“Nuestra lucha es para que esto no vuelva a ocurrir”

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Los secuestrados de Ford y el rol del poder económico en el Terrorismo de Estado

En la segunda parte de la entrevista, Carlos Propato relata cómo fue su paso por la cárcel de Villa Devoto, su traslado a Sierra Chica y la golpiza que lo dejó al borde de la muerte, provocándole la pérdida del 50% de un ojo, entre otras cosas. Propato fue el último de los detenidos de Ford en salir en libertad y, una vez afuera, vivió en la calle, era rechazado y no conseguía trabajo. Su familia también fue víctima de toda esta situación. Por otro lado, Propato critica duramente al SMATA (Sindicato de Mecanismo y Afines del Transporte Automotor) por su rol durante y después de la dictadura, y explica el estado de la causa Ford en la que están imputados los ex directivos Pedro Müller, Guillermo Galárraga y Héctor Sibilla, la duración del Juicio Oral que se inicia próximamente y los obstáculos de la burocracia judicial que atentan contra la realización de los juicios y, en definitiva, con el logro de justicia, después de 38 años.

 

Estuvo detenido hasta el 12 de mayo en la Comisaría de Tigre Primera, ¿qué pasó luego? – “Fuimos directo a (la cárcel de) Devoto, y nos dejaron dos horas y media en un camión, todo cerrado y de chapa, al sol. Salimos y nos recibieron con otra paliza atroz. Ahí nos pelaron, nos cortaron el pelo, nos dieron un colchón y nos fuimos repartiendo. En mi caso, fui a máxima seguridad, al celular quinto. Yo siempre fui medio jetón, por ahí fue por eso… Ahí estábamos siempre adentro del buche, no teníamos recreos y salíamos muy poco”.

¿Las torturas continuaron en Devoto? – “Ya ahí no… pero después metieron una bomba en Coordinación Federal. ¡Te imaginás lo que fue la paliza que nos dio el servicio penitenciario! Y nos embucharon quince días sin comer, en las celdas. Nos daban un puñado de lechuga toda sucia que tenía hasta gusanos y un puñado de fideos crudos. No había agua caliente, sólo agua fría. Yo estuve hasta el 5 de septiembre (en Villa Devoto), y estaban las palizas de las requisas. Con nosotros se ensañaban más, con los (presos) comunes no tanto…”.

¿Recibían visitas de los familiares? – “Los familiares sufrían a morir. La mayoría de nosotros teníamos visitas de quince minutos, media hora… Pero la vida que les hacían pasar, los hacían hacer cola durante 24 horas afuera, pegados al paredón de la cárcel, y llovía… A las mujeres las desnudaban, las toqueteaban y después las hacían ver a una distancia de cinco metros y con 20, 30 personas no se escuchaba nada”.

 

“Estuve cinco días sin conocimiento, y después estuve ciego treinta y pico de días” (después de una paliza en Sierra Chica)

Estuvo en Villa Devoto hasta el 5 de septiembre, ¿luego fue trasladado nuevamente? – “Sí, el 5 de septiembre me trasladan a Sierra Chica, a las cuatro de la mañana dicen mi nombre, me sacan y me esposan. De ese celular fui solo, después me enteré que fueron (Fernando) Groisman, (Carlos) Chitarroni y otros. Me dijeron que saliera con la cabeza agacha contra la pared, y me llevaron a otro pabellón donde había una columna, y tenía que pasar por el medio, y te mataban… Era la despedida. Terminamos a la rastra. Nos sacaron de ahí y nos llevaron a la Séptima Brigada Aérea de Morón, y nos tiran a todos en la pista de aterrizaje. Los milicos nos caminaban por arriba de la cabeza, nos pisaban la cabeza, las manos y nos daban patadas. De ahí nos tiran a un Hércules ¡Nos dieron una paliza en el Hércules! Nos ponían en la puerta del avión y simulaban que nos iban a tirar. En ese tiempo sabíamos que había vuelos de la muerte”.

¿Adónde los llevaban en ese vuelo? – “Llegamos a Azul, y en Azul nos dieron otra paliza más. Después nos tiraron en diferentes celulares porque era un traslado de 50 personas, no solamente de Ford sino que había otros compañeros. Aparecimos en Sierra Chica, y nos dieron nueve palizas en dos horas. Yo perdí el 50% de un ojo y me fracturaron una vértebra de la columna. Estuve cinco días sin conocimiento, y después estuve ciego treinta y pico de días. Me salvaron el ojo. Hace pocos días me encontré con la señora de un compañero de un astillero – que falleció hace diez años -, que me golpeaba la pared y decía “este está muerto”. Estaba ido total. Y después de cinco días empecé a escuchar voces, y me llevaron al oftalmólogo y me ayudó muchísimo. Me parece que el oftalmólogo era militante. Me traía café y me sacaba todos los jueves. Después fui arrancando”.

¿Cómo siguió su permanencia en Sierra Chica? – “Me trasladaban de pabellón en pabellón y me hicieron tres simulacros de fusilamiento. Me sacaban a la dos de la mañana, me ponían contra el paredón y hacían un simulacro de ráfagas. También nos sacaban a las cinco de la mañana, y nos hacían bañar con agua helada. Los (presos) comunes nos decían “cómanse el jabón porque sino mueren”. Te tenías que bañar hasta que se termine el jabón, y te lo tenías que comer porque te decían “a ver el jabón”, y no tenías que tener más. Te agarraba una colitis que tenías que dormir patas para arriba, quedabas doblado… qué se yo… te daban un libro y le faltaba la mitad, te daban un pan y te lo tiraban al suelo…”.

¿Cuándo salió de Sierra Chica? – “En julio del 77. Creo que fui el último (de los detenidos de Ford) en salir de Sierra Chica. Tenía la libertad desde enero pero la tenían que firmar y nunca la firmaron. Me trataban mejor pero siempre preso, hasta que un día, sin ningún papel ni documento, me abrieron la puerta y me dieron una patada como a la una de la mañana. No conocía nada, y terminé en la Terminal de Ómnibus. Yo tenía un olor a tumba… estaba pelado y pesaba 55 kilos”.

 

“Iba a pedir trabajo y me echaban de todos lados”

¿Alguien lo ayudó en ese momento? – “El diarero que me vio ahí me dijo: “no me mires, ¿saliste recién?”. “¿Qué le digo a este?”, yo decía, ¿y si era de los servicios? Porque en ese tiempo vos salías y te mataban. ¡Cuántos mataron así! Bueno, yo me la juego… me dije. “Y cómo estás?” y le respondí: “no tengo un mango y me tengo que ir a Buenos Aires”. Al rato se fue y me dijo: “quedate mirando una revista” y a los 15, 20 minutos, me dijo “en el tercer baño, arriba de la cisterna, vas a encontrar un sobre, y pasá de largo y no me saludes”. Tenía un boleto de bondi para Buenos Aires y 15 pesos que era como para comprar un sándwich, una coca y unos fasos. El tipo era del ERP (Ejercito Revolucionario del Pueblo) porque me dijo: “Hasta la victoria siempre”.

¿Cómo continuó su vida en libertad? – “Cada 15 días tenía que presentarme a la Comisaría (de Tigre Primera), pero yo no… porque dormía en las estaciones, en coches viejos… Estaba mal y hacía una vida de croto. Montoneros ya estaba en retroceso. Andaba de acá para allá y dormía en cualquier lado, en un caño, otro día en la casa de un compañero que te decía: “te puedo dejar 24 horas pero después te tenés que ir”. Hasta el 82, vivía así. Iba a pedir trabajo y me echaban de todos lados. Te tomaban y cuando se enteraban quién eras, te echaban”.

¿Pudo con el tiempo conseguir trabajo, recuperar la familia? – “Sí, yo soy podólogo y enfermero profesional, pero trabajé de todo: tachero, camionero, taxista, todo lo que aparecía lo hacía para sumar un manguito. Lo pasamos muy mal. Hicieron tronar tres generaciones porque mi hijo quedó tartamudo varios años. Cuando me secuestraron, estaba casado. Mi hija aprendió a caminar en Sierra Chica porque los ponían en una iglesia, y había una línea y ahí estaban ellos, y mi hija que no caminaba, pasó por abajo y caminó, y la pude tocar. Ahí tronaban nuestros padres, nuestras compañeras y los hijos…”.

¿El SMATA (1) les brindó algún tipo de ayuda? – “El sindicato, bien gracias… Jamás nos dio una mano. Un día nos reunimos con José Rodríguez y nos ofreció entrar a Ford pero como alcahuetes del sindicato. SMATA siempre fue altamente burocrático, ortodoxo, de la línea de Lorenzo Miguel, Rucci… Para que tengas idea, en el 75 se citó a los cuerpos de delegados en la Federación de Box, y Rodríguez nos dijo: “muchachos, se vienen los milicos, yo ya aprendí a hacer la venia, ustedes, no sé” y los que fueron presos fueron todos los cuadros intermedios, y los cuadros intermedios éramos nosotros. Nos dijo eso un mes o dos meses antes del Golpe, por eso no hay sindicalistas como Julio Villán, Oscar Smith, Ongaro… Nosotros logramos sacar el 1% de la producción para el sindicato, para la obra social más grande de America Latina. Habíamos hecho una maqueta ¡Hasta helipuerto teníamos arriba! y todo con el 1% de la producción, pero lo agarró el sindicato y nunca hizo nada. José Rodríguez estuvo 44 años como Secretario General del SMATA”.

 

“Después de 35 años (…) pudimos hacer el reconocimiento de la planta de Ford”

Dentro de la causa Ford, los querellantes pudieron hacer un reconocimiento de la empresa ¿Cómo fue esa experiencia? – “Después de 35 años por medio de la jueza Alicia Vence, pudimos hacer el reconocimiento de la planta de Ford. Volvimos a nuestros puestos de trabajo, a los cuartos de delegados de aquella época que hoy están muy cambiados. Volvimos unos cuantos, algunos habían desaparecido. De los 25 que éramos, en la actualidad somos 8 ó 10. Con el resto, el tiempo se encargó de llevárselos. Por ejemplo, a (Jorge) Constanzo le hablabas de esto y se ponía a llorar, nunca más pudo hablar y ya falleció; (Vicente) Portillo nunca pudo contar cómo fue su vida; (Carlos) Gareis pasó años hasta contar a su hija y a la mujer cómo fue detenido. Quedaron muy traumados. Hay mucha gente que quedó destrozada, mal. Yo me recuperé, sigo militando, trabajo en la causa…”.

Justamente en poco tiempo se inicia el Juicio Oral por la causa Ford – “Sí, el Juicio Oral es para los tres gerentes Galárraga, Sibilla y Müller. Este Muller era un nazi. Cuando nos llevaban atados con alambres, a las trompadas, este Muller estaba parado, nos miraba y decía: “viste”. Tiene ochenta y pico de años. Hoy es un octogenario. Parte de la burocracia espera que estos tipos se mueran porque si se mueren, nosotros quedamos en banda. Pero a través de muchos años de lucha, logramos meter a estos tipos, procesarlos y mandarlos al juicio oral que posiblemente empiece en marzo o en los primeros días de abril. Ya está”.

¿Cuánto tiempo puede llegar a durar este juicio? – “Si se hace una audiencia por semana estaremos un año, pero sabemos que no va a ser así. Los jueces tienen que ser tres, pero uno se jubiló, y quedaban dos. El otro se operó del corazón, y faltaban dos jueces más. Todo así. Antes se había tirado todo para atrás porque no había un lugar donde fueran juzgados. Conseguimos un lugar en San Martín, y ahora no hay jueces. Siempre es igual. Son parte de la burocracia de la burguesía. Son pocos los obreros que se recibieron de jueces. Teníamos un fiscal que era hijo de un general y estuvimos diez años para sacarlo de la causa. El tipo agarraba los juicios y los ponía en un cajón y tiraba la llave. Estábamos en Comodoro Py con la causa, con Rafecas que nos dijo: “no muchachos, esto es una barbaridad…” y se le caían las lágrimas, y a los quince días nos mandó a San Martín. Ahí dormimos cinco años hasta que enganchamos a Alicia Vence y le mandó para adelante”.

Esta causa ha tomado un importante estado público por el involucramiento de las empresas como Ford en la represión de la dictadura – “Nuestro caso lo conocen en casi toda América. Yo viajo con el SERPAJ, y soy delegado para el Mercosur. Somos los más adelantados en América Latina. Están los casos de Ford, Ledesma, La Veloz del Norte… El proceso es muy largo, y van de a uno. Nosotros con Pablo Llonto (abogado de los secuestrados-detenidos de Ford) calculamos que si esto sigue así vamos a seguir 50, 200 años. Es muy lento. Los están estirando para hacerlo muy complejo y que pasen los años. Se van muriendo y las causas quedan desiertas. Eso es lo que quieren”.

¿Qué mensaje quisiera transmitir a partir de su experiencia? – “Lo importante de todo esto es que quede para las generaciones futuras. Ha muerto muchísima gente inocente, por pensar distinto. Solamente por pensar distinto. Sería importante que esta lucha, que nosotros hicimos durante cuarenta y pico de años, se pueda plasmar en la historia. Nuestra lucha es para que esto no vuelva a ocurrir. Yo ya estoy subido en el carro como todos mis compañeros y ya no nos podemos bajar y vamos a luchar hasta el final de los tiempos. Ya no es un tema personal, se trata de salvar a las generaciones que vienen. La que pasamos en los 70 fue brutal pero preparémonos para que no vuelva porque la que venga puede ser peor. Si uno viaja en el tiempo, en la década del 30, en la 55, se fue recrudeciendo y profesionalizando. El 24 de marzo del 76 a las dos de la mañana fue el Golpe y a las seis de la mañana estaba todo el país copado. Si viajás en el tiempo, ves que esto se estaba armando con Onganía, desde el 66”.

 

(1) Sindicato de mecánicos y afines del transporte automotor

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