Toma de deuda sin fundamento

La fuga legal de divisas empantana cualquier proyecto nacional y popular. El economista Martín Burgos, coordinador del Departamento de Economía Política del Centro Cultural de la Cooperación analiza la toma de deuda externa. Los dólares prestados fueron al sector privado y generaron un descalabro en la economía nacional. Argentina podría vender tecnología de punta, pero las empresas INVAT y ARSAT corren el riesgo de ser privatizadas.

 

Tomar una deuda y no poder pagarla, pone nervioso a cualquiera, más aún si la deuda es en una moneda extranjera, ya que el esfuerzo para conseguir esa divisa será mucho mayor.

“Como Argentina tomó una deuda en dólares y no imprime dólares, necesita conseguirlos para pagar la deuda”, explicó el economista Martín Burgos, coordinador del Depto. de Economía Política del Centro Cultural de la Cooperación.

¿Cómo consigue Argentina esos dólares? Vendiendo algo al resto del mundo, pero actualmente Argentina exporta menos de lo que importa; también podría ser que alguna empresa se radique en nuestro país trayendo un capital en dólares y esto tampoco se da. “Nada de lo que este gobierno prometió, pasó. Y la compra ilimitada de dólares que permitió, ahora la debe financiar con deuda externa”, sintetizó Martín.

 

Una fuga legal

El especialista destacó que “hay un fenómeno esencial para entender lo que está pasando: la compra de dólares de los argentinos. Se calcula que se van entre 20.000 y 30.000 millones de dólares por año bajo el concepto de fuga de capitales”.

Esta fuga de capitales se conforma con los dólares que compra, legalmente, María para pagar una deuda; Juancito para viajar y el dueño de una empresa para ahorrar. La fuga de capitales está generada por argentinos que compran dólares por distintos motivos.

“Según datos del Banco Central, un tercio (clase media) compra hasta 5.000 dólares por mes; otro tercio (empresas medianas y grandes) compra de 5.000 a un millón de dólares; por último, están las empresas más grandes que transfieren dólares de sus cuentas en Argentina a cuentas en el exterior – USA, Europa, islas Caimán, guaridas fiscales. Esta plata grande es la que después aparece en los Panamá Papers”.

Todo esto es una fuga de divisas legal. ¿Cuál es, entonces, el problema? Cualquier argentino que compra un alfajor en un kiosquito, o se come una porción de pizza de almuerzo o compra un remedio o un kilo de papas paga 21% de IVA; en cambio, la compra de dólares no paga nada. Los que fugaron millones de dólares a las islas Caimán, no pagan impuestos a los bienes personales. Además, en un blanqueo podrían declarar que tienen un millón, cuando en realidad podrían tener muchos más.

“Hasta el 2011, el gobierno anterior tenía un excedente de exportaciones, por lo tanto podía compensar la salida de dólares. Pero a partir del 2011 ese excedente ya no fue tanto, entonces la solución que encontró fue lo que la gente llamó ‘cepo’, o sea que se podía comprar una cantidad de dólares, pagando un impuesto, siempre que la persona tuviese sus ingresos bancarizados. Fue una medida para controlar la salida de dólares”.

Como la gente estaba tan horrorizada porque no se podía comprar todos los dólares que quería, votó por un gobierno que habilitó la compra ilimitada de dólares. Lástima que ahora doña Rosa no tiene ni un mango para comprar ni medio centavo de dólar.

“La compra ilimitada de dólares, este gobierno la financió con deuda externa. Ahora hay gente que tiene dólares guardados en cajas fuertes o en cajas de zapatos o se los llevaron al exterior”.

Desde su llegada al gobierno, Mauricio macri endeudó al país por una suma de 100 mil millones de dólares. “Con ese dinero se financió importaciones, turismo y sobre todo se fueron 50 o 60 mil millones de las reservas en concepto de fuga de capitales. Toda esa deuda no se utilizó ni para obra pública, ni para ningún tipo de inversión que favoreciera al país. Todo el mundo ya se dio cuento de esto”.

La fabulosa deuda externa que este gobierno tomó en estos dos años fue para beneficiar a grandes empresas – las propias del presidente, su familia y todos sus amigos – que compran aquí dólares para llevárselos al exterior dejando al pueblo argentino un lastre que lo asfixiará durante décadas.

Todas las doñas Rosas que se quejaban porque no podían comprar dólares en la última etapa del gobierno kichnerista, ahora ni siquiera tienen los pesos suficientes para pagar la cuenta del gas. ¿Cómo se les explicará esto a los niños argentinos?

 

¿Ajustar para devolver?

A principio de este año, el gobierno fue a la banca internacional para seguir pidiendo dólares y le dijeron “para Ud. no hay más crédito”. Esto sucede porque llegó a un punto de endeudamiento que hace prever a los acreedores que ya no podrá devolver el dinero que tomó anteriormente.

“El gobierno necesita aumentar sus ingresos para empezar a devolver el dinero que le prestaron, pero no tiene manera de aumentarlos por varios motivos. Por un lado, no quiere aumentar impuestos (a sus amigos); por otro, se le hace difícil reducir el gasto porque la mayor parte de los empleados públicos están en las Fuerzas Armadas y en la policía (ahí, justamente, no va a reducir el gasto); uno de los Ministerios que más empleados tiene es Economía y a esos también los necesita. Por lo tanto no es nada fácil lo que le espera”.

El 30% del gasto del Estado está en jubilaciones, pensiones y Asignación Universal por Hijo. ¿Reducirá más, aún, por este lado?

“La resistencia hasta ahora es potente. Hay que recordar lo que sucedió en diciembre de 2017, con la gente en la calle, frente al Congreso, y a la noche cacerolazos”.

 

Salir del Fondo

Cuando Mauricio macri llegó al gobierno, se encontró con una deuda que era aproximadamente el 20% del PBI. “Poco para un país. Ahora está duplicada, estamos al límite de toma de deuda. Por eso vino el FMI”.

Martín Burgos aclaró que el FMI no presta plata, viene a cobrar la plata que el gobierno ya tomó. “Es como el Sr. cobranza que pasa por las casas a cobrar una deuda y, eventualmente, mira lo que uno tiene para rematarlo si uno no paga”.

Otra cosa que el FMI hace, es ordenar las finanzas, pues el pago de la deuda compite con otros pagos: educación, salud, jubilaciones. “El FMI establece las prioridades de los gastos, por supuesto primero está el pago de la deuda porque el FMI existe para garantizar el pago de la deuda externa. Todo lo demás es secundario, el otro gasto hay que bajarlo. Este es el famoso ajuste”.

El FMI controla que el país monitoreado lleve a cabo todas sus “sugerencias”; si no lo hiciera, deja de darle dinero.

“Si Argentina no hace bien los deberes, el FMI puede pedirle que privatice las empresas públicas, como ya pasó en los 90”.

Aunque en este momento nos sentimos muy pobres, aún tenemos para privatizar YPF, INVAT (empresa del Estado de tecnología satelital calificada por la NASA), ARSAT (desarrolla el sistema satelital geoestacionario argentino). “La política petrolera, nuclear y de satélites es lo que está en peligro”, puntualizó el entrevistado.

Con una economía que se derrumba (lo demuestran las estadísticas oficiales), una deuda externa que condiciona el futuro y un cambio de paradigma a nivel mundial (el neoliberalismo está agonizando), “el próximo gobierno deberá buscar un nuevo financista, que puede ser China, porque con ese país somos complementarios”. Este es el análisis que realiza quien tiene información nacional e internacional: Argentina y USA producen soja transgénica, por lo tanto compiten en el mercado internacional. En cambio, China no produce soja transgénica y la necesita para darle de comer a sus cerdos y, además, a los sectores más poderosos económicamente les está gustando la carne de pastoreo argentina; esto le viene bien a nuestro país, pues la ganadería requiere mayor inversión que la soja tanto en recursos humanos como en maquinaria, en consecuencia habría más trabajo en el campo. Ahora bien, los aparatos de TV están fabricados en China, pero su contenido está elaborado en USA, lo que significa que el formateo mental de los argentinos está dirigido desde ese país. ¿Se podrá modificar esto? La respuesta no puede esperar mucho.

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