Una reflexión sobre los impactos del extractivismo urbano-inmobiliario: Naturalezas Neoliberales

La geógrafa Patricia Pintos y la socióloga Sofía Astelarra presentaron el libro Naturalezas Neoliberales, compuesto por dos partes: la primera es teórica y la segunda es un recorrido por casos emblemáticos de extractivismo inmobiliario.

    Que las urbanizaciones cerradas sobre los humedales de la cuenca baja del río Luján han provocado verdaderos desastres, ya no puede ser minimizado por ningún funcionario ni por los medios de desinformación masiva. Las agrupaciones socioambientales de la región se han encargado de dar detalles pormenorizados de los perjuicios ocasionados por los desarrolladores inmobiliarios que devastan la naturaleza para luego vender una escenografía de película a la cual aspira un sector importante de la sociedad.

    Para dar cuenta de este proceso, la geógrafa Patricia Pintos y la socióloga Sofía Astelarra presentaron Naturalezas Neoliberales. Conflictos en torno al extractivismo urbano-inmobiliario. En el libro, las investigadoras no sólo hacen sus aportes teóricos, también les dieron la palabra a reconocidos activistas. “Nos reconocemos como investigadoras anfibias, o sea con un pie en la academia y otro en los territorios con los cuales nos referenciamos. Por esto creemos que es preciso articular con los actores del territorio. Estos diálogos de saberes nos parecen nutricios, aportan al debate”, comentó Patricia Pintos, investigadora de la Universidad Nacional de La Plata.

Cambio sustantivo

    En el 2012, Patricia Pintos fue coordinadora de La privatopía sacrílega, libro que trata sobre el extractivismo inmobiliario sobre los humedales de la cuenca baja del río Luján. Diez años después, este fenómeno invadió otras geografías y así lo explicó la entrevistada: “Muchos ambientes se intervinieron: faldeos serranos y montañosos, médanos costeros, riberas de ríos y lagos. El neoliberalismo construyó un ideario de naturaleza factible de constituirse en objeto de deseo de potenciales habitantes”.

    Sin dudas, vivir cerca de espacios naturales es beneficioso, pero vivir en la naturaleza con las comodidades propias de la ciudad ¿es posible? “Los desarrollos inmobiliarios fabrican una naturaleza según las expectativas de los compradores. Pero esa escenografía no es respetuosa de las condiciones previas de esos lugares”, señaló. El paisaje se desnaturaliza porque se impermeabilizan los suelos, se desmonta y luego se introducen especies exóticas, desaparecen los animales porque ya no tienen espacio suficiente para desarrollarse, etc., etc., etc.

    Los inversores ya no necesitan de la ciudad, sino que crean condiciones de valorización de un determinado paisaje, por eso “pueden hacer una urbanización en el medio de la nada”. Éste es un cambio sustantivo, pues “la lógica inmobiliaria ya no está atada a las áreas urbanas o residenciales clásicas”. Por este motivo, las investigadoras ya no hablan de extractivismo urbano, sino urbano-inmobiliario.

Agrupaciones socioambientales

    Actualmente existe mayor conocimiento sobre los perjuicios causados por las urbanizaciones cerradas, si bien “no existe un cuestionamiento generalizado al modelo Nordelta, aunque ha causado desastres ambientales sobre el humedal y también sobre los barrios pre-existentes ubicados en su entorno”.

    Nadie olvidará las imágenes dantescas de las inundaciones de 2012, 2013, 2014 y mucho menos sus afectados directos, por ejemplo, los pobladores del barrio Las Tunas, de Tigre, que también activaron denuncias públicas sobre los causantes de los estragos. Fue así que gracias a las organizaciones de la cuenca baja del río Luján, “esto logró visibilizarse. Produjeron ordenanzas que lograron prohibir o limitar urbanizaciones sobre humedales. Se logró, por ejemplo, que no se construyera una urbanización en espejo con el barrio San Sebastián”.

    La avidez de ganancia del neoliberalismo avanza sobre los bienes comunes de la naturaleza no sólo en Argentina, sino en otros lugares del mundo. Pero “en América Latina es más dramático porque los costos socioambientales los pagan los sectores más vulnerables”, explicó Patricia Pintos.

    La falta de planificación y controles de los gobiernos locales no sólo es un descuido, en muchos casos es una forma de sociedad encubierta con el capital inmobiliario que, en su afán de aumentar sus cuentas bancarias, “ignora los impactos que produce sobre el resto de la sociedad”. (continuará)

Por Mónica Carinchi

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