La tarea de hacer un mundo mejor comienza por nuestra propia casa

Una elección saludable: casas de tierra

La bioconstrucción recupera saberes ancestrales y ayuda a la sostenibilidad del planeta. El chorizo de barro es la técnica elegida en el Delta del Paraná.

 

Desde tiempos remotos, el hombre utilizó los materiales naturales que tiene a su alrededor para construir viviendas. Sólo en los últimos 100 años, estas materias primas se reemplazaron por productos industrializados que, entre otros perjuicios, generan un ambiente insano ya que no absorben la humedad y son ineficientes térmicamente.

Dado que el consumo de energía vigente ha entrado en crisis hace ya varias décadas, el sistema de construcción de viviendas empezó a ser revisado. Debido a esto, antiguas técnicas – casi olvidadas – como la utilización del barro, van sumando cada vez más adeptos.

El barro es un material abundante y económico, que “no requiere de maquinaria, ni capital, ni energía, sólo de mano de obra. Su producción necesita solamente el 1% de la energía requerida para la fabricación de ladrillos cocidos o de hormigón”, asegura Gernot Minke, arquitecto alemán especialista en bioconstrucción.

Entre la suma de ventajas que ofrece la construcción de barro, se destacan: equilibrador térmico (absorbe el calor del día y lo libera poco a poco por la noche), por lo cual reduce los costos de calefacción; gran capacidad de aislamiento acústico; aislante de radiaciones electromagnéticas de alta frecuencia, transmitidas, por ejemplo, por las antenas de telefonía móvil; prácticamente incombustible;  sus daños son fácilmente reparables; protector natural contra hongos y bacterias; mantenimiento de saludables niveles de humedad en el interior de la vivienda ya que no produce condensaciones gracias al intercambio con el exterior; totalmente ecológico y reciclable. Es, además, un estímulo para la creatividad, pues permite hacer variadísimas formas contorneadas, como así también colocar incrustaciones de otros materiales. Por otro lado, dado que tanto la preparación del barro como su aplicación es fácil, favorece los proyectos de autoconstrucción.

No sólo grupos ecologistas han retomado la saludable decisión de construir en barro, también importantes estudios de arquitectura tomaron esta iniciativa y ejemplo de ello es el hotel Kooralbyn en Queensland, Australia, o el restaurante Etchebarne en Uruguay. En cuanto a grandes obras arquitectónicas que demuestran la durabilidad de este tipo de construcciones, se encuentran la mezquita de Djené (data del siglo 12), en Mali; las casas torre de Yemen (400 años de antigüedad); el casco histórico de la ciudad de Coro en Venezuela; la pirámide de Dahshur, en Egipto.

 

Chorizos de barro

Según las posibilidades o recursos de cada zona, se han desarrollado distintos sistemas constructivos. En las zonas de clima seco y abundante sol, se utiliza fundamentalmente el adobe: bloques moldeados a partir de una mezcla de tierra arcillosa, fibras vegetales, arena y gravas de distinto tamaño, que se dejan secar aproximadamente 30 días. También está la tapia, tierra apisonada entre encofrados que después se corren.

Otra forma es la quincha o bahareque, que consiste en el entramado de madera o cañas, relleno de chorizos de barro; y es éste el sistema más utilizado en el Delta.

El barro de las islas que “tiene aproximadamente un 20% de arcilla, es apto para este sistema constructivo”, dijo la arquitecta Alicia Coronel, especialista en el tema, aunque también recomendó realizar un estudio de sedimentación para verificar las condiciones de la tierra ya que “al ser un suelo aluvional, varía mucho su composición”.

En muchos lugares de Argentina se están haciendo experiencias de bioconstrucción; en Uruguay están organizando escuelas para la formación de maestros constructores de barro; en Alemania están desarrollando legislación ambiental que establece que un material no debe recorrer más de 150 kilómetros del lugar donde será usado, para evitar el gasto de combustible y la contaminación. En un municipio donde la caña crece espontáneamente y el barro abunda, ¿qué se espera para legislar y formar especialistas en bioconstrucción?

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