La Lechería de la Solidaridad

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Trabajar para generar igualdad de oportunidades

Es una asociación civil que trabaja en el barrio San Pablo desde 1986. No parten de las carencias, sino de las potencialidades de niñas y niños que concurren a los talleres creativos. Muchos de los voluntarios son jóvenes que recibieron apoyo de esta institución.

 

Encontrar niños por las calles de la ciudad de Buenos Aires pidiendo es una escena bastante repetida. Algunos sólo se lamentan, otros dan un paso más. Esto hicieron los integrantes de la Iglesia Metodista suiza que, en 1986, lograron devolver, al barrio San Pablo, niños que estaban lejos de sus familias.

“Los comienzos fueron duros. Se trabajaba en un lugar muy pequeño. Había que convencer a los padres de que los chicos tenían que seguir el secundario; también había que conseguir que las escuelas aceptaran a los chicos de la villa”, dijo Graciela Salaverry, coordinadora general de Lechería de la Solidaridad, una asociación civil instalada en el barrio San Pablo.

Desde sus orígenes, el objetivo institucional de la Lechería es trabajar en educación, porque “es lo único que da una oportunidad de cambio”, expresó Graciela y la trabajadora social, Beatriz Ferreyra, especificó que “apuntamos a las potencialidades, por eso todos los talleres tienen que ver con lo creativo”.

Niños y adolescentes van a la Lechería a contraturno; tienen apoyo escolar, teatro, música, panadería. “Natalia Simoncini les da canto, tiene mucha cancha con los chicos. También el taller de panadería tiene mucho éxito, porque ven el resultado de su obra inmediatamente, una parte de lo que producen lo comparten aquí y otra parte la llevan a sus casas. La coordinadora del taller, Serena Alfonso, está estudiando trabajo social, es hermana de un muchacho que estuvo en la Lechería”, contó Graciela. Ese muchacho es Jonatan Alfonso, que “gracias a un ingeniero de Entel, pudo ir a estudiar a Oregon – Estados  Unidos – por 3 meses. Los dejó tan encantados que quisieron que regresara, pero no pudimos conseguirle la visa, entonces la gente de allá para ayudarlo le pagó aquí un curso de chef. Una vez recibido, él vino aquí a dar clases y también le enseñó a la hermana y ahora ella está a cargo del taller”.

Las actividades que realizan no sólo tienen como objetivo la enseñanza de una disciplina específica, también se busca educar en valores: “En un taller de teatro, los valores grupales que se ponen en juego son muy importantes, se aprende que lo que uno hace, afecta a los demás. A veces se ensaya todo el año y el día del estreno alguien falla. Eso puede pasar, pero también tenemos casos maravillosos como dos chicas que en este momento están en la escuela de Julio Boca”. Cuando los adolescentes muestran cualidades excepcionales, la Lechería les busca oportunidades, “ahora tenemos unos chicos que son muy buenos en dibujo, les estamos buscando algo”.

Graciela señaló que el barrio San Pablo ha vivido una transformación, como todo el país: “Durante la crisis del 2001/2002, muchos padres pidieron nuestro apoyo, como no tenían trabajo, nos vinieron a pedir que les pagáramos el boleto para ir a la escuela. En este momento prácticamente no hay adultos porque están trabajando. El plan de viviendas que se está haciendo aquí es una interesante fuente de trabajo. Ya no hay demanda de comida, el país no es lo mismo que hace 15 años”. También señaló que es difícil “remediar años de ausencia de ejercicio del trabajo, porque eso no sólo afecta a la vivienda o a la comida, también a las pautas culturales”.

La Lechería trabaja en red con todas las instituciones de la zona, ya que “ningún centro puede abarcar todas las problemáticas”, sostuvo Beatriz, “formamos parte del programa municipal Empleo Joven que les permite reinsertarse porque los prepara para el trabajo, pero tienen que terminar los estudios”. Muchos adolescentes van a la Lechería a almorzar, pues “en el secundario no hay almuerzo” e incluso algunos están fuera del sistema porque están desfasados en edad, “aquí encuentran un espacio de contención y además es una forma de incluirlos al año siguiente en el sistema”, explicó la trabajadora social.

Después de tantos años de trabajo, la Lechería logró la mejor herramienta de evaluación: chicos que allí se formaron, vuelven, con estudios terciarios o universitarios, para trabajar como voluntarios. “Este para mí fue un espacio único, que me ofreció la oportunidad de hacer el secundario, de otra forma no hubiera podido. Me pagaron el colectivo para ir a la media 1 de Talar, pero también tuve apoyo afectivo porque, cuando empecé, yo tenía miedo”, dijo Valeria Silva, que tiene 28 años y está estudiando Lic. en Administración en la Universidad de Luján. Vive justo enfrente de la Lechería. Se convirtió en la referente de la institución, “a veces ando por Talar o Pacheco, me encuentran y me preguntan a qué hora hay psicólogo”. Coordina un grupo de pre-adolescentes y les transmite un mensaje con sus palabras y con su conducta: “Se puede, yo sé que se puede; hay un lugar para pelear, cuando uno quiere, puede”. Todos aquellos que quieran pelear junto a estos chicos, pueden comunicarse al 4726-8117.

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