Entre tanta necesidad, una palabra de alivio

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Domingo de ramos con el obispo Oscar Ojeda. Convocados por la celebración religiosa, vecinos de Garrote acudieron a la capilla María Madre de los Pobres. Allí, además de preparar para la comunión, las voluntarias de Caritas organizan actividades recreativas.

 

Con la tercera visita del obispo Oscar Ojeda al barrio Garrote, los fieles de la capilla María Madre de los Pobres, ubicada allí, celebraron el domingo de ramos. “Hoy es un día de mucha alegría para nosotros porque es la tercera vez que nos visita el obispo. Vino en noviembre cuando los chicos tomaron la comunión, volvió el 22 de diciembre a visitar a las familias y paseó por todo el barrio dando bendiciones. Y nos eligió para empezar la semana santa”, expresó Patricia, la coordinadora de Caritas.

La capilla es muy pequeña y austera, está frente al canal, así que, desde su interior, se puede ver la basura que se amontona sobre la margen del río, que se expande a izquierda y derecha, cayendo, además, sobre las aguas.

El diácono, Peco, vive en el barrio y, a veces, en el barro, ya que, últimamente, llueve un poco y se inunda todo. “Antes por la lluvia no nos inundábamos, pero los desagües están tapados, por eso un poco que llueve y ya el agua se mete adentro de las casas”. Su hermana, Iris, agregó: “Tenemos que estar atentos y levantar todo porque lo que se pierde ya no se recupera”.

La villa se divide en la parte de adelante, con casas de material y pasillos mitad tierra y mitad ladrillones de cemento y la parte de atrás, de más reciente ocupación, con casas de madera levantadas sobre basura, donde los pasillos se angostan y la tierra ya no es tal, sino barro conformado por aguas cloacales. Al lado de esta indigna realidad, están esperando los edificios semiterminados del otrora programa “Sueños Compartidos”, de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, que pasó al Municipio quien habría prometido finalizarlos y aún están en veremos.

Para tratar de llevar alguna ayuda, tanto material como espiritual, un grupo de mujeres tigrenses, fieles de la parroquia San Francisco de Asís, llegó hasta Garrote. “Los problemas de acá son los mismos que tiene toda la sociedad, pero, al haber menos recursos, se nota más”. Efectivamente, hay jóvenes con problemas de adicciones, familias que tienen hijos en prisión o que han muerto, entonces “Caritas acompaña a todas esas mamás que están con ese dolor”; las voluntarias destacaron que, además de la ayuda en alimentos y ropa, se interiorizan de los problemas de cada familia.

Peco resaltó que últimamente hay chicas muy jóvenes embarazadas y, según él, esto pasa por la falta del padre o la madre. Iris amplió: “Algunos tienen mamá y papá, pero se crían como en el aire, ahora hay chicas de 12 o 13 años que están embarazadas”.

También existen familias que se ocupan de sus niños, los acompañan a la capilla y hacen actividades para recaudar fondos y poder pagar los gastos de pequeñas salidas que hacen todos juntos. “Los padres tienen muchos recursos y se ponen muy contentos cuando pueden demostrarlo”.

En la capilla, los niños toman la comunión, hay grupos de perseverancia y se fueron generando actividades de recreación: “Tenemos un profesor de circo y danzas folclóricas. Queremos que los chicos nos representen bailando, como ya lo hicieron en el encuentro ecuménico en la plaza de los bomberos en diciembre pasado”, contó Patricia.

En el barrio viven, o malviven, más de 4 mil personas. Algunos son los carreros que se ven transitar por las calles de Tigre centro. El día anterior a esta nota había muerto uno, junto con su caballito, en las vías del ferrocarril. Interrogado sobre cómo se puede erradicar esa costumbre, Peco aseguró: “Con la moto que quiso dar Massa, no”.

Apresurados por la necesidad de abandonar la capilla, ya que el velorio del fallecido se iba a realizar allí, Patricia concluyó: “Yo fui a la escuela 39 y conozco mucha gente de acá. Éste siempre fue un barrio humilde, pero antes Tigre tenía muchas fuentes de trabajo, astilleros, Astarsa, hoy no hay fuentes de trabajo y está la droga. Ésa es la gran diferencia”.

 

Caminar por la villa Garrote es un cachetazo a la sensibilidad. Tapado por el paredón de la arenera, además de estar encerrado entre las vías del tren de la costa y el río Luján, el barrio, que ya lleva décadas de existencia y postergación, forma parte del Tigre que muchos prefieren no ver e, incluso, ocultar. A medida que se avanza hacia el fondo, la villa se va haciendo más villa.  Sobre la basura y el barro se asientan casillas precarias donde viven niños que deben creer que la vida es gris, triste, miserable y sucia para toda la humanidad. Pero esto no es cierto, porque sólo un poquito más allá hay un espacio – que la naturaleza transformó en una reserva natural – que arquitectos, recibidos vaya saber dónde, pretenden trasvestir en un suntuoso barrio para pocos. La seguridad de los vecinos de Garrote, la memoria de los trabajadores de Astarsa y la dignidad de todo Tigre merecen un proyecto integrador, social y culturalmente, para el predio de Astarsa y, también, para el barrio Garrote y toda la zona que lo circunvala.

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