Homenaje al Padre Edel Torrielli

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Llegando casi a los 80 años de edad falleció el Padre Edel Torrielli, dejando tras de sí un importante legado cultural. Pintor, historiador, maestro y con una larga trayectoria como sacerdote en Tigre. El Padre Edel era una memoria viviente de nuestra historia local. En 2009, Actualidad tuvo la oportunidad de disfrutar de una extensa y amena entrevista publicada en tres ediciones. En ellas, Torrielli se refirió a sus orígenes en las Islas del Delta, las adversidades en su vida, la vocación sacerdotal, el amor por la docencia, el arte volcado a la pintura, su mirada sobre Tigre, etc. Para no olvidar el pensamiento y las enseñanzas del Padre Edel, en un sentido homenaje, reproducimos los extractos más importantes de aquella charla que realiza un apasionante recorrido por su vida.

 

La familia y la casa de la Isla

Edel Torrielli nació en 1935 en una quinta sobre el Arroyo Felicaria, en la Segunda Sección de Islas de San Fernando. Su estrecho contacto con un Delta floreciente, productivo y con tantos atractivos naturales se ha expresado en su obra artística y en su sentir de la vida. “Llevo ese camalote que es el símbolo de la vida misma”, decía.

“Doce cuadras de frente sobre el Felicaria, y la casa está casi al terminar la quinta. Nosotros vivíamos con los abuelos, los tíos y los tíos abuelos. La casa tenía nueve dormitorios y cada uno tenía su dormitorio, como cada uno tenía su mate, pero no había interferencias (…) Era una casa isleña, sobre pilotes. La galería tenía 75 metros, toda alrededor de la casa”.

“Yo soy quinta generación de isleños. Mi familia era una familia típicamente tana: el orgullo de tener una familia. Mi abuelo estaba orgulloso de tener una familia”. “Esa propiedad que tenemos no se dividió nunca, el mayor asumía la responsabilidad, pagaba los gastos y seguía la empresa”.

“A la casa tuvimos que renovarle los pisos por las mareas, y yo traje los álamos que plantó mi papá a un aserradero, los hice tablas, los traje a la escuela y les hice el machimbre, y los lleve de vuelta y la pieza donde nació mi papá tiene el piso de los árboles que él plantó. Así se conservan las cosas, así nos enseñaron y así lo mantenemos”.

“El consejo de mi madre era: ‘no vendan nunca la tierra porque la tierra les va a dar de comer’”.

 

La producción de la quinta

“Había 45 has de frutales. Mi padre trabajaba en la quinta con 20 peones, porque había muchos frutales, muchas ciruelas de distintas variedades. Había naranjos, la Washington, la china encargadora, la china común, la naranja paraguaya, la naranja amarga… Se juntaban 70, 80 mil naranjas amargas por año en el invierno y se vendían a la empresa Bagley”.

“Se juntaban cientos de toneladas de membrillo para hacer dulce y se venía día por medio al Puerto (de Frutos) con 150 canastos de ciruelas, de manzanas o de duraznos. La preponderancia eran las ciruelas, había cuadros y cuadros de ciruelas y todo el frente eran naranjos que tocaban el suelo. Mi papá los abonaba, los regaba, en verano con un balde de agua de 20 lts. sacando el agua del río”.

“Se juntaban 50 docenas de huevos por semana, había 120 gallinas. Había conejos, el chiquero con los chanchos, pero no era una cosa improvisada”.

 

La relación con los trabajadores

“Cuando llegaba gente buscando trabajo en lo de De Marzi (famosa ferretería), en el Canal de San Fernando, le decían: “Mire, tómese el vapor, vaya a lo de Juan Torrielli, se baja en el muelle, y si quiere trabajar, algo le van a dar”. Venían los trabajadores y decían: “Mire, me manda Tossini“, y la pregunta que le hacía mi madre era: ¿Comió? – “y no, mire…” con toda esa timidez. “Tome asiento un minuto que mi marido va a venir enseguida”, decía mi madre. Era otro estilo, no se desconfiaba”.

“A los peones viejos que se jubilaban, mi padre los traía a vivir en un galpón que estaba al lado de la casa grande, estaba sobre el río. Ellos hacían el jardín y la huerta. Mi papá les seguía dando de comer, y se quedaban ahí como parte de la familia”.

 

Los consejos de su padre y la adolescencia en San Fernando

“El 14 de marzo de 1950 mi papá me trajo como se usaba en aquella época: traje, corbata, sombrero y poncho. Me llevó a la Escuela Normal y me dijo: “este es el camino que tenés que hacer todos los días, te vas a arreglar, tu mamá te va a asistir y yo voy a poner la plata, y todos los viernes te voy a venir a buscar, y sábado a la mañana nos vamos a casa”.

“(San Fernando) era una sociedad muy cerrada y yo venía de los pajonales. Había que competir, había que ser responsable. “Si vos no hacés este camino, te volvés allá a hacer zanjas conmigo”, me decía mi padre. Eso era así. “Si querés ser un hombre de bien, tenés que hacer una carrera, tenés que ser honesto, decente…”, mirá los consejos que nos daban…”.

 

El recuerdo de su madre

“Mamá era muy dulce, mucha ternura pero no era de esas que las podías manosear así nomás. La plata que mi mamá recibía era la que ella administraba pero el grueso lo depositaba en el Banco Italiano, Constitución y Colón. Y mi mamá tenía sus cuentas propias, que nunca se unieron con las de mi papá. Mi mamá le prestaba para pagar los jornales pero mi papá al final de la temporada le rendía cuentas. Así era la sociedad.

“Mamá era muy hacendosa, dominaba un montón de cosas. Por ejemplo, todos los años nos llevaban en marzo y en agosto, una semana al Savoy Hotel”.

 

Surge una nueva vocación. “Amar a Dios y a tu prójimo como a ti mismo- se puede encarnar en una realidad y te puede hacer muy feliz”

“El viaje a San Luis (una misión rural) fue una transformación interior. Yo descubrí a los padres jesuitas del Colegio Máximo de San Miguel, y eso fue una transformación. En mí alimentaron una vocación nueva, un ideal nuevo. Lo maduré durante cuatro años y un día dije: “Me voy””.

“No me habló ningún ángel y me costó cuatro años decidir esta situación: dejar el Banco (trabajaba en el Banco Provincia), dejar la carrera, dejar a mi novia y empezar una vida nueva. Yo digo que en la vida siempre hay riesgos y los riesgos hay que afrontarlos…”.

“Mi mamá lloraba y decía: ‘Qué le va a pasar a este muchacho, está enloquecido’. Cuando se lo dije a mi papá, lo hablé ocho días antes de irme. Me dijo: ‘Si esa es tu voluntad, probá, pero no te olvides que yo voy a ser siempre tu papá y que ésta va a ser siempre tu casa. Probá’”.

“Fue una vivencia nueva, la parte espiritual del hombre y el mensaje de Jesucristo. Un mensaje posible y posible de dar felicidad al hombre, y es tan simple, tan sencillo: ‘Amar a Dios y a tu prójimo como a ti mismo’ se puede encarnar en una realidad y te puede hacer muy feliz”.

 

El duro trance de la poliomielitis

“El sábado a la mañana me traen la comunión y dicen ‘está grave, hay que internarlo. Tiene una poliomielitis’. En la plenitud de la vida y en 24 horas quedé reducido a la mínima expresión. Estuve tres meses adentro del pulmotor, me ahogaba, llegué a pesar 45 kilos, me asistían con suero y plasma. Perdí el habla, la memoria, la escritura, perdí todo, y estuve un año con el pulmotor en Buenos Aires”.

 

Retoma el seminario en el Obispado de San Isidro

“Nos reúne el Obispo y nos da las instrucciones y nos dice: ‘Ustedes van a estudiar en los jesuitas de San Miguel (Colegio Jesuita Máximo de San Miguel)’. Íbamos todos los días de San Isidro a San Miguel y ahí me encuentro con mis ex compañeros del noviciado de Córdoba que venían a hacer Filosofía y Teología a Buenos Aires. Estaba Bergoglio, y decía: ‘¿Y éste qué hace acá?’ y yo les decía: ‘No entré por Ustedes, entré por San Isidro’. Di Filosofía en dos años, di tercero libre, hice los cuatro años de Teología en tres, dando cuarto año libre, y me ordené el 14 de agosto de 1969. El 14 de agosto de este año (2009) cumplí 40 años de cura: siete años en Florida, once años en la Parroquia Inmaculada Concepción y 22 años acá, en Tigre”.

 

Su labor pastoral en Tigre

“Yo llegué el 27 de marzo de 1976 a las 11 horas cuando se cumplían 25 años de la muerte de mi abuela. Uno dice casualidad, ¿no? Vine a Tigre, yo estaba de vacaciones en el Delta y el Obispo hacía los nombramientos, y yo me enteré por el diario La Nación que era cura de Tigre”.

“Vine a la Parroquia vieja, que estaba en la calle Liniers y empezamos a caminar la Parroquia. La Parroquia era inmensa, iba de Canal San Fernando a Benavídez. Así que empezamos a hacer misas, a hacernos amigos de la gente, había una situación política muy difícil”.

 

Ser sacerdote

“La religión es la dimensión total del hombre, y el hombre religioso debe tener ciertas normas y actitudes. Hay que ser muy reservado, porque la gente me cuenta sus dolores del alma. Ser sacerdote es un punto de partida, enseña las cosas que conducen a Dios y hay que dar el ejemplo y ser responsable con la gente porque la gente confía en mí”.

 

La pasión por la docencia:

“… lo importante de la docencia no es solamente trasmitir conocimientos sino despertar inquietudes y hacer un hombre o una mujer pensante. Ese es el secreto: hacer pensar, así estés hablando del dogma. Siempre hay que dar la oportunidad de que el que recibe la palabra, las ideas, pueda recrearlos y pueda perfeccionarlos.

“La docencia siempre fue algo que me gustó, que viví apasionadamente con entusiasmo y con ganas de trasmitir el conocimiento”.

 

La visión sobre Tigre (2009)

“Te lo voy a decir como lo decía el General (Juan D. Perón): ‘La felicidad de la gente hace la grandeza de la nación’ y todavía no lo veo reflejado en Tigre. Se ponen las florcitas, pero todavía estamos lejos de ese ideal de vida: felicidad de la gente y grandeza de la nación”.

“Hay que pensar en una macro ciudad. No puede ser que nosotros no tengamos un proyecto de ciudad, porque esto es para que todos vivan. Hay que tener diseños, pensadores y unos que con la paleta pongan el cemento y construyan. Hay que pensar y proyectar una tierra de pasado, presente y futuro. Si bien es una tierra de provisión, hay que pensar con grandeza, no pensar a través del bolsillo. Si vos vas a un cargo por el bolsillo, sos muy pobre, y tampoco tenés que pensar que te van a hacer un monumento”.

 

Su amor por la pintura: “Que alguien se enamore de un sauce tuyo es emocionante”

“Una emoción por atrapar los instantes. El arte es otra faceta, se estudia, se proyecta, se vive y se trasmite. Hay que tener el fundamento y el fundamento está en los grandes maestros que enseñan el camino, y como todo arte, tiene un camino y tiene unos principios”.

“En mi casa había varios lugares donde mi mamá ponía floreros con flores, esos que yo pinto. Los tengo en mi memoria porque de chico mi mamá ponía un florero de flores en la cocina, en el comedor. Era así…”.

“El Delta es la cuna de mis padres y abuelos y trasmito ese amor por el Delta buscando siempre una razón nueva porque no es cuestión de repetirse. Trabajo por series, series de flores, de paisajes, por colores, también se aprende mucho visitando galerías y vinculándose a ese medio. A través de la pintura, el calor de la gente me ayuda a renovarme permanentemente, a conocer nuevo público. Que alguien se enamore de un sauce tuyo es emocionante”.

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