Biodiversidad urbana y calidad de vida

Es necesario pensar la ciudad para las nuevas condiciones climáticas. Los calores cada vez más insoportables, así como la posibilidad de lluvias copiosas hacen indispensable rever el concepto de espacio verde urbano. Los jardines privados también deben ser pensados en función de las necesidades vitales comunitarias.

    La biodiversidad aporta grandes beneficios, no sólo en los campos, también en los espacios verdes urbanos y en los jardines particulares.

    Hasta ahora, las plazas y parques de las ciudades han tenido un valor ornamental, sin embargo, en el momento actual, se destaca de estos espacios que: atemperan las partículas contaminantes generadas por la vida urbana, contribuyen a disminuir la temperatura, aceleran la escorrentía o infiltración del agua en momentos de grandes lluvias y/o inundaciones, mejoran la salud psíquica y física de los citadinos.

    Para conservar la biodiversidad hay que planificar los ecosistemas urbanos, ya sean públicos o privados, con la intervención de personal especializado. Una oportunidad para generar trabajo genuino, acorde con este momento de cambio climático y la necesidad de ir virando hacia una ciudad verde y sostenible.

    Para favorecer la biodiversidad hay que pensar en la flora nativa que atraerá a los insectos y aves del lugar, adaptados a la carencia o exceso de agua, a la radiación solar, etc. Cuando se tienen espacios públicos amplios, es posible organizar estanques con plantas lacustres que atraerán ranas, grandes comedoras de mosquitos. También se deben tener en cuenta plantas exóticas naturalizadas que no presentan amenazas para las especies locales. Obviamente, es importante disminuir a los animales domésticos que, de mínima, espantan a las aves. Para que los animales no deambulen por los espacios públicos, se hace necesario un programa sostenido de castración, única forma ética de reducir la población canina y felina.

    Las plantas con flores y frutos son muy importantes ya que son alimento de insectos y aves. En ningún parque puede faltar un ceibo, una anacahuita, curupí, sauce criollo, seibillo; también las enredaderas deben estar presentes, no sólo para muros, sino también para armar pérgolas donde resguardarse del sol en los veranos. Hay enredaderas que florecen en primavera-verano y otras en otoño-invierno, por lo cual es importante cultivar ambas para que la fauna tenga alimento por tiempo prolongado; además, sus flores serán el regocijo de los paseantes todo el año. En enrejados perimetrales, jardines o plazas da placer ver al mburucuyá, uña de gato, isopó (florece de octubre a marzo), trompetero naranja (florece en invierno). También se pueden plantar bignonias, jazmín, madreselva, glicinas. Y quien se anime, puede plantar lúpulo.

    Las denominadas malezas suelen ofrecer muchos servicios sistémicos, como aportar nutrientes a la tierra y flores casi todo el año.

    Las ciudades están excedidas de asfalto, pavimento, cemento y hormigón por esto es urgente generar más espacios públicos verdes, reforestar veredas y medianeras, recuperar arroyos y zonas húmedas, hacer caminos de tierra cubiertos de pedregullo y alentar a los vecinos a revivir sus jardines, incluso, extendiéndolos a las veredas. Vivir en una ciudad jardín mejora la vida.

Por Mónica Carinchi

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