“A la conservación del Delta la debemos hacer entre todos”

La experiencia de recorrer el país en bicicleta, llevando un mensaje conservacionista

El tigrense Jorge Mazzochi vive en la isla, en comunión con la naturaleza y también con sus vecinos. Remarca que la riqueza de la isla no es sólo biológica, sino también cultural.

 

Muchos son los habitantes de Tigre que tienen un estrecho vínculo con el Delta; algunos lo heredaron, otros empezaron a forjarlo a partir de un enamoramiento a primera vista.

Jorge Mazzochi lo fue creando desde su origen, “mi viejo nació en la isla, en la zona del río Bravo y el lugar más cercano para inscribir el nacimiento era Paranacito. Su historia de trabajador pequeño, pescando, cazando nutrias, es algo que me movilizó mucho. Además de muy chiquito me llevaban al puerto y recuerdo esa fragancia a junco, mimbre, madera, son cosas inolvidables”. Esas impresiones penetraron en la profundidad de su emoción, por eso tiene muy claro que “la isla es un lugar muy lindo para vivir, si se respeta. Es muy importante respetar el centro de isla que es donde se purifica el agua, donde nace mucha biodiversidad. Las construcciones deben ser elevadas sobre pilotes, así la marea pasa por la casa, porque hay que darle la bienvenida a la marea como fiesta y no como un problema”.

Jorge aseguró que “para entender al isleño y su relación con la isla, también hay que estar un poco afuera”, por eso él realizó esa experiencia.

 

Un viaje en bicicleta

En una bicicleta diseñada por él mismo, “para dos personas, con 3 ruedas y un trailer”, Jorge partió de Benavídez con un objetivo específico: “Unir la mayor cantidad de áreas protegidas, dejando un mensaje de conservación de la naturaleza. Viajando de esta manera se conoce mucho porque hay que parar en muchos pueblos”.

A lo largo de 3600 km. fue dando charlas en colegios, atravesó todo el Delta del Paraná, los Esteros del Iberá y ya en Misiones se quedó a vivir unos años en la localidad de Andresito.

Frente a la ciudad de Diamante, Entre Ríos, nace el Delta del Paraná, “allí arriba el suelo de las islas es más elevado porque tiene muchos años; hay árboles mucho más grandes que acá, mayor cantidad de plantas epífitas, enredaderas. Es mayor la conservación porque hay menos gente”, explicó Jorge, que no sólo tuvo la experiencia de internarse por esa selva subtropical, sino que actualmente está realizando la carrera de Naturalista de Campo.

El Delta recibe el aporte de dos ríos majestuosos: el Paraná y el Uruguay.

“El Paraná arrastra el sedimento que viene bajando de la Cordillera, llevando al Delta un millón de toneladas de limo – arcilla – que van formando nuevas islas. Es así que el Delta está en permanente formación, por ejemplo, años atrás, frente a la costa de San Isidro, no había islas”.

Por su parte, el río Uruguay, que viene bajando desde Brasil con aguas tan limpias que hicieron decir a Aníbal Sampayo “el Uruguay no es un río/es un cielo azul que viaja”, también hace su contribución: “Trae gran cantidad de semillas de la zona subtropical que generan una formación vegetativa selvática. Gracias a estos aportes, el Delta es un lugar de gran biodiversidad, muy rico en pájaros, insectos, hongos, hay carpinchos, lobitos de río, siervo del pantano, una especie nativa muy interesante, el macho tiene una cornamenta de 6 puntas y actualmente es una especie protegida”.

La palmera pindó, típica de la zona, le ha dado nombre a uno de los brazos del Paraná: “El Paraná de las Palmas se llama así por la cantidad de palmeras que había, pero se usaron mucho y, además, la incorporación del jabalí – para cotos de caza – que se come los retoños de la palmera, hizo que esta especie fuera desapareciendo”.

El abuso, tanto de animales como de vegetales, pone en riesgo el equilibrio natural, de aquí que se deba tomar conciencia y actuar. “A la conservación del Delta la debemos hacer entre todos”, remarcó Jorge e inmediatamente agregó: “La contaminación de la ciudad afecta directamente al Delta. Por esto, el habitante de Tigre tiene que pensar que está viviendo al borde de un humedal, donde hay mareas y barro. No hay nada más limpio que la tierra, la gente no debe tener miedo a ensuciarse con tierra o a que los niños jueguen con barro. En algunas provincias a los nenes les hacen lamer arcilla para que la tierra sea parte de ellos como algo sagrado y no como algo sucio”.

Jorge no sólo enfatiza la diversidad biológica del Delta, sino también su diversidad cultural: “Hay junqueros, mimbreros, pescadores y esto se descubre cuando uno charla con la gente. Para amar un lugar hay que conocerlo, por eso hay que conocer las islas no desde un aspecto turístico, sino desde una forma más amigable con el medioambiente. Está bueno llegar al Delta en la canoa de un lugareño… no en un yate”.

Con la decisión y creatividad que los tiempos reclaman, Jorge señala: “Nosotros buscamos el progreso para atrás, porque no creemos que progresar sea comprarse una casa y un auto. Cuando uno se acostumbra a consumir mucho, cae en la rutina del consumo y no piensa de dónde viene cada cosa que está usando, quién lo hizo, cuánto combustible se gastó para que se trasladara ese producto. Por ejemplo, en el puerto de frutos – al que sólo le queda el nombre – se venden cosas ajenas a lo que tenemos cerca, se venden muebles de Indonesia y eso tiene un costo ecológico. Aquí hay gente valiosa que sabe trabajar con distintos tipos de materiales. Es importante comprar lo que hace el vecino, eso es valorar su trabajo. La vida puede ser muy interesante si la compartimos con la gente que vive a nuestro lado, si tenemos sueños en común, de bienestar para todos”.

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