedad forma su imaginario social a través de estos medios cuyo estilo condice con la forma de vida actual dada por la inmediatez, la falta de tiempo y la apatía por los asuntos públicos.

En nuestro país, merece especial atención el proceso de monopolización de los medios de comunicación y cómo la concentración mediática se ha transformado en un actor más en la disputa de poder, capaz de organizar estrategias y campañas a favor de sus intereses económicos y políticos. La fuerte disputa del Grupo Clarín con el Gobierno Nacional apelando a la mentira, a la tergiversación de las noticias y a la manipulación flagrante, implica que no se puede soslayar esta situación por las directas consecuencias que provoca en todo el sistema político. No resulta fácil escapar al bombardeo mediático y acceder a una diversidad de fuentes de información.

Otro fenómeno que acompaña a la compleja relación política-medios es la crisis de los partidos políticos. Estos se van debilitando y las figuras de los candidatos van tomando mayor relevancia. La maquinaria partidaria se organiza para cada acto eleccionario y luego pierde trascendencia. Se forman acuerdos y alianzas que duran lo que dura una elección. Ya nadie se acuerda de la Plataforma Electoral que reunía el conjunto de propuestas y principios de una organización política a la cual sus afiliados adherían. Si no fuera requisito de nuestro sistema electoral que los partidos políticos fueran los únicos autorizados para presentar candidaturas, estas organizaciones tenderían prácticamente a desaparecer.

Los ciudadanos tienden a percibir que los partidos políticos ya no funcionan como canalizadores de sus demandas hacia el sistema de gobierno y, en un contexto de creciente desideologización de la política, los partidos ya no son los lugares en los que se forma la opinión y se debaten ideas. Es decir, pierde su función de formación de ciudadanía. ¿Entonces dónde y cómo se forma la ciudadanía actualmente? Se podría decir que lo que está en crisis es en realidad la representación política en su conjunto lo cual podría significar una transformación hacia otras formas de representación distintas a las que hemos conocido desde la Modernidad. El surgimiento de nuevas formas de acción colectiva es una muestra de ello, y la utilización de las redes sociales y de las nuevas tecnologías de la información así como la mediatización de la cultura generan un espacio difuso que ejerce influencia en esta nueva situación.

En este proceso de cambios, la clase política también se ve alterada. La sobrevaloración de las características personales de los candidatos en cuanto a la simpatía y el carisma por encima de las propuestas y los proyectos, también lleva a un empobrecimiento cultural que condice con el formato televisivo que apela a las emociones y los sentimientos subestimando el análisis racional y la argumentación. Algunos autores denominan a este fenómeno como “la pospolítica” que se caracterizaría por un electorado de baja responsabilidad que se fascina por el marketing político asimilando su elección electoral a una transacción comercial circunstancial en la que el candidato se identifica con una marca o producto.

¿Se acuerdan del “alica-alicate” de Tinelli promocionando a De Narváez? En un candidato que se presenta en sociedad apelando a la ridiculez y del cual no se conoce un sólo proyecto ¿se ha valorado su idoneidad en la función pública, su formación, su trayectoria? En base a los errores políticos del kirchnerismo y en una situación de conflicto, los medios colaboraron con la creación de un producto que resultó vendible.

Además de las transformaciones sociales y culturales en nuestra sociedad, no puede dejar de mencionarse la responsabilidad de la clase política en la deslegitimación del sistema político en su conjunto. Las demandas postergadas y la falta de respuestas a las necesidades sociales durante la mayor parte de nuestra historia en democracia junto con el vaciamiento del Estado durante la era neoliberal han contribuido a un profundo descrédito no sólo de la política sino también de la democracia como régimen y estilo de vida. A esto deben sumarse los altos niveles de corrupción y la grosera exhibición del enriquecimiento de ciertos funcionarios públicos que no pueden justificar sus bienes y nivel de vida con sus ingresos formales. A nivel local, cualquier ciudadano puede constatar la deficiencia e incapacidad de ciertos agentes públicos encargados de los asuntos comunes.

Es así que distintos factores han contribuido a la formación de un imaginario social en el que la política se observa como algo poco serio y sucio, por lo cual da lo mismo que el que la ejerza no tenga formación, ni idoneidad, ni decencia y, en esa bricolaje, los medios agregan su cuota de banalidad jugando su propio rol político de acuerdo a sus propios intereses que se manifiestan claramente a la hora de levantar o destruir a un determinado candidato. Y en esa apuesta, no hay ética ni moral, sólo intereses crudos.

Es cierto que en esta generalización hay honrosas excepciones a las tendencias señaladas y que el hecho de no venir de la política también a la gente le puede generar más confianza en comparación a aquellos que sí han venido del palo y que han defraudado a la ciudadanía en reiteradas oportunidades. Pero al menos apelando a la nostalgia, considero que dedicarse a la política implica una enorme responsabilidad pública y que aquellos que quieran dedicarse a ella deben aspirar mínimamente a adquirir formación en la gestión pública.

Dentro de ese marco de vulgaridad y de apatía política, los medios concentrados y sus socios políticos, aprovechando los errores de sus adversarios, recrean una imagen hipócrita de la política como una fiesta de globos de colores con frases hechas que no dicen nada de sustantivo, ocultando la presencia del conflicto por la disparidad de proyectos y visiones que siempre hay en una sociedad. En esa desideologización de la realidad, los poderosos camuflan sus verdaderos intereses y son lo que salen ganando.

La política se transformaría en una continuación de la tinellización de la televisión. Hoy el living de Susana Giménez es el lugar de la TV en la que algunos políticos se presentan en sociedad.

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