Resistentes como el junco

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Homenaje a Julio Gadea. Los vecinos que le hicieron frente a Colony Park, Cooperativa Isla Esperanza, espacio de trabajo y resistencia. Mantener el alerta, siempre.

 

El agua marrón del Río de la Plata combina perfectamente con los múltiples matices de verde que estallan en las islas del delta. Ríos anchos que invitan a desplegar los remos, canales angostos que se van cerrando y terminan siendo un pasillo custodiado por una tupida vegetación. Un aleteo repentino que sorprende y dispara la mirada en busca de quién sabe qué.

La sensación de paisaje idílico que tienen los visitantes se ensombrece en la experiencia de los viejos isleños que han soportado fríos, carencias, mareas… y también a Colony Park.

En este enero se cumplen 3 años de la muerte de Julio Gadea, conocido como Julín. Originario del arroyo Anguilas, fue pescador, junquero y todo lo que fuese necesario para sobrevivir en ese pedacito de tierra rodeada de agua. El tsunami que produjo en su vida la destrucción de su casa y las de otros isleños, el acorralamiento que sufrieron por la empresa destructora del paisaje, la prepotencia y la injusticia, lo encontraron enfermo y, finalmente, su corazón dejó de latir. Para él y para todos los que resisten, vaya esta crónica como homenaje.

 

Como el junco, no se rompen

“Mi abuelo vivía en el arroyo Gallo Fiambre, cuando estaba La Real y el arroyo era navegable. Yo me considero isleño porque de chiquito me iba para allá, salíamos con mi tío en un botecito desde el Reconquista, donde ahora está el MAT”, así recuerda Luis Kiss su infancia, con noches a candil, tardes enteras buscando anguilas y los días interminables de la libertad islera.

La vida empujó a la familia al continente, pero algo de Luis quedó en la isla y, en cuanto pudo, regresó. “Ahora estoy en El Paloma, llegué en un momento difícil”. Había empezado la construcción de Colony Park.

Los isleños aseguran que, en la isla, la noción de tiempo cambia, ya que la actividad no depende del horario, sino del clima. “Uno puede programar a la noche y al otro día, cuando se levanta, el agua puede estar tocando el piso del rancho”. La naturaleza se transforma a sí misma inesperadamente; a partir de la instalación de Colony Park, fueron los hombres los que trastocaron la vida de los isleños. “La gente del Colony apareció en invierno, cuando la mayoría de los isleños no estaban; en ese momento utilizaron a otro isleño para cortarles las patas a las casas con motosierras y prenderles fuego. Sobre el Anguilas vivían unas 20 familias. Mucha gente había plantado árboles para el día de mañana tener su jubilación, como el viejo Ledesma”. Todo desapareció: las casas, los árboles, las canchas para secar junco, el Anguilas.

“Vivimos el atropello y la impunidad. Estábamos trabajando o tomando mate y escuchábamos las dragas, fue terrorífico”.

Los “emprendedores” dragaron el arroyo Anguilas, el canal Vinculación, el río Luján. Con el refulado hicieron un terraplén de 3 metros que “impide que las aguas circulen libremente cuando hay una crecida; del otro lado quedó una laguna”. Es raro que los funcionarios municipales, provinciales e, incluso, la Prefectura no se hayan acercado a preguntar quién dragaba esos cursos de agua. “Una parte de la estacada del Club San Fernando se cayó porque se dragó el Luján”. ¿Habrá hecho el club la denuncia? ¿Habrá llamado la atención de algún edil sanfernandino el dragado del río?

“Hay isleños que viven ahí hace más de 40 años y la gente del Colony dice que compró las tierras, ¿a quién se las compró?”.

Un fallo judicial detuvo la obra por daño ambiental, aún así todos sienten que todavía los tienen de vecinos, porque “aunque las máquinas no trabajan, el cartel todavía está”.

Como respuesta a la destrucción generada por el megaemprendimiento, los isleños se juntaron para dar origen a la Cooperativa Isla Esperanza, un espacio para producir cortinas de junco. “Seguimos allí, la cooperativa es una forma de resistencia. Le pedimos a Edenor que instale la luz para poder trabajar, porque teníamos un grupo electrógeno, pero lo robaron. Edenor hizo el tendido de cables dentro de Colony Park, pero a los isleños no nos da luz”. Para sobrevivir, cortan junco, pescan, juntan resaca, hacen artesanías; actualmente están peleando por un espacio en el Puerto de Frutos, que “cada vez tiene menos isleños”.

Cuando agua, cielo y vegetación se confunden en una misma sensación, el único farolito ilumina el cartel Cooperativa Isla Esperanza. Algunos duermen, otros sueñan: mañana habrá justicia y Julín descansará en Paz.

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