Productores autogestionados y consumidores responsables

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Cooperativa La Asamblearia. Forman parte de una red en la cual los productores no venden lo que producen, lo truecan por productos de otra región. Están atentos al cuidado del medio ambiente y también a la calidad de vida de los trabajadores.

 

La crisis del 2001 abrió para todos los argentinos un nuevo ciclo: para algunos, el reclamo por sus cuentas bancarias; para otros, el reencuentro con modalidades de asociación comunitaria, que llevaron a muchos vecinos de barrios porteños a reunirse en asambleas. Y dos de ellas (Asamblea Barrial Núñez y Asamblea Popular Núñez-Saavedra) dieron origen a la Cooperativa de Consumo La Asamblearia.

“Aquellos vecinos visualizaron la cooperativa como un nodo donde articular la comercialización de lo producido por empresas recuperadas, otras cooperativas, familias, movimientos territoriales y campesinos que son los que comercializan a través de La Asamblearia”, explicó Claudia Giorgini, una productora de la cooperativa.

 

Economía solidaria

A partir de hacer compras comunitarias, los vecinos empezaron a acercarse a las empresas recuperadas y advirtieron que la dificultad mayor estaba en la comercialización de los productos de los “neo-productores de la economía social, porque muchos recibían estímulos para la producción, pero luego no tenían dónde vender”. Es decir que el círculo de la economía solidaria no se cerraba. Para dar respuesta a una necesidad compartida por productores autogestionados y consumidores responsables, surgió La Asamblearia, que logró – además – recuperar, firmando un convenio con el gobierno de la ciudad de Buenos Aires, un mercado público que estaba vacío (o vaciado) en Bonpland 1660.

Los principios rectores de la cooperativa son: autogestión, comercio justo y consumo responsable. “Para nosotros, comercio justo es que se fortalezcan los productores, es decir que aquí no hay capitalistas porque no reproducimos el sistema del cual fuimos expulsados”, señaló Claudia. En su lugar, estimulan la práctica del trueque, porque “a través de la red, nosotros no vendemos ni compramos, trocamos. Los productos de Buenos Aires van a otros nodos del país a cambio de productos de aquellos nodos, entonces, en cada nodo de la red, están los productos de todos. Individualmente, yo no podría tener mis productos en Santiago del Estero, por ejemplo, pero estando en red, nuestros productos pueden estar en todos los nodos”. Por esta gran red – que va creciendo, lenta pero consolidadamente – no circula dinero, sino intercambios.

Dado que en cada región del país se produce algo distinto, este sistema de comercialización reactiva las economías locales, pues “una región produce yerba, pero todos la necesitan, entonces esas otras regiones truecan por sus producciones locales”.

La Asamblearia vende productos con sellado orgánico, productos agroecológicos y también productos con conservantes porque “son de empresas recuperadas, pero el consumidor lo sabe. Para nosotros el consumidor debe saber todo, además, en general, son muy conocedores, pueden determinar si un producto es artesanal o no” y Claudia remarcó: “Nuestro eje es la dignidad del trabajo, si, además, lo que se produce es orgánico, espectacular. Pero si algo es orgánico y laburan niños, no lo vendemos”. O sea que la economía solidaria presta atención al cuidado del medio-ambiente y también a la calidad de vida de los trabajadores.

En este sistema, el valor central es el trabajo y no la finalidad especulativa de lucro, por eso, muchas veces “hay productos que aumentan en el supermercado y aquí no. Eso me hace pensar que la inflación no tiene que ver con los procesos de producción”, reflexionó Claudia.

La Asamblearia se instituyó formalmente en 2003; desde entonces se han acercado más productores y también más consumidores, demostrando que otro modelo de consumo y producción es una experiencia posible de llevar a cabo.

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