“Todos los días que estuvimos en la Comisaría (de Tigre) fueron bajo tortura”

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Los secuestrados de Ford y el rol del poder económico en el Terrorismo de Estado

Carlos Propato fue uno de los 25 trabajadores secuestrados de la Ford Motor Argentina durante la dictadura. Era delegado de la planta de pintura cuando fue secuestrado el 13 de abril de 1976 en su puesto de trabajo, y llevado a los quinchos del campo de deportes junto a otros compañeros: Pedro Troiani, Juan Carlos Conti, Vicente Portillo y Ricardo Ávalos. Allí fueron torturados durante diez horas, y luego fueron trasladados a la Comisaría de Tigre Primera en donde fueron sometidos a intensas torturas durante un mes. Posteriormente, Tropato fue llevado al penal de Villa Devoto en donde estuvo tres meses y finalmente fue trasladado a Sierra Chica donde permaneció varios meses hasta quedar en libertad. Entre distintos lugares, permaneció detenido casi un año. Hoy, Carlos Propato forma parte del Serpaj (El Servicio de Paz y Justicia) e integra la Comisión Juicio de Campo de Mayo y la Comisión de DD.HH de San Martín y es querellante de la causa Ford en la que están procesados tres ex directivos de la empresa. A continuación, la primera parte de la entrevista.


         ¿Cómo era la situación de lucha sindical en Ford cuando se producen los secuestros? – “El cuerpo de delegados de las Comisiones Internas pertenecía a un sector de SMATA. Fuimos los creadores de la lista verde de José Rodríguez, pero después del 74 las cosas comenzaron a cambiar. Se fractura la línea del sindicato, se hace más ortodoxo y combativo, y nos empezaron a acusar de todo, y en Ford lo único que se hacía era la reivindicación de los derechos de los obreros… Pero a los empresarios les molestaba y empezaron las grandes luchas y, después del 75, nosotros empezamos con las huelgas. El sindicato ya estaba en contra nuestro y empezamos a operar con nuestros parámetros. Parábamos la empresa, avanzaba la empresa… hablábamos directamente con la empresa y eso al sindicato no le gustaba. Teníamos en contra una parte del sindicato y a la empresa”.

        ¿A cuántos trabajadores representaban en ese momento? – “Seis mil, y todos, los 25 delegados del cuerpo de delegados fuimos presos. En el año 1975, después del 16 de noviembre, hicimos una marcha en la Panamericana en donde salieron todas las empresas del cinturón industrial de Pacheco”.

        ¿Cómo respondía la empresa Ford a las acciones sindicales? – “El Ejército ya estaba montado en la empresa, tenían un cuartel con 400 hombres aproximadamente, con logística. Ford les proveía la nafta, la comida y la vivienda. Ellos vivían en los quinchos, que eran los lugares que los obreros habían logrado para hacer un campo recreativo. Creo que la zona de Ford estaba comandada por un Teniente Coronel, que se llamaba Molinari, y ahí comienzan las grandes presiones contra nosotros. Llamaron a las Comisiones Internas y nos dijeron que no íbamos a repetir lo que estábamos haciendo. Y no hacíamos nada que estuviera por fuera del convenio colectivo de trabajo. Estábamos pidiendo lo nuestro. Después del Golpe (de Estado) se bajó al 49% todo lo que se había ganado en las luchas. El Gerente General de Ford, (Nicolás Enrique Julián) Courard, nos llegó a decir: “Ustedes le van a mandar saludos a Camps”. En ese tiempo, no sabíamos quién era (Ramón) Camps, después llegó a ser el Jefe de la Policía de la Provincia de Buenos Aires”.

 

“¡Así que ustedes son los bravos de acá, que paran la fábrica! ¡Los vamos a matar a todos…!”, les decían

        ¿Cómo fue detenido usted? – “Nosotros nos enteramos que otros compañeros habían caído detenidos el 24 de marzo, y habíamos vuelto a nuestro lugar de trabajo como delegados en las Comisiones Internas con permisos gremiales. Yo, primero, fui Oficial de Pintura, y después Subcapataz, y trabajaba en la última mano de pintura. El martes 13 de abril a las once de la mañana, me viene a buscar una delegación de ocho hombres y un oficial. Hablaron con el capataz de la cabina de mando que se llamaba Roberto Petillioni y me llama, y me dice “vení que te buscan”. Había ocho tipos del Ejército uniformados, no tenían la jineta ni los valores correspondientes pero estaban todos de verde y con armas largas. Me dijeron “en este momento queda detenido a disposición del Poder Ejecutivo de la Nación”. Yo le dije a Roberto “avisá en mi casa”, – con Roberto nos conocíamos de toda la vida -. Me llevaron y me pusieron en medio de ellos. (El sector de) Pintura quedaba en el primer piso de Ford, en montaje, y a la mitad del camino les digo: “déjenme ir a buscar el documento, y me cambio de ropa”, porque estaba con ropa de trabajo, y me responden “adonde vas, no necesitás documentos”. Me metieron un culatazo en el pecho y un par de trompadas. Empecé a sangrar por la nariz y por la boca”.

        ¿Adónde lo llevaron? – “Cuando bajamos, veo que la camioneta era de Ford, blanca, con una lona y que estaba estacionada en la puerta de la enfermería. Me suben arriba y me atan las manos con alambre… ya me habían pegado una barbaridad. Adentro (de la camioneta) estaban Pedro Troiani, que era delegado de Terminación Final, (Juan Carlos) Conti que era el Subdelegado de Terminación Final, un operario de montaje que se llamaba (Vicente) Portillo y otro que se llamaba (Ricardo) Ávalos. Ellos ya estaban en la camioneta, estaban boca a bajo, tirados en el suelo. De ahí, el tramo fue corto, dimos una vuelta y paramos. Cuando bajamos, nos dimos cuenta que estábamos en el quincho. Eso habrá sido a las 11.30 hs. y ahí nos asesinaron… De las 11,30 hs. nos tuvieron bajo tortura hasta la nueve de la noche aproximadamente: submarino seco, palizas interminables… yo los insulté… tenía otros aires, era más joven…”.

        ¿Qué edad tenía? – “25 años… y me enojé… ¡y para qué! Me pusieron una bolsa en la cabeza y tenía las manos atadas. Pedro Troiani me apretó la bolsa y me hizo un agujero porque me estaba quedando azul. Ahí nos tuvieron bajo tortura a todos. Palizas impresionantes. Fueron horas y horas… Como a las nueve de la noche nos sacaron a la rastra y nos subieron arriba de la camioneta. (Juan Carlos) Conti iba a los gritos porque había caído en un lugar donde el caño de escape le tocaba la pierna. Lo estaba cocinando vivo, le estaba haciendo un agujero en la pierna. Y así nos fuimos con un destino desconocido”.

        ¿Durante el proceso de torturas eran interrogados? – “Sí, querían saber quiénes éramos, a qué organizaciones pertenecíamos. Nos decían: “¡Así que ustedes son los bravos de acá, que paran la fábrica! ¡Los vamos a matar a todos…!” Era una presión psicológica muy alta para la cual no estábamos preparados. En Ford nunca se creyó que existía esa violencia en la parte represiva del Estado”.

 

“Un día no te torturaban a vos, pero me torturaban a mí, y a él mañana…”

        ¿De allí fueron llevados a la Comisaría de Tigre Primera? – “Sí, llegamos con los ojos como un hígado, y no sabíamos adónde estábamos. En la Comisaría de Tigre había un pasillo y ahí nos mataron (golpearon). Había como 30 vigilantes, y estaban esperándonos para asesinarnos a palos. Después que recibimos la paliza, nos tiraron en una celda. Nos encontramos con (Adolfo) Sánchez, (Roberto) Cantelo, (Carlos) Gareis, (Juan Carlos) Amoroso y Juan Carlos Ballesteros. Ellos ya habían sido secuestrados antes del 13 de abril y habían sido llevados a la Comisaría de Maschwitz donde los tuvieron torturándolos no sé cuánto tiempo, y ellos llegaron antes que nosotros a Tigre (Comisaría)”.

        ¿Cuánto tiempo estuvieron detenidos en la Comisaría de Tigre? – “Estuvimos desde el martes 13 (de abril) al 12 de mayo, y en ese tiempo lo pasamos siempre bajo tortura. Un día no te torturaban a vos, pero me torturaban a mí, y a él mañana… pero siempre bajo tortura. Ahí estaba (Fernando) Groisman que era un ingeniero, delegado de los empleados y (Francisco) Perrota que era contador, y que también era subdelegado de los empleados. Porque nosotros afiliábamos delegados también, y terminamos con esa burocracia de que soy empleado u obrero… Ellos lo comprendieron y los afiliamos y estábamos todos en la misma bolsa”.

        ¿Las torturas eran permanentes en la Comisaría de Tigre? – “Todos los días que estuvimos en la Comisaría fueron bajo tortura. Venía la patota a las once de la noche y se iban a las cinco de la mañana. Agarraban una tanda y los asesinaban: picana eléctrica, paliza bajo la ducha… Terminaban y te sacaban a la rastra – como en las películas del nazismo – hasta el otro día que más o menos te reponías porque luego torturaban a otro”.

        ¿Sus familias sabían que ustedes estaban allí detenidos? – “A las poquitas horas de estar en la Comisaría, las familias nos encontraron. No nos pudieron hacer desaparecer porque la idea era hacernos desaparecer, pero como estaba la familia… Les decían “no, acá no hay nadie”, hasta que empezaron a presionar y les dijeron que sí estábamos pero no les dijeron quiénes éramos. Entonces nos traían comida”.

        ¿Estaban incomunicados? – “Sí, si nos hubieran visto se hubieran muerto por como estábamos. En el calabozo éramos 16, y era de 3×3. Defecábamos y orinábamos en un tarro de 20 litros, y lo tapábamos con un diario o con un trapo. No nos bañábamos, había un olor… una mugre… había sangre coagulada… un desastre. La familia nos traía la comida, y ellos nos rompían los termos de café. De dos sandwichs te daban medio, nos daban tres, cuatro cigarrillos y se quedaban con tres, cuatro paquetes. Ese tratamiento altamente psicológico era para destrozarnos. Un día apareció (Ramón) Camps por la Comisaría”.

        ¿Camps estuvo en la Comisaría de Tigre? – “Yo lo vi, creo que esa noche fue cuando tomaron la decisión: “¿los mato o no los mato?”. El tipo estaba mirándonos, y a través de un pedacito yo miraba hacia el pasillo y lo vi a Camps. Se golpeaba los guantes en la mano como diciendo “ahora ¿qué hago con estos?”, y yo le dije a Troiani, “Pedro, me parece que esta noche se define toda nuestra historia”. “No, esto va a pasar y salimos”, me respondió Pedro, y yo le dije “en menos de un año no salimos”. Y así fue que estuvimos casi un año y pico, algunos menos y otros más”.

        Continuará…

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