La concentración de animales contamina suelos, aire y agua, afecta a las poblaciones locales que pierden sus trabajos y se deben desplazar, muchas veces acosadas por situaciones violentas. América Latina es uno de los principales agroexportadores, poniendo tierras y aguas al servicio de las transnacionales que son las únicas beneficiadas por este sistema cruel, que afecta la salud de humanos y animales.
Hay un refrán que dice “todo bicho que camina, va a parar al asador”. Sin embargo, ya no es así porque la mayoría de las carnes que se comen en el mundo provienen de la ganadería industrial. Megagranjas de porcinos, feedlot, granjas industriales de pollos, salmoneras industriales. El sistema cárnico actual se basa en la concentración de grandes cantidades de animales, genéticamente uniformes, amontonados, enjaulados, empujados a crecer rápidamente. Para su alimentación se utilizan cereales transgénicos tratados con agrotóxicos. Para evitar que los animales, que viven pisoteando sus propias heces y se lastiman y enloquecen por estar amontonados, no se enfermen, son tratados con antibióticos y otros medicamentos; para que crezcan a velocidad antinatural se les da hormonas.
La forma actual de la industria cárnica expone a los animales a plagas y enfermedades que se pueden transmitir a los humanos. Investigadores, activistas, organizaciones de la sociedad civil advierten que los monocultivos, la carne industrial y los alimentos superprocesados generan y/o aumentan enfermedades: diabetes, colesterol, obesidad.
Salmones enjaulados
En Chile, desde hace décadas, las salmoneras están destruyendo áreas protegidas y territorios ancestrales.
La gran cantidad de salmones en jaulas produce un exceso de heces que junto con el alimento que los peces no llegan a ingerir, se acumula en el fondo marino produciendo “fondos pútridos, con olor y producción de ácido sulfhídrico y amoníaco, ambos letales”, señaló el biólogo marino Tarcisio Antesana. También el uso de antibióticos afecta los fondos marinos.
Los ecosistemas acuáticos, especialmente en el archipiélago de Chiloé, sufren la invasión de nuevos patógenos virales, bacterianos y parasitarios, introducidos por esta industria. Ya no se pueden comer almejas ni otros bivalvos de esa zona.
Lo producido por las salmoneras es exportado, con grandes ganancias para las multinacionales que acaparan el negocio. En tanto, las poblaciones locales quedan expuestas a enfermedades provocadas por esta industria, además de perder sus trabajos ancestrales: pesca artesanal y buceo mariscador.
Megagranjas porcinas
El consumo mundial de cerdo va en aumento debido a que su producción industrial abarata su precio. Pero las megagranjas contaminan el aire, el agua y el suelo. Además, son causantes de acaparamiento de tierras de campesinos y pueblos indígenas, provocando desplazamiento de la población local.
Vacas y cerdos industriales forman parte del complejo agro-industrial actual: cereales transgénicos-oleaginosas-ganado. O sea que los cereales alimentan al ganado industrial. Como cereales y ganado se exportan, los dividendos son para el complejo agro-exportador transnacional. Y todos los perjuicios son para las poblaciones locales que padecen enfermedades provocadas por los agrotóxicos y la concentración animal.
En la península de Yucatán, México, las megagranjas porcinas afectan directamente a los cenotes (pozos de agua dulce) que conectan un gran acuífero que se extiende por toda la península. La organización Guardianes de los Cenotes, de la localidad de Homún, en 2022 logró la suspensión de las megagranjas de cerdos y con la participación de diversas organizaciones internacionales emitieron la Declaración de América sin megafábricas de cerdos (https://articulo19.org/declaracion-de-america-sin-mega-fabricas-de-cerdos-megagranjas-industriales-de-cerdos/).
Muertes anticipadas
Además de la crueldad sobre los animales, la contaminación ambiental, el desplazamiento de poblaciones originarias, la industria cárnica emplea a migrantes, dispuestos a trabajar por bajos salarios y en malas condiciones (ver La jaula de oro, del director Diego Quemada-Díez).
Antes de llegar al matadero, miles de animales mueren por no tolerar sus condiciones de vida; otros miles se descartan por cuestiones económicas (pollos que nacen muy pequeños). Se ha logrado que una cerda tenga 19 crías en un parto, pero como tiene un promedio de 14/15 ubres funcionales, muchos lechoncitos morirán en sus primeros días de vida.
La naturaleza y la racionalidad no toleran la producción industrial de carne.
Encuestas realizadas en la Unión Europea demuestran que los jóvenes prefieren dietas veganas y vegetarianas; al mismo tiempo, la sociedad civil milita para que se termine la crueldad contra los animales. Un mundo nuevo se está abriendo paso, vos ¿de qué lado estás?
Por Mónica Carinchi
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