De color añil

Recuperación de un producto típico de América. Cada vez hay más público para los productos naturales, entre ellos los tintes. El añil se produce a partir del jiquilite, una planta originaria de El Salvador que rinde con un 65% de pureza, de ahí que este país sea el principal productor mundial de añil. Dedicada al arte textil, en el pequeño pueblo de Suchitoto, cercano al río Lempa, Irma Guadrón cuenta secretos para identificar imitaciones.

 

Antes de la invasión de los europeos, los mayas utilizaban el añil para teñir sus prendas ceremoniales. Este tinte azulado lo obtenían de una planta llamada jiquilite.

En aquellas regiones donde no encontraron minerales, los españoles explotaron las riquezas vegetales; fue así que El Salvador se convirtió en el principal productor de añil, ya que la pureza obtenida del jiquilite de esas tierras es del 65%. Cuando los tintes artificiales se expandieron por el mundo, la producción de añil fue languideciendo hasta casi desaparecer. Murió así una economía local y se inició el envenenamiento de tierras y aguas por el uso de tintes industriales.

En las últimas décadas, con el reconocimiento de que los productos naturales son mejores y más sanos tanto para los humanos como para la Madre Tierra, se retomó el cultivo del jiquilite y la producción de añil. Surgieron, entonces, nuevas artesanas que recuperaron la tradición y, al mismo tiempo, incorporaron una cuota de renovación en los diseños textiles.

 

Azul como el mar

“El añil se reactivó en El Salvador hace unos 15 años”, contó Irma Guadrón, “y yo hace 12 que inicié este emprendimiento”.

En una búsqueda personal se encontró con el añil, un producto típico de su país que le permitió contactarse con la cultura tradicional y, sin saberlo, con una historia familiar. “Mis tatarabuelos tenían obrajes donde se procesaba añil, pero yo no lo sabía, mi abuelo murió cuando yo tenía 4 años, por eso no pudimos hablar. Mi abuela murió mucho después, pero tampoco me habló sobre eso, pero, entre sus documentos, al morir, encontré uno que decía que mi abuelo, al cumplir 12 años, recibió en herencia un obraje de añil. Qué increíble, por esto pienso que hubo un llamado que me condujo por este camino”.

Ya dedicada al añil, buscó información y se interesó en hacer algo más artístico, pero “como es difícil comer del arte, me dediqué a los textiles”. En esta búsqueda conoció a un japonés especialista en técnicas de teñido. “Él no da clases a cualquiera, sólo a los que se relacionan con las técnicas de manera profunda. A mí me aceptó! Y fui su alumna durante 3 años”. Con este maestro aprendió variadas técnicas, entre ellas batik y shibori.

Para sus prendas, Irma toma diseños de la cultura maya, pues su intención es dar a conocer lo típico de su país. “El añil me tocó muy profundo. Sentí que la tierra me hizo un llamado para plasmar lo que ella da”, expresó.

Mostrando sus prendas, dio detalles del proceso del añil: “Las prendas se introducen en la tinta, se manipulan para que se impregnen bien. Al sacarlas, estarán verdes, éste es el resultado de la primera inmersión; luego se va oscureciendo hacia el azul. Según la cantidad de inmersiones, será el tono que se obtenga de azul. Nunca dos prendas tienen el mismo tono, son únicas”. Aclaró, además, que se debe tener cuidado con las imitaciones: “Algunas ropas son brillantes y el añil no es brillante, porque los colores naturales son mate. Además, si al tocar la prenda, uno se ensucia, eso también indica que no es añil. Un cierto tono amarillento indica que el tinte es añil, porque eso se produce por la oxidación que se va con un lavado”.

Entre blusas, tapices y plantas de jiquilite, Irma Guadrón sigue contando su experiencia entrelazada a los avatares de la economía internacional, pero asegurando que, contra viento y marea, su vida está unida al azul, el color que, según dicen, propicia la serenidad y la productividad, aunque Irma prefiere asociarlo al cielo y al mar.

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